RESUMEN
En el contexto de las prácticas preprofesionales1 en la formación de trabajo social, el espacio de supervisión académica se vuelve central en tanto permitiría a los supervisados/as resolver dificultades, plantear interrogantes y fortalecer las habilidades y competencias propias del ejercicio profesional, transformándose en un espacio de enseñanza-aprendizaje de saberes y práctica de la intervención en trabajo social, se articula como categoría crítica en el proceso de comprensión de los vínculos de la profesión con la política social, así como con el campo de investigación y de intervención social.
Comprendemos la supervisión como un dispositivo de intervención que se articula con otras intervenciones en los escenarios sociales donde el supervisado/a realiza sus prácticas. Ahí, se van tensionando y prefigurando relaciones y subjetivaciones de control y apoyo, imposición normativa y administrativa, junto al diálogo y la coconstrucción.
El estudio responde a una metodología exploratorio-descriptiva, con un enfoque cualitativo orientado a interpretar los discursos sobre procesos de supervisión académica de las y los estudiantes de Trabajo Social, antes y durante la pandemia covid-19.
Durante los años 2020 y 2021, producto de la virtualización, se rearticulan los componentes de la supervisión, predominando el componente de apoyo emocional sobre las lógicas de control y administrativas, y se debilitan los espacios de construcción colectiva de aprendizajes.
Se releva la presencia de lógicas que dan cuenta de la importancia de las dimensiones pedagógica y de apoyo socioemocional que tiene la supervisión, a través del fomento de lo dialógico, la reflexividad y lo colectivo, pero también la tensión constante con la dimensión de control y los efectos de la virtualización en la interacción de los participantes y lo colaborativo que representaban ciertos espacios presenciales de supervisión académica antes de la pandemia.
ABSTRACT
In the context of pre-professional practices in social work training, the academic supervision space becomes central as it would allow supervisees to solve difficulties, raise questions and strengthen the skills and competences of professional practice, becoming a space for teaching-learning knowledge and practice of intervention in social work, It is articulated as a critical category in the process of understanding the links of the profession with social policy, as well as with the field of research and social intervention. We understand supervision as an intervention device that is articulated with other interventions in the social scenarios where the supervised person carries out their practices. There, relationships and subjectivations of control and support, normative and administrative imposition, together with dialogue and coconstruction, are tensioned and prefigured. The study responds to an exploratory-descriptive methodology, with a qualitative approach aimed at interpreting the discourses on academic supervision processes of social work students, before and during the covid-19 pandemic. During the years 2020-2021, because of virtualization, the components of supervision are rearticulated, predominating the emotional support component, over the control and administrative logics and the spaces for collective construction of learning are weakened. The presence of logics that account for the importance of the pedagogical and socio-emotional support dimensions of supervision is revealed, through the promotion of the dialogic, reflexivity and the collective, but also the constant tension with the dimension of control and the effects of virtualization on the interaction of the participants and the collaborative that certain face-to-face spaces of academic supervision represented before the pandemic.
1. INTRODUCCIÓN
Desde una mirada histórica, la supervisión se ha desarrollado en conjunto con el devenir del trabajo social (Hernández Aristu, 1991; Fernández,1997; Tonon et al., 2004; Puig, 2010, 2015). “Desde sus inicios se contempla como parte integrante de la teoría, la práctica y la historia del Trabajo Social, como una forma de aprender y coaprender cuestiones de la propia profesión social” (Escartín et al., 2013, p. 3), relacionándose con los escenarios sociales en que se interviene y con las problemáticas sociales complejas (Carballeda, 2002, 2007, 2010).
La concepción clásica de supervisión releva en ella tres funciones: administrativa (Dimock y Trecker, 1949), educativa (Perlman, 1969; Kadushin, 1976) y de apoyo (Shulman, 1982, en Puig, 2010). “Esta clasificación permite afirmar que según esté más o menos influida por una función u otra, la supervisión estará más o menos pendiente del control ejercido por parte del orden jerárquico” (Puig, 2010, p. 76). En los procesos formativos de trabajo social, la supervisión estaría directamente vinculada con el desarrollo de su función educativa y de apoyo. Desde la supervisión educativa, se considera el “ámbito de lo psicosocial, como un método de formación para trabajadores sociales […], liberada de su dimensión de control, la supervisión educativa ha sido un método considerado imprescindible […] en cuya acción intervienen actitudes a la vez que conocimientos” (Puig, 2010, p. 77). Esta mirada pedagógica de la supervisión se centra no sólo en mejorar las capacidades profesionales, sino también la calidad de la intervención (Puig, 2010; Fernández, 1997). Desde su función de apoyo, permite analizar tensiones y dificultades presentes en los procesos de intervención social. Orientándose a aspectos personales, su foco es contribuir al desarrollo de la identidad profesional (Ariño y Berasaluze, 2013; De Vicente, 2010; Puig, 2010, 2020; Hernández Aristu, 1991). En palabras de Puig (2020, p. 65):
Las orientaciones pedagógicas de la supervisión tienen como objetivo revisar y reflexionar sobre el quehacer de las prácticas profesionalizadoras del estudiante y sobre los sentimientos que acompañan la actividad, así como contrastar su experiencia con los marcos teóricos y conceptuales. Consiste, pues, en un espacio de formación y renovación del ejercicio de la profesión para la que se están formando, en el cual cabe hacerse preguntas, dudar. Es un espacio caracterizado por la reflexión sistemática sobre las acciones profesionales que se realizan en el período de prácticas.
