Artículo Cuaderno de Trabajo Social, n.º 14, 2020

Trabajo social y mediación artístico-cultural para la transformación social: experiencia de taller de artes escénicas con adultos mayores

Autor(es)

Loreto Alfaro Rodríguez

Secciones

Sobre los autores

RESUMEN

El presente artículo es un acercamiento inicial al quehacer de la mediación artística y cultural y su vinculación con el Trabajo Social, entendiendo a la disciplina como un aporte a esta metodología. La propuesta será construida a través de la experiencia sistematizada del taller de artes escénicas desarrollada con un grupo de adultos y adultas  mayores el año 2017 en el Centro Cultural Gabriela Mistral, GAM. El impacto multidimensional que pueden generar las artes escénicas en las personas es el eje central de trabajo, considerando las características específicas del grupo etario abordado. Desde los puntos de encuentro, por tanto, se puede construir una propuesta donde la mediación artística y/o cultural se configure como un nuevo nicho para la disciplina, enriqueciendo su quehacer.

ABSTRACT

This article is an initial approach to the work of Artistic and Cultural Mediation, and its link with Social Work, understanding discipline as a contribution to this methodology. The proposal will be built through the systematized experience of the Performing Arts workshop developed with a group of adults and older adults in 2017, at the Gabriela Mistral Cultural Center, GAM. The multidimensional impact that the performing arts can generate on people is the central axis of work, considering the specific characteristics of the agegroup addressed. From the meeting points can therefore be built a proposal where artistic and / or cultural mediation, is configured as a new niche, for the discipline, enriching its work.

 

INTRODUCCIÓN

Históricamente el ser humano ha necesitado de la expresión para comunicarse y desarrollarse en integralidad, tanto como individuo y en sociedad. Es por esto que el arte en su calidad de elemento simbólico, reflejo de la condición humana y espejo de la sociedad, cumple un papel preponderante. Menéndez, Mas y Mingo (2009) aseveran que el arte no es consustancial a nuestro género, sino un hito tardío en su avance evolutivo. Fue necesario realizar un largo camino hasta que los grupos humanos encontraran la forma de materializar la expresión de sus sentimientos y descubrir el arte. De ahí que posea una dimensión intrínsecamente social, en cuanto da cuenta del contexto sociopolítico, formando parte de la construcción cultural de las comunidades humanas y siendo un canal de transmisión y comunicación colectiva. Sin perjuicio de lo anterior, surgen diversas dudas a modo de cuestionamiento: ¿cuál es la función social del arte?, ¿a quién sirve el arte en la actualidad?

El objetivo del presente trabajo es realizar un acercamiento al concepto de mediación artístico-cultural, desde la mirada del Trabajo Social, entendiéndolo como un ámbito relevante en materia de arte y cultura para la formación de audiencias desde un enfoque de derechos y con perspectiva de transformación. De un tiempo a esta parte, el Trabajo Social como profesión ha ido reflexionando y resignificando su quehacer como un ejercicio de resistencia ante la instrumentalización técnica de los trabajadores sociales. El endurecimiento del modelo neoliberal trajo consigo el fortalecimiento de políticas de protección social y, por ende, la cosificación del sujeto a metas e indicadores preestablecidos, reduciendo la acción de los profesionales del Trabajo Social. Los actuales programas sociales privilegian fundamentalmente la recuperación socioeconómica de los sectores vulnerables en el formato del actual modelo. Con ello se intenta incorporar objetivamente a las personas en un mercado laboral precario o con oficios de segunda o tercera categoría, confinando inevitablemente su libertad a la deuda y al consumo o sobreexplotación horaria, sistema en que la categoría del tener como sinónimo de poseer es fundamental (Suárez, 2016, p. 37). Dicho esto, se hace estrictamente necesaria la búsqueda de metodologías y enfoques que den un aire a nuestra praxis profesional. Es por esto que de un tiempo hasta ahora el arte se ha tornado tema de reflexión y análisis en el Trabajo Social, lo cual no es azaroso, sino fruto de la observación de elementos en común existentes, considerando como base la búsqueda del desarrollo humano.

Sin duda, para enriquecer la discusión y sumar conocimiento se hace necesario profundizar en nuevos conceptos que han surgido en los últimos años de la mano de las artes, la gestión e incluso el marketing cultural. Es de especial relevancia revisar los conceptos de audiencias y cómo esta construcción se ha instalado en el mundo de la cultura y las artes, tomando posición desde lo social y político, respecto de la democratización cultural ​y el rol del arte en la sociedad. Desde esta base, surge la mediación como herramienta y proceso de acercamiento, apropiación de lo artístico y forma de fortalecimiento del capital cultural humano.

