Autor
Juan Luis Montoya Delgadillo.1
Resumen
El desencanto de los jóvenes ante la política es visto como un fenómeno social que se explica a través de la teoría de los campos de Pierre Bourdieu. Una visión que toma consistencia cuando, a través de la visión de Max Weber y Alain Touraine, se plantea como una expresión que no se condice con las diversas expresiones sociales y las reivindicaciones que estos actores exigen ante la élite política de nuestro país. Estamos frente a un milagro social que nos permite creer, más que nunca, en los grandes promotores de las necesarias transformaciones que necesita Chile hoy en día.
Abstract
Young people’s dissapointment about Politics, is seen as a social phenomenon that is explained through Pierre Bourdieu’s theory of social fields. A vision that takes consistency when, through Max Weber and Alain Touraine’s insights, is presented as an expression that is not inconsistent with the various social expressions and claims that these actors demand from the political elite of our country. We are facing a social miracle that make us believe, more than ever, in the great promoters of the necessary transformations that Chile needs today.
Antecedentes
El presente artículo se enmarca en la investigación desarrollada en el curso doctoral “Paradigmas Teóricos de los Problemas Sociales. De Merton a Nuestros Días”, que impartió el Académico Dr. Pedro Castón Boyer, del programa de Doctorado “Análisis de los problemas sociales en las sociedades avanzadas”, de la Facultad de Ciencias Políticas y Sociología, Departamento de Sociología de la Universidad de Granada (UGR), España.
Metodología
La metodología se centra en la utilización de la teoría de los campos de Pierre Burdieu a partir de las movilizaciones sociales ocurridas en Chile y mayoritariamente compuestas por jóvenes que demandan cambios, en especial en materia educacional.
Los jóvenes se constituyen en objeto de estudio y la herramienta de análisis es la participación social. De allí que la teoría de los campos sea un mecanismo sociológico-político que permite asignar una lógica al fenómeno de los movimientos sociales situándolo en un contexto epistemológico acotado por autores como Marx, Weber, Lenk y Touraine.
Resultados
Los resultados son auspiciosos. De hecho, uno de los análisis que establece el artículo es el de un milagro social. Un quiebre del fetichismo social que consolida el habitus. Una transformación cultural que termina con el egoísmo como motivación y consigna social. Una reacción al neoliberalismo de un actor primigenio que reorienta el fenómeno comprensivo del acto social.
Discusión y conclusiones
La autonomización del campo de producción ideológica desde ya genera un amplio debate, que va desde los roles de los actores sociales a los tipos de compromisos que adoptan las diversas instituciones que participan de la dinámica social. Gobiernos, mecanismos e instancias de representación de los jóvenes y de los estudiantes, partidos políticos y la sociedad en su conjunto, son parte de esta discusión. Se impone la lógica específica de la legitimidad que, fundada en el desconocimiento, conlleva la autocelebración. Es una práctica que evidencia una estrategia de dominación del campo político centrada en el alto protagonismo que tienen los profesionales, llegando a monopolizar la creación de estructuras políticas. Más que los miembros de las clases dominantes, que se conforman con asociaciones, con grupos de presión o con asociaciones partidistas. Es una organización que toma característica incluso de tipo clientelístico, desde la perspectiva gramsciana.
Finalmente, señalar que más que una conclusión en particular, que de hecho plantea el surgimiento de un nuevo movimiento social, el artículo en cuestión invita a una reflexión sobre el cambio y el rol que juegan los jóvenes como parte fundamental del Chile de mañana. Cómo establece Bourdieu, se trata de un sentimiento de furor legítimo contra la invasión neoliberal y el mito de la mundialización que tantos políticos e intelectuales proponen como inevitable. El autor nos coloca en alerta y nos invita a inventar nuevas formas de expresión y de movilización, como las que han llevado a cabo los movimientos estudiantiles en nuestro país.
Solo en las sociedades democráticas se forman los movimientos sociales, pues la libre oferta política obliga a cada actor social a buscar el bien común al mismo tiempo que la defensa de intereses particulares.
Alain Touraine.
Así resume Touraine los nuevos mecanismos de participación y representatividad política de los jóvenes en Chile. Dicho fenómeno