Ya sea que la supervisión esté orientada a lo educativo o al apoyo profesional (Puig y Torrens, 2021), es relevante rescatar la mirada relacional de la misma. Entendiendo que se transforma en una situación interpersonal y de interacción entre supervisor/a y supervisado/a, donde se produce además un proceso de intercambio emocional.
Para Carmina Puig (2010, p. 133), lo relacional en la supervisión:
[…] es un medio para la comprensión de los problemas, comportamientos y sentimientos; constituye un marco idóneo para el proceso de reflexión y supervisión; posibilita apoyo personal, motivación, estímulo y seguridad; permite ofrecer ayuda a través de la propia relación establecida; no necesita recursos externos a ella; ofrece un proceso de intercambio comunicativo; y es un recurso interpersonal de gran alcance para el supervisor.
Es un proceso que fluye en una interacción compleja, rica en matices y niveles. Se construye en una dialéctica de acción-reflexión-acción (Shön, 1998), donde se potencia la reflexividad y práctica reflexiva (Arancibia y Cáceres, 2011; De Vicente, 2010; Godoy, 2012; Puig, 2020).
La supervisión es entendida también como proceso dado que se transforma en la posibilidad de analizar y caracterizar las posibles formas de intervención (Carballeda, 2007), permitiendo el desarrollo de acciones coherentes y con posibilidad de adecuar los marcos y estrategias de intervención (Berasaluze et al., 2022). Para Porcel y Vázquez (1995), Fernández (1997) y Munson (2007), la supervisión se constituye en un proceso estructurado de reflexión crítica de la práctica profesional, utilizando un conjunto de estrategias y tácticas de intervención para conseguir objetivos en una situación de aprendizaje (intervenir en la intervención). Para Puig (2010), este proceso, en el ámbito de supervisiones académicas, no reviste jerarquía y no es unidireccional en la transmisión de conocimientos, es un proceso de retroalimentación recíproco, un proceso coconstruido entre supervisor y supervisado, que se transforma en una herramienta pedagógica y de formación profesional. En este sentido la supervisión se convertiría en una intervención que se articula con otra, la intervención social que realizan los supervisado/as en el contexto institucional.
Las transformaciones experimentadas a nivel mundial, producto de la pandemia por covid-19 y la crisis sociosanitaria asociada, implicó para las instituciones educativas, desarrollar procesos mediados por las tecnologías, virtualizando la mayoría de las asignaturas, incluidas las de carácter práctico. Ello trajo consigo adecuar la realización de las prácticas curriculares, limitando “el máximo grado de experimentalidad” (Vázquez Aguado, 2004, p. 294), y por ende la intervención social y la supervisión académica se vio mediada por lo telemático. Si bien, tal como lo señalan Abolafio Moreno et al. (2020, p. 3) “hay aspectos del ejercicio profesional que pueden ser gestionados de manera virtual (diseño de proyectos de intervención, entrevistas, reuniones de coordinación, reflexión crítica, etc.)”, existen otros elementos que se ven limitados, principalmente las relaciones interpersonales y los vínculos entre los supervisados/as y la supervisión académica, la adquisición de habilidades claves para el desarrollo de la intervención social y el vínculo para establecer una relación de ayuda con las personas hacia donde se dirige la intervención realizada a propósito del ejercicio de la práctica preprofesional.
Dado lo anterior y a propósito de la escasa producción de estudios sobre la supervisión académica de las prácticas de las y los profesionales en formación (Puig, 2020), así como del contexto actual de pandemia covid-19 y la virtualización de procesos de enseñanza-aprendizaje, es que este artículo busca dar cuenta de la supervisión académica como dispositivo, rescatando principalmente, desde los discursos de las y los propios estudiantes en proceso de formación, elementos que configuran el funcionamiento y las tensiones de este, antes y durante la pandemia covid-19.