Para enfocar acertadamente esta propuesta y desarrollar los temas antes expuestos con mayor profundidad, en esta ocasión se mostrará la sistematización de una experiencia llevada a cabo el año 2017, correspondiente al taller de artes escénicas realizado con  20 adultos mayores por la Unidad de mediación artística del Centro Cultural Gabriela Mistral, compuesta en ese entonces por 2 profesionales del mundo teatral y bajo la coordinación de una profesional del Trabajo Social. Esta experiencia se construyó en base a la necesidad de participación de la comunidad de adultos mayores del GAM como una forma de dar continuidad a procesos anteriores de trabajo en torno al teatro y la danza. El taller tuvo una duración de 3 meses y trajo consigo una serie de hallazgos en torno a lo social nunca antes sistematizados por el espacio cultural, como así también una gama de inquietudes frente a las dificultades concretas de continuidad, profundización de los procesos y tensiones propias de la institucionalidad. Claramente, dar cuenta de los principales hallazgos y elementos relevantes que son o pueden ser materia del Trabajo Social es clave para generar una propuesta y un nicho de acción para nuestra disciplina, entendiendo los puntos en común existentes y la pertinencia del tema para el desarrollo integral de la profesión.

 

1. UN ACERCAMIENTO TEÓRICO-CONCEPTUAL

1.1. Formación de audiencias

 La formación de audiencias consiste en la ​planificación, elaboración e implementación de estrategias para la generación de futuros públicos en los espacios culturales. ​Para el Consejo Nacional de la Cultura y las Artes (2012), este proceso debe estar​​ orientado a:

  • Incidir en las preferencias y valoraciones de un determinado grupo frente a las creaciones artísticas.
  • Intervenir en las barreras que condicionan el acceso y la participación de una determinada comunidad o grupo en la oferta cultural.

El concepto de formación de audiencias se instala en el contexto de la cultura y las artes con el objetivo de poner en valor al público en relación con la obra, generando una mirada distinta de cómo se estaban concibiendo estos espacios hasta antes de los años 90. Este vuelco apunta hacia la generación de procesos de democratización cultural de las artes y la cultura, por lo que posee claros matices políticos y sociales. El proceso de transformación hacia la formación de audiencias tuvo algunos puntos claves, entre los que se pueden destacar:

  • El interés artístico en la colaboración y participación (Bishop, 2016).
  • Se piensa que las audiencias no nacen por sí solas, sino que se hacen en el tiempo (García, 2007).
  • Aumentan los niveles de educación de la población.
  • Aumenta la demanda y la oferta cultural.

El vuelco producido de un paradigma a otro, puede ser graficado de la siguiente manera:

Tabla recuperada de Audience building and the future Creative Europe Programme de Bamford y Wimmer (2012).

Por tanto, la inquietud primaria que mueve a la formación de audiencias como estrategia surge desde la problematización respecto de cómo cautivar diversos públicos y asegurar que estos participen y accedan a la oferta de programación de los distintos espacios existentes. La apertura creciente de espacios culturales en diversos lugares del territorio, por tanto, invita a reflexionar respecto de la cultura como un derecho de todos y cómo este derecho muchas veces no se ejerce de manera homogénea, provocándose serias brechas de acceso.

Formar audiencias apunta a fortalecer el capital cultural, poniendo en valor la identidad de las comunidades. Cuando se habla de capital cultural, se refiere el conjunto de instrumentos o herramientas con que cuenta un individuo para aproximarse, acceder, valorar, aprehender y apropiarse simbólicamente de un bien cultural o de una creación artística (CNCA, 2012, p. 8). Por tanto, es un concepto compuesto por diversas vertientes, pasando por el marketing, la sociología y la gestión cultural, permitiendo construir nuevas miradas hacia los públicos, entablando una conversación más fluida y promoviendo la disminución de las barreras de acceso material y simbólico a la cultura y las artes.

 

1.2. Mediación cultural y artística

En el mundo de la cultura y las artes, el concepto mediación tiene un enfoque pedagógico, considerándose como una de las herramientas claves a la hora de generar un proceso de formación de audiencias.

