Artículo Cuaderno de Trabajo Social, n.º 10, 2017

Universidades, competitividad y eficiencia del mercado laboral: relación de las funciones sociales de la tercera reforma universitaria de Rama con las tendencias internacionales sobre producción y uso del conocimiento de Gibbons / Universities, competitiveness and labor market efficiency: relationship of the social functions of the third university reform of Rama with the international trends in production and use of Gibbons knowledge

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Resumen

Las universidades se han convertido, como consecuencia del desarrollo de la contemporaneidad, en instituciones formadoras de profesionales que deben ser parte de una serie de dinámicas sociales determinadas en gran medida por la educación, el desarrollo del conocimiento y la tecnología. Es así como la eficiencia de las mismas es clave para su competitividad en un mundo global, que impone mediciones e indicadores que evidencian el desarrollo de las naciones y su inserción en la economía mundial.

 

Abstract

Universities have become as a consequence of the development of contemporaneity in professional training institutions that must be part of a series of social dynamics determined largely by education, knowledge development and technology. Thus, their efficiency is key to their competitiveness in a global world that imposes measures and indicators that show the development of nations and their insertion in the world economy.

 

INTRODUCCIÓN

¿Las universidades están formando a los profesionales que se requieren para enfrentar el mercado laboral?, pues no son profesionales creativos ni intuitivos ni, menos, competitivos. Con estas palabras iniciaba mi conversación con un alto líder de una organización empresarial chilena. Sin duda sus palabras eran representativas de la inquietud de muchos de sus asociados, la gran mayoría empresas que buscan un perfil de profesional que las universidades chilenas no estamos formando. El Informe de Competividad Internacional, publicado anualmente por el Foro Económico Mundial, da a conocer la posición competitiva de un total de más de ciento treinta economías, que tiene como objetivo colaborar en la comprensión de aquellos factores que determinan el crecimiento y desarrollo económico, “explicando porqué algunos países son mucho más exitosos que otros en el aumento de sus niveles de ingresos y oportunidades para sus respectivas poblaciones, ofreciendo a los tomadores de decisiones y líderes de negocios una importante herramienta en la formulación de mejores políticas, económicas y reformas institucionales” (World Economic Forum, 2008). Es más según el mismo Foro, el nivel de competitividad está altamente relacionado con los componentes que fijan los niveles de productividad de un país, puesto que estos determinan las tasas de retorno de las inversiones, siendo uno de los factores que explica el potencial de crecimiento de una economía.

Tercera Reforma Universitaria de Rama

La orientación económica chilena posee fuertes fundamentos históricos, formando a través del tiempo un carácter nacional propio, determinado por una sicología colectiva y valores compartidos. De esta manera surge, además de una realidad cultural nacional, una realidad económica en la cual sus participantes poseen características similares, por no decir idénticas, que los convierten en un todo, una identidad social que actúa y responde de igual manera a los estímulos externos. Una identidad que los identifica con el “nosotros” distinguiéndolos del “otros”. Es por ello que para determinar las causas de nuestro desempeño actual, es necesario analizar desde los orígenes las causas culturales, las actitudes y aptitudes económicas y, por sobretodo, su posición frente a la generación de riquezas, incluida la cultural.

Contextualizando la temática, es necesario señalar que Claudio Rama en su artículo “La Tercera Reforma de la Educación Superior en América Latina y el Caribe: masificación, regulaciones e internacionalización”, trata el tema de la competitividad a través de variables de inserción internacional, como la globalización, a través de la vinculación de los ciclos y procesos educativos a escala global (UNESCO, 2007). La internacionalización planteada por el autor es construir un tipo de universidad que promueva la competitividad en sus procesos formativos, en particular la competencia de los mercados laborales. Por tal, es necesario remitirnos a una visión histórica de dicho planteamiento. Primeramente, era el mercantilismo el que explicaba el desarrollo del comercio internacional para el siglo XVII, el que principalmente tenía sus bases en la entrega de la responsabilidad económica a empresarios privados quienes, gracias a su propio beneficio económico del comercio, lograban contribuir a la prosperidad de la nación. Su conceptualización básica sugería que el superávit comercial de un país suponía inmediatamente el déficit de otro. De esta forma, la real fortuna del país se forjaba a costa de metales preciosos que se obtenían exportando la mayor cantidad de productos fabricados localmente e importando lo menos posible, con tal de poseer a final de cuentas un superávit de oro y plata acumulado. Más adelante, Adam Smith (1776) proponía que no necesariamente el superávit comercial de un país debía ser proporcional al déficit de otro. Entonces surgió el concepto de “ventaja absoluta”, que Smith definía como la especialización de un país en la producción de aquel bien en el cual se incluían menores costos, por lo cual se beneficiarían con su producción y comercio con otro país que posea el mismo beneficio con otro bien. De esta forma, para ambos resulta conveniente comercializar dentro de un contexto internacional donde ambos tomen ventaja sobre el bien que les genera un coste menor de producción. Así, la ventaja del comercio surgió de la división del trabajo, donde cada trabajador se especializa en aquella labor que realiza mejor. Posteriormente David Ricardo habla de las ventajas comparativas de los países en competencia, como contrapropuesta al modelo de las ventajas absolutas. En este sentido, el modelo Ricardiano sostiene que todos los países del mundo poseen una ventaja comparativa que puede ir desde los recursos naturales a las políticas de economías de escala a los costos de producción; de esta forma, los países se especializan en producir y ofrecer aquello que pueden hacer mejor. Así, las naciones se limitarán a producir pocos productos y servicios en los cuales son especialistas, en vez de destinar todos sus recursos a producir una vasta gama de mercancías. El mercado laboral se comienza a transformar en factor clave para el desarrollo y crecimiento económico y, por lo tanto, del nivel de vida de la población. Un fenómeno propio de la experiencia mercantilizadora en la que se ha sumido la educación en general, tal como señala Trinidad Larraín (Larraín H., 2002).