1.1. La supervisión académica como dispositivo de intervención
Comprender que la intervención social es “un espacio, momento o lugar artificialmente constituido en tanto acción […]” (Carballeda, 2002, p. 3), que emerge tensionada de los postulados modernos de emancipación y sometimiento (Carballeda, 2010) que se articulan en una lógica contradictoria, nos plantea la posibilidad de comprenderla como dispositivo (Carballeda, 2002; 2010). Dado que aparece, se entromete en un espacio en tanto es requerida; es decir, en tanto se demanda su aparición, desde categorías de sujetos e instituciones. Comprendiéndose así, como interacción, como inter-relación sujeto/institución (Del Valle Cazzaniga, 1997), que produce tal como lo señala Agamben (2011), un conjunto de subjetivaciones y formas de gobierno.
[…] la intervención es un procedimiento que actúa y hace actuar, que produce expectativas y consecuencias. […] implica una inscripción en ese “Otro” sobre el cual se interviene, quien a su vez genera una “marca” en la institución y desencadena una serie de dispositivos e instrumentos en esta (Carballeda, 2002, p. 94).
Con esto la intervención en lo social “[…] se transforma en una herramienta de trabajo, en tanto pueda definir una secuencia de acciones, pero especialmente un horizonte” (Carballeda, 2002, p. 57), donde existen sujetos que operan y mantienen estas tramas, pero que potencialmente podrían cambiarlas (Carballeda, 2010), en tanto los dispositivos podrían ser reordenados (Carballeda, 2002, 2010; Sánchez y Villarroel 2017; Hernández, 2020).
La intervención social como dispositivo se puede comprender desde su constitución y movilidad como una red o trama, conformada por discursos, disposiciones, reglamentos, leyes, enunciados y proposiciones filosóficas y morales (Foucault, 1991). Para García Fanlo (2011), los dispositivos se irían configurando en este complejo haz de relaciones entre instituciones, normas, comportamientos, procesos económicos, sociales, técnicos, de clasificación de sujetos, así como objetos y relaciones entre estos. Una dinámica de relaciones discursivas y no discursivas, donde se produce de modo particular regularidades que presiden esta dispersión de elementos, cuyo soporte son las prácticas.
Es en estos términos, que no sólo concebimos la intervención social como dispositivo, si no que la propia supervisión como un dispositivo de intervención. Esa red particular que se va tejiendo en el dispositivo de supervisión, en términos de articulación y configuración de espacios, evaluaciones, relaciones entre supervisor y supervisado, reglamentos, normativas, modalidades de acompañamiento, discusiones y decisiones sobre la intervención, estrategias pedagógicas y metodológicas, disposición de espacios físicos, etc., que además se articula con otros dispositivos como la intervención en el espacio de práctica donde se desempeña el estudiante supervisado.
La supervisión académica, se configura como un espacio de intervención en tanto escenario artificial donde se establece una relación inicial entre supervisor/a y supervisado/a. Se incorporan elementos del espacio de intervención donde el supervisado/a desarrolla su práctica preprofesional, dialogando y reconfigurando estos elementos. En algunos momentos el proceso implica un trabajo guiado por el supervisor/a, en otros un proceso de cuestionamiento, problematización (Foucault, 1990; Weber, 2010) y fortalecimiento de la autonomía del/la sujeto/a supervisado/a (Puig, 2020). Esto en una relación constante de acción, reflexión-acción (Schön, 1998), que se articula con otro dispositivo de intervención.
En este caso, al centrarnos en la supervisión académica de pregrado, debemos indicar que se vincula directamente a los procesos de práctica de intervención social (en un contínuum que va de prácticas preprofesionales hacia la práctica profesional), donde se deben incorporar más allá de conocimientos teórico-metodológicos, una formación y acompañamiento que permita profundizar sobre los procesos de descentración y aproximación al marco del otro, problematización de prejuicios, de imposiciones ideológicas de estudiantes que están insertos en contextos específicos, cuyas lógicas también hay que desentrañar, en el espacio de supervisión.
El proceso dialógico es clave, dado que no sólo el/la supervisado/a es cuestionado/a, cuestiona y se cuestiona, sino que además se espera que el sujeto supervisor/a académico también lo haga, en una lógica crítica, problematizadora e incluso desde la posibilidad de desaprender, donde se intentaría subvertir las posiciones más jerárquicas y perspectivas bancarias (Freire, 2005). La palabra del supervisado/a y del supervisor/a se inscriben en un diálogo mediado teórica-metodológica y ético-políticamente, cuya potencia facilitaría la construcción de categorías que iluminan de modo más pertinente las problemáticas sociales y las posiciones de los sujetos tanto en la supervisión como en los distintos espacios de prácticas de intervención social.