Cabe hacer la distinción entre mediación cultural y mediación artística. Por un lado, la mediación cultural corresponde a una instancia comunicativa entre dos partes que permite realizar un intercambio vinculante e interactivo, como un flujo o canal de información. Esta acción implica una intencionalidad de una de las partes, la que realza, explota y da vida a una serie de conocimientos en torno al objetivo que se intenta mediar (CNCA, 2013, p. 2 ). ​Por lo tanto, se ponen en valor símbolos materiales e inmateriales que componen la cultura de determinado colectivo, generando un acercamiento a estos a través de estrategias intencionadas de ​mediación.

Por otro lado, la mediación artística es un ejercicio mucho más acotado, pero no distinto en su método y objetivo final, el cual apunta a vincular, a través de un proceso de aprendizaje significativo, a individuos, grupos y comunidades a una obra artística, generando un diálogo directo y acercando la práctica artística a los participantes de una determinada experiencia mediada.

Desde la filosofía, la educación y la psicología, diversos autores han abordado los vínculos entre arte, educación y desarrollo social, levantando propuestas contundentes, incluso  para  procesos terapéuticos. Su base  movilizadora se sustenta en dos puntos:

  • La realidad es una construcción simbólica y nos plantea cómo, a partir del arte, el sujeto puede revisar su representación del mundo y transformarlo.
  • El arte facilita la dialéctica entre lo que sabemos y lo que percibimos, entre el objeto y el sujeto, entre la forma y los símbolos.

Existen dos maneras de comprender y a su vez direccionar los objetivos de la mediación artística. La primera, desde un modelo de educación artística, facilitando la intervención social a través del arte (Moreno, 2010), y la segunda como la intervención que se realiza entre las obras y el público. Sin embargo, el factor común, en ambos casos, se relaciona con el abordaje de grupos que de una u otra forma viven alguna situación de exclusión y de no acceso pleno a contenidos artísticos y/o culturales. Se puede aseverar, por lo tanto, que la mediación cultural y/o artística es un proceso intencionado de acciones planificadas y orientadas a un objetivo definido, generando canales de comunicación a través de diversas metodologías, entre sujetos individuales y/o colectivos y la creación artística o cultural, cuyo fin último es la resignificación y puesta en valor de una experiencia artística.

 

 1.3. Ciclo vital y vejez

El mejoramiento de la esperanza de vida ha puesto al envejecimiento como una etapa de la vida que posee una gran cantidad de desafíos. Actualmente, nuestra estructura demográfica da cuenta de una gran cantidad de población de esta edad, pero con una cultura imperante que sobrevalora los paradigmas de la juventud.

Tener una comprensión de las etapas de la vida y las características que esto implica es clave a la hora de contextualizar y hacer pertinente las acciones dirigidas a cualquier grupo etario. En el caso de la adultez mayor, si bien el envejecimiento como fenómeno demográfico es actual, las teorías y enfoques que abordan al adulto mayor son de larga data dentro de la necesidad de comprensión de la evolución psicosocial del ser humano. Entre ellas, las que se refieren a las teorías de crisis normativas han evolucionado hasta la actualidad.

Muchas teorías de crisis normativa se basan en las ocho etapas de Erikson (1950). Erikson fue quien amplió las etapas de Freud hasta ocho, cambiando el modelo psicosexual por otro psicosocial y abriendo el camino para el estudio del ciclo vital.

Erikson explica el desarrollo humano, desde la infancia a la adultez mayor, como la búsqueda de la identidad personal a través de ocho etapas. Resolver positivamente cada etapa es la clave para poder acceder a las etapas siguientes. Si esa crisis no se resuelve de forma satisfactoria, continúa causando dificultades a lo largo de la vida.

En la última etapa de la vida, con la octava crisis de ​integridad del yo frente a desesperación, ​la contradicción se expresa entre el deseo de envejecer satisfactoriamente y la desesperación que producen los pensamientos de pérdida, autonomía y muerte. Durante este período se revisan las etapas pasadas, objetivos propuestos y cuáles de estos fueron alcanzados o no logrados. El individuo entra así en un proceso orientado hacia la introspección, las relaciones sociales y la búsqueda del envejecimiento satisfactorio.

Por tanto, la existencias de instancias creativas, de participación, desarrollo de redes sociales y discusión, como las impulsadas a través del Teatro y las Artes Escénicas en general, son claves en cuanto aportan efectivamente a la construcción de la integridad del yo, apostando no solo a destinar tiempo de ocio para las personas participantes de la experiencia, sino también a promover un desarrollo vital integral en el adulto mayor.