 

Pertinencia en la producción y uso del conocimiento de Gibbons

Es la pertinencia de Gibbons en donde las universidades deben cumplir con dicha función social, la de la alta especialización y capacitación de los profesionales. Es la experiencia transformadora de la modernidad, un “hacer o dejar de hacer lo habitual” por un “deber hacer lo pertinente”: es su contribución al desarrollo económico y a la cultura de la responsabilización (Gibbons, 1998). La producción y uso del conocimiento tiene así un mayor sentido de responsabilidad social. Es el paso del carácter transdisciplinario de los equipos de investigadores a la integración de aptitudes de los mismos en un marco de acción orientado a fines específicos, para la problemática tratada se circunscribe necesariamente a la formación de un profesional competitivo; es decir, capaz de desarrollar competencias, donde todo y todos aportamos de manera heterogénea.

Por consiguiente, y a modo de ejemplo, se consideran determinantes de la competitividad internacional los agentes macroeconómicos, como el tipo de cambio, las tasas de interés, el PIB; regulatorios, como la política de industria y tecnología, comercio exterior, tributaria, etc.; infraestructurales, como transporte, telecomunicaciones, insumos básicos, costos energéticos y todo tipo de servicios; sociales, como la calificación de la mano de obra, sistemas educativo y de seguridad social; e internacionales, como el tipo de economía adoptado, la apertura al comercio internacional, la inversión extranjera, acuerdos internacionales, etc. De esta manera, la competitividad de una nación se debe entender como el grado en que un país o economía, siempre bajo un contexto de condiciones de libre mercado, es capaz de producir bienes y servicios que satisfagan los tests de los mercados internacionales, mientras que simultáneamente mantiene e incrementa a largo plazo la renta real de sus ciudadanos (Krugman, 1994). Un fenómeno de reconfiguración de disciplinas y actividades que servirán de matriz en la solución de nuevas dificultades y problemas que tendrán un carácter transitorio.

La expansión de la creación de conocimiento así, no solo nos permitirá ser competitivos bajo esta lógica, en la solución de problemáticas transversales, como lo pueden ser los de naturaleza medioambiental, comunicacionales, digitales y de salud. Ahora aparecen los grupos de interés, como pueden ser las minorías y los de género. El feminismo, que no solo ha modificado la topografía intelectual (Gibbons, 1998), se replantea en términos de mercado e innovación.

 

Reflexión Final

Porter (1990) rescata que la competitividad de una nación depende de la capacidad de sus industrias para innovar y mejorar. Por ello, el nuevo contexto de comercio internacional ahora está dado por asuntos de estrategias y estructuras que permiten las nuevas ventajas comparativas que cada vez se alejan más de las dotaciones de recursos naturales y la especialización en la producción de ciertos productos.

Es así como la competitividad posee dos criterios de aplicación. Por un lado, un nivel micro que está relacionado con la empresa o actividad económica donde se encuentra principalmente involucrada la tecnología utilizada y los procesos de producción. Por otro, el nivel macro que tiene relación con la actividad de exportación en mercados extranjeros y todos aquellos criterios relacionados con el entorno nacional.

La competitividad internacional viene a ser hoy el nuevo término de comparación del comportamiento de los competidores. Para ello se establece una serie de indicadores que destacan las prácticas de las naciones, que, además, pueden ser utilizados como estándares de comparación dentro de los mismos países o economías con su actuación pasada al presente y una visión de metas hacia el futuro. De esta forma, el nuevo uso de las telecomunicaciones ha permitido una competencia más vivaz que no podría haberse visto en años anteriores; la revolución tecnológica en aparatos y maquinarias y la masificación de Internet han influido de manera considerable en los nuevos contextos de competitividad internacional. Asimismo, las tecnologías de información y comunicaciones han permitido crear una competencia más dinámica e innovadora completamente independiente de la importancia relativa de los recursos naturales, que han sido desplazados por la nueva infraestructura tecnológica como clave para la competitividad futura de las naciones.