Si bien, autoras como Puig (2005 y 2011), refieren que el control no sería parte de la supervisión, en tanto espacio académico de formación de trabajadoras y trabajadores sociales, desde la perspectiva que a nosotros nos interesa desarrollar, es interesante observar cómo en los procesos de supervisión se presenta lo que indica Caraballeda (2002, 2010) sobre lo contradictorio de la intervención social, donde en momentos podríamos estar desarrollando dinámicas de control y en otros de acompañamiento y contención. Lo que se traduce en que en ocasiones vamos orientando colaborativamente, centrándonos en el sujeto supervisado/a y sus procesos de manera integral y en otras enfatizando procesos de control administrativo, reduciendo la relación a una asesoría teórico-metodológica para mejorar la gestión de la intervención que el supervisado/a realiza en su espacio de práctica. Inscribiendo en él, procesos de subjetivación performativos de temor y control. En momentos centrados fuerte y directamente en los productos evaluados, calificaciones, rendimiento y en otros de modo más sutil, indirecta pero también con efectos en el control.
Se espera que la supervisión se configure como un espacio de apertura y escucha permanente, donde la palabra mediatiza la relación y es el principal insumo para los análisis, orientaciones, decisiones, entre otros. Facilitando la participación constante de los supervisados/as y el protagonismo de sus propios procesos (Puig, 2005), a través del acompañamiento, guía, orientación, apoyo y contención emocional, coconstrucción y al mismo tiempo potenciación de su autonomía (Puig, 2020).
2. METODOLOGÍA
El desarrollo de esta investigación se basó en una metodología cualitativa (Valles, 1999; Flick, 2012), que indaga sobre las significaciones y posiciones construidas por los/as estudiantes en práctica preprofesional acerca del proceso de supervisión académica en trabajo social. La investigación tuvo como principales estrategias de producción de información grupos de discusión y entrevistas en profundidad (Delgado y Gutiérrez, 1999; Taylor y Bogdan, 2002; Valles, 1999), buscando establecer la significación construida por las/os estudiantes en práctica acerca de la supervisión. Complementariamente, se realizó un análisis documental (Valles, 1999; Castillo, 2005) de diversos productos vinculados con los procesos de formación de la práctica preprofesional2 de la carrera de Trabajo Social, de la Universidad *anonimizado*, sede *anonimizado*, entre los años 2013 y 2021, tales como programas de curso, documentos internos de organización de los procesos de prácticas y revisión de trabajos y evaluaciones desarrollados por las/os estudiantes3 Posteriormente, luego de transcrito y organizado el material y los textos, se desarrolló un análisis de contenido (Andréu, 2001; Piñuel, 2002), considerando la elaboración de una matriz con categorías preestablecidas y emergentes.
Estos procesos implican, para los/as estudiantes, la participación en instancias de formación tales como taller colectivo, tutorías individuales-grupales e inserción institucional, acompañados por un supervisor académico.
Para este análisis se rescata la visión de las/os estudiantes de la carrera de Trabajo Social, acerca de las significaciones que dan a los procesos de supervisión académica dentro de su formación. Una primera aproximación se realizó previa a las condiciones de pandemia, donde los procesos se llevaban a cabo en modalidad presencial y un segundo momento, donde las condiciones sanitarias producto de la pandemia producida por covid-19, llevan a virtualizar la supervisión y acompañamiento. El análisis desarrollado se estructuró a partir de las siguientes categorías y variables.
3. RESULTADOS
4. DISCUSIÓN
CONCLUSIONES
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- Tanto las prácticas intermedias o preprofesionales como la práctica profesional son prácticas curriculares en la formación de Trabajo Social.
- Durante la formación académica, los estudiantes de Trabajo Social de la *anonimizado* cursan cinco asignaturas teórico-prácticas: tres prácticas intermedias de intervención social y dos prácticas profesionales.
- Decretos universitarios, reglamento de práctica, código de ética, programas y syllabus de cursos, entre otros.
- Durante 2022, se retomó la presencialidad luego de dos años, proceso complejo que requiere otro análisis.
- Referido a las calificaciones académicas.
- Modismo utilizado en *anonimizado* para referirse a estar harto de algo o agobiado por algo.
- Modismo chileno para referirse a las otras estudiantes.
- La mayoría de las experiencias de práctica corresponde a la integración a equipos de estudiantes en práctica que se insertan institucionalmente.
- No sólo se va acompañando un proceso de inserción institucional, múltiples tareas, aprendizajes y experiencias, también el desarrollo de planes de intervención social que las y los supervisados desarrollan en estos espacios.