 

2. EL CENTRO CULTURAL COMO ESCENARIO DE LA EXPERIENCIA

GAM nació en el año 2010 como un Centro Cultural cuyo objetivo es formar y fortalecer audiencias, promoviendo el acceso de estas a sus diversos espacios y actividades. Su especialización se encuentra enfocada en las artes escénicas, perfilándose como un espacio ciudadano y abierto a la comunidad. Dentro de su estructura, posee una Dirección de Programación y Audiencias de la que se desprenden otras unidades, entre ellas la Unidad de Mediación. Desde aquí, GAM ha desarrollado una serie de programas y proyectos dirigidos a distintos segmentos de la población, entre ellos se ha desarrollado un fuerte trabajo con adultos mayores. Esto se ha traducido en una serie de actividades y talleres dirigidos a este grupo etario que tienen como fin la promoción del envejecimiento activo desde la creatividad y la expresión.

Dentro de los proyectos dirigidos a este segmento de la población, se encuentra el taller de artes escénicas, el cual se ha desarrollado en versiones anteriores, pero con diferentes metodologías y contenidos. Esta instancia fue sistematizada con base en generar puntos de encuentro entre la mediación artístico-cultural y el Trabajo Social, desde los elementos  de promoción de desarrollo humano existentes en las artes escénicas, las metodologías de mediación artística (que no distan mucho y que provienen de la Animación Sociocultural) y teniendo en la base la formación de audiencias.

La observación participante, las conversaciones informales, posteriormente registradas en el cuaderno de campo y la evaluación final del proceso, fueron las herramientas de recopilación de información y de rescate del proceso de trabajo. El grupo objetivo fueron 20 personas mayores de 60 años, provenientes de diversos talleres artísticos realizados por la unidad en años anteriores que convergieron en un solo taller el año 2017, el cual se denominó Taller de Artes Escénicas. La instancia formativa tuvo lugar dos veces a la semana, durante el último trimestre del año.

En esta última versión del taller, el trabajo se centró en la expresión en torno al teatro político de Bertolt Brecht, el cual tiene como principal objetivo generar y provocar el cuestionamiento del espectador respecto de lo que observa. Rompiendo con las formas dramáticas, propone una narración y puesta en escena en que obliga al espectador a estar alerta y aprender de lo que está viendo. En la experiencia del taller de artes escénicas el elemento dinamizador fue la creación y expresión colectiva por parte de los integrantes del grupo respecto de la puesta en valor del discurso de los adultos mayores y la realidad social del país.

Las sesiones se centraron  en un proceso de creación colectiva donde se construyó una puesta en escena denominada Lalane. La despedida de Benito, centrada en la muerte de Benito Lalane, persona de nacionalidad haitiana que falleció de frío en el año 2017. Por tanto, la puesta en escena corresponde íntegramente a la mirada y posición de los adultos mayores respecto de la migración en Chile. De esta manera, las artes escénicas pasaron a ser el canalizador social y político de la realidad, poniendo a la persona (en este caso, al colectivo de adultos mayores) como un sujeto de derecho y opinión.

 

3. PRINCIPALES APRENDIZAJES

Debido a las características del proceso y el interés de sistematizar la experiencia, la recolección de los datos se basó en métodos y herramientas que permitieron mantener una vinculación fluida con los participantes y generar una instancia de confianza entre el grupo y los facilitadores. La observación participante fue clave para el logro de este cometido, así como también los instrumentos de evaluación aplicados al final del proceso del taller. Los principales hallazgos se basaron en los siguientes ejes:

  1. Significación de las artes escénicas como vehículo para abordar de manera reflexiva las tensiones sociales actuales. Se pudieron  identificar 3 dimensiones de transformación o incidencia social a través de la experiencia: individual, grupal/ comunitaria y Política:

Individual. El teatro promueve el desarrollo de actividad física y cognitiva en la medida que el taller es un espacio de socialización en que, a través del training teatral, se incentiva el movimiento, la comunicación, la conciencia corporal y se fortalece la calidad de vida de las personas mayores. Tal como afirman Havighurst, Neugarten y Tobin (citados en Alvarado y Salazar, 2014), el envejecimiento óptimo va unido a un estilo de vida activo continuado. Las personas mayores deben prolongar todo lo posible sus actividades acostumbradas y buscar nuevas alternativas para aquellas otras que deban interrumpir por mandato de la edad.