Levinson (2000) señala que, además de la tecnología, un nuevo factor clave de competitividad es enfocar hacia esta la educación. En estos momentos, la educación se ha convertido en el requisito para acceder a una economía basada en amplios conocimientos. De esta manera, son cada vez más los países que tienen como objetivo extender Internet a todo su sistema educativo, lo que les permite concretar un aprendizaje más rápido y práctico, permitiendo, a la vez, acrecentar la oferta de los cursos de capacitación, que permiten a empleados y directivos especializarse, desarrollar competencias cada vez más específicas y ampliar sus conocimientos sin la necesidad de abandonar su lugar de trabajo o tomar cursos en su hogar

Sin embargo, más allá de las propuestas teóricas de Porter, en cuanto a su nuevo concepto de ventaja entre economías y la diversidad de definiciones que el mismo concepto de competitividad posee, existe una gran cantidad de índices que intentan llevar a la práctica la acabada teoría, los cuales se denominan Índices de Competitividad Global o Internacional. Actualmente, muchas instituciones presentan sus propios indicadores, los cuales evalúan un conjunto de variables relevantes de acuerdo con su criterio particular, con tal de poder representar de la manera más fehaciente y objetiva la situación competitiva de los países. Es así como surgen cinco de los índices más conocidos a nivel mundial.

Primero, podemos observar el Networked Readiness Index, realizado por el Foro Económico Mundial, que analiza la evaluación de los países a partir del aprovechamiento de las oportunidades relacionadas con las tecnologías de información y comunicación basado en la situación de personas, negocios y gobierno.

Por otra parte, el Doing Business Index, presentado por el Banco Mundial desde el año 2001, que expresa principalmente la evaluación de los países a partir de las leyes, normas y las regulaciones; de esta manera, se realiza el análisis a un aproximado de ochocientos estudios académicos que afectan directamente a las empresas y la protección de los derechos de propiedad. Las conclusiones se enfocan principalmente en la regulación a la apertura de empresas, manejo de licencias, contratación y despido de trabajadores, registros de propiedad, obtención y acceso al crédito, protección de la inversión, impuestos, comercio exterior, cumplimiento de contratos y condiciones para el término de una empresa. Sin embargo suele ser criticado por recolectar información de los principales centros urbanos de los países, imposibilitando una visión global que permita que los datos sean representativos de toda la economía nacional.

El Human Development Index es un índice bastante valorado por la opinión pública. Lo lleva a cabo la Organización de las Naciones Unidas (ONU) bajo su departamento de Programas para el Desarrollo desde 1990, y en él se especifican los niveles de vida de los países bajo la evaluación de sus expectativas de vida, alfabetización, educación y estándares de vida en relación con el PIB. Su principal ventaja es poseer un gran nivel de subdivisión de índices, lo que permite comprender el posicionamiento relativo de un país en diversas áreas tanto económicas, sociales, políticas, tecnológicas, comerciales, educacionales, entre otras.

Sin embargo, el último índice, el Global Competitiveness Index, que presenta anualmente el Foro Económico Mundial en su Informe de Competitividad Internacional, es el más completo de todos los índices de medición de la competitividad internacional, debido a que posee una cantidad de variables consideradas muy superiores a todas las anteriores (World Economic Forum, 2008). Por ello la necesidad urgente de reformar los sistemas educacionales. Y una manera importante de probar los avances es que se exija a las instituciones educacionales, considerando incluir a las universidades nacionales, a rendir cuentas (accountability) sobre sus desempeños (Eyzaguirre y Fontaine, 2001).

 

 

Referencias

The Global Competitiveness Report 2008-2009, World Economic Forum.

Informe sobre la educación superior en América Latina y el Caribe 2000-2005. “La metamorfosis de la educación superior”. Caracas, Venezuela: Instituto Internacional de la UNESCO para la Educación Superior en América Latina y el Caribe (IESALC, enero 2007).

Larraín, T. (2002). Actualización del documento de “Hacia una gestión más autónoma y centrada en lo educativo. Propuesta del Programa de las 900 Escuelas, 1998-2000”. En MINEDUC, Carpeta Gestión Educativa (1999). Santiago de Chile: Biblioteca del Profesor.

– “Pertinencia de la educación superior en el siglo XXI”. Documento presentado como una contribución a la Conferencia Mundial sobre la Educación Superior de la UNESCO, en 1998. Consultado en la Web, el 21 de noviembre de 2006, Gibbons, Michael.     en:

http://www.humanas.unal.edu.co/contextoedu/docs_sesiones/gibbons_victor_manuel.pdf

Beyer, H. (2005). Productividad, Desigualdad y Capital Humano: Los Complejos

     Desafíos de Chile. Santiago de Chile: Editorial Estudios Públicos, Ed. 97..