Por otra parte, la acción misma de vivir una experiencia distinta a la rutina cotidiana, de alguna manera, les permite descubrir nuevas habilidades, reforzando positivamente su autopercepción. Entender que la adultez mayor es una parte más del ciclo vital, donde lo relevante es no estancarse, sino avanzar en la espiral del desarrollo psicosocial, es clave en este tipo de experiencias.

Grupal y/o comunitaria. La participación grupal permite adquirir y fortalecer habilidades sociales ya existentes, como por ejemplo el trabajo en equipo, el desarrollo de redes de apoyo entre los participantes, mejora la comunicación y otorga un sentido de pertenencia a un proyecto compartido con pares etarios, lo que sin duda es un importante factor preventivo frente a los factores de riesgo bio-psicosociales de esta etapa del ciclo vital. Respecto de esto, la ​teoría socio-emocional de la selectividad de Baltes y Carstensen (citados en Izquierdo, 2005), aporta un importante elemento, ya que se plantea sobre el supuesto ​de que las interacciones sociales están íntimamente relacionadas con la satisfacción subjetiva. Según esta teoría, se deben poner en marcha medidas reguladoras para seguir aplicando con eficacia los recursos vitales de que dispone la persona. La tesis fundamental de la teoría de la selectividad afirma que la persona debe seguir activando su entorno social, modificándolo y adaptándolo con el paso de la edad.

Política. A través del teatro, se promueve la participación social a través del ejercicio de la reflexión crítica, el análisis social y la creación teatral. Generar un trabajo que posteriormente permita ser comunicado determina un efecto multiplicador respecto del discurso elaborado. Sin duda, el teatro puede ser un canal creativo de desarrollo de un discurso social y político, pues humaniza la conceptualización del adulto mayor y lo transforma en un sujeto activo, proponente en la construcción de justicia social.

 

  1. La puesta en valor de las personas mayores, como sujetos de derecho y de opinión respecto de la temática de la migración (temática de creación colectiva). El proceso implicó una instancia de indagación por parte de los participantes, en fuentes noticiosas  que les resultaran relevantes. Una vez realizado este ejercicio se decidió trabajar a partir de la noticia correspondiente a la muerte de Lalane. En función de esto, los facilitadores del proceso promovieron la construcción de un discurso colectivo en torno a la temática de la migración en el contexto país. Este ejercicio permitió instalar en los adultos mayores un sentimiento de valor en cuanto al decir y opinar frente a una tensión social expuesta, de manera reflexiva y crítica. Cabe destacar que el proceso de construcción del discurso implicó instancias de conversación, revisión de autopercepciones y el surgimiento de tensiones entre los participantes, lo cual finalmente desembocó en una mirada grupal y la puesta en escena a través del teatro.

 

  1. El proceso de creación colectiva, es otro eje a destacar, el cual implicó en tiempo y rigurosidad, quizás un trabajo más intenso, que el que se hubiera llevado a cabo al adaptar un texto del teatro clásico, como se había trabajado en instancias anteriores.  Esto es porque esta metodología requiere de espacios de discusión y sistematización de las reflexiones, lo cual posteriormente se lleva a un texto teatral en constante transformación, con base en los ensayos y nuevas reflexiones en torno a los ejes centrales del texto. Esto tuvo importantes repercusiones individuales, ya que posicionar al adulto mayor a través del discurso promovió positivamente el autoconcepto y el fortalecimiento de las habilidades de expresión creativa de los participantes.

 

  1. Motivaciones personales por las artes escénicas. Es una de las bases primarias de la participación de los adultos mayores en estas instancias. La búsqueda de un desarrollo de habilidades creativas, espacios de socialización, actividad física y cognitiva, son aspectos muy presentes en sus discursos. En muchos de los casos, el gusto por las artes escénicas es parte de una veta vocacional previa, la cual ha podido ser desarrollada encontrándose en esta etapa del ciclo vital. Desde este punto de vista el Centro Cultural cobra relevancia, siendo simbolizado institucionalmente como un espacio de promoción de la participación de los adultos mayores. Por tanto, estas instancias sin duda significan un proceso de fidelización, base trascendental de la formación de audiencias.

 

4. TRABAJO SOCIAL Y MEDIACIÓN ARTÍSTICO-CULTURAL

El ejercicio de mediar responde a un objetivo mayor, el cual corresponde al legítimo ejercicio de la democratización cultural, lo cual lo transforma en una herramienta que permite el ejercicio del derecho a la cultura y el arte para todas las personas. Por lo tanto, podemos decir que la mediación artístico-cultural se configura políticamente como una acción orientada a promover la transformación social mediante la formación de audiencias.

La mediación artístico-cultural posee muchos componentes que la vinculan con enfoques socioeducativos. Si comenzamos desde la premisa de que el ejercicio de mediar da cuenta de un proceso de resignificación de la experiencia artística, podemos concluir que muchas de las herramientas utilizadas para una experiencia mediada buscan generar reflexión, análisis y, por ende, un ejercicio transformador individual y colectivo en torno a una creación o acción artística.

Desde el trabajo social, la utilización de metodologías de intervención socioeducativas es clave para el ámbito familiar, grupal y comunitario. Promover cambios en la realidad de las personas es parte de un proceso en que se intencionan acciones, se ponen en valor recursos y potencialidades y se construyen confianzas a través de la educación no formal e informal.

Aproximarse a la conceptualización del quehacer del trabajador social no es una tarea sencilla, sin embargo, si se tuviera que conceptualizar el ejercicio profesional, la definición que más se acercaría sería la desarrollada por la International Federation of Social Workers IFSW (2019), que propone los siguiente:

El trabajo social es una profesión basada en la práctica y una disciplina académica que promueve el cambio social y el desarrollo, la cohesión social y el fortalecimiento y la liberación de las personas. Los principios de la justicia social, los derechos humanos, la responsabilidad colectiva y el respeto a la diversidad son fundamentales para el trabajo social. Respaldada por las teorías del trabajo social, ciencias sociales, las humanidades y los conocimientos indígenas, el trabajo social involucra a las personas y a las estructuras para hacer frente a los desafíos de la vida y aumentar el bienestar.

Por tanto podemos aseverar que el Trabajador Social, dentro de un contexto de intervención grupal y comunitaria, puede perfectamente desempeñarse en intervenciones artísticas y culturales. Los aportes que se pueden generar desde la disciplina apuntan a facilitar grupos, desarrollar acciones mediadas entre comunidades y creaciones artísticas (conversatorios, talleres, material didáctico), desarrollar un enfoque territorial al trabajo realizado, desarrollar diagnósticos, proponer grupos de interés con base en criterios socioculturales, sistematización de experiencias y coordinación de equipos multidiciplinarios.

 

5. REFLEXIONES FINALES

El arte cumple un papel fundamental en la construcción de las sociedades, en cuanto posee una directa coherencia con el contexto social y político, así como también una herramienta de promoción de reflexión, análisis y desarrollo de los individuos. De ahí que la función del arte trascienda la barrera de lo estético y pase a ser un canal de comunicación colectiva al servicio de los grupos humanos. Sin embargo, ¿se logra esta tarea?, ¿cuál es el fin del arte y la cultura?, ¿es una herramienta funcional o una estrategia transformadora?

Como una manera de dar respuestas a estas preguntas se instala el concepto de formación de audiencias, como una vía ética y política de generar un acercamiento hacia el público, como foco de atención de las acciones, entendiendo el acceso a la cultura y las artes como un derecho de todos y todas. Es así como la mediación artístico-cultural se configura como una estrategia clave dentro del proceso de formación de audiencias, en la medida que permite vincular a las personas (públicos) con los creadores y sus obras mediante herramientas de educación no formal y de apreciación estética.

Sin embargo, y pese a lo expuesto, aún se está al debe en lo que respecta a las brechas de acceso, ya que, si bien existe una focalización y significación de las personas no solamente como meros espectadores, sino como agentes activos en el proceso de construcción cultural de nuestras sociedades, finalmente quienes acceden replican la desigualdad estructural del sistema social, lo que deja de manifiesto que cuando se refiere a acceso, no solamente se habla de factores económicos, sino también de una brecha multidimensional. Una tarea pendiente es generar desde los grandes centros culturales y referentes artísticos del país estrategias territoriales, de manera de influir la formación de audiencias a grupos y comunidades marginadas por el sistema sociocultural y su ideología.

Por otra parte es clave poner el foco de acción en grupos de interés de carácter etario, quienes poseen intereses y requerimientos propios del ciclo vital. Así es como sucede con el segmento adulto mayor, el cual exige una mirada y una política pertinentes dentro de los espacios culturales para promover la participación cultural de las personas de este rango etario. El ejercicio de mediación debe tener en cuenta las necesidades propias de los grupos de interés y las características que los definen.

Vivimos es una sociedad en que la exclusión social se rige por la estructura de producción, marginando a todo aquel que deja de ser útil productivamente. Que los espacios culturales tengan planes y programas dirigidos a los adultos mayores es clave, teniendo pleno conocimiento de las teorías que explican el desarrollo en esta etapa de la vida. Es necesario entender que las acciones de formación de audiencias deben ser pertinentes y con el objetivo de promover procesos de envejecimiento activo. Por tanto, la participación cultural en los adultos mayores pone en valor el tiempo de ocio, el cual es tiempo productivo y debe estar determinado por las necesidades e intereses de las personas mayores para su desarrollo y realización.

Todos estos esfuerzos deben tener una coherencia programática. Las transformaciones sociales son fruto de esfuerzos de largo aliento en que los intervinientes generan confianzas, intencionan aprendizajes, potencian habilidades y evalúan constantemente las acciones para dar un paso en la profundización del proceso. Básicamente, se trata de la dialéctica de la praxis social y cultural.

En lo que respecta al taller de artes escénicas, se ejecutaron versiones anteriores; sin embargo, la experiencia descrita fue más allá que un taller de formación en teatro. El objetivo final fue generar un espacio reflexivo, re-significar el rol social de los adultos y adultas mayores, poner al teatro como canal para deconstruir la realidad y construir una propuesta de proyecto social diferente. Es así como las artes escénicas se posicionan como una estrategia, una acción mediada entre los adultos mayores y la construcción de conocimiento colectivo. Se trata de cortar la brecha entre el público y la creación-expresión que otorgan las artes. Sin duda esta experiencia mediada posee una dimensión individual, comunitaria y política que sobrepasa el objetivo del arte por el arte y toma ribetes bio-psicosociales, sin descuidar la importancia de la calidad en el trabajo y el producto final.

Sin duda hay mucho que hacer todavía. Por lo mismo, dentro de los puntos a mejorar cabe destacar que estas acciones requieren una implicación institucional que permita dar continuidad a un proceso de fidelización de audiencias. Esto significa generar estrategias de precios (para las obras), marketing y comunicación específicos para este grupo etario,  por mencionar algunos aspectos. El desarrollo de talleres es relevante, pero una vez desarrollada la fidelización de los grupos, ¿qué sigue en el proceso de formación de audiencias? Desarrollar por parte de las instituciones estrategias y políticas sólidas y dirigidas a promover la participación cultural de los adultos mayores en etapas que vayan complejizando su implicancia en la cultura desde distintos flancos.

Sin duda, todo lo expuesto en el presente artículo invita a un desafío: se hace necesario complejizar el prisma con el que se mira la realidad y, por ende, generar equipos de trabajo interdisciplinarios con una mirada integral a la hora de aproximarse a la realidad al momento de analizar y proyectar acciones. En este contexto, cualquier experiencia puede tornarse tremendamente enriquecedora e integral para los actores sociales presentes en el proceso.

El arte para el trabajo social es la prueba clara de que el profesional no es solo un objeto de ejecución técnica de procedimientos y aplicación de programas y proyectos reducidos a metas e indicadores, sino un actor pensante, creador de conocimiento, intuitivo, crítico y líder de espacios artístico-culturales. Como lo expresa Suárez (2014), lo importante es que en el Trabajo Social convergen ciencia, tecnología y arte. Mientras la ciencia aporta el conocimiento y un lenguaje conceptual decisivo (el saber), la tecnología tributa y transporta ese lenguaje a acciones igualmente decisivas en el cambio instrumental (el hacer); por su parte, el arte contribuye con la impronta de la emoción y la sensibilidad que subyace a todo problema humano (el ser).

El trabajador social es un agente clave a la hora de contextualizar el trabajo con grupos marginados, otorgar una mirada social y estética de la realidad y fomentar contenidos acordes a las necesidades del contexto; poner al servicio métodos concretos de intervención con grupos y comunidades para la formación de audiencias de manera respetuosa y pertinente. Por tanto, estamos frente a una puerta que se abre para la acción sentipensante​ del trabajador social.

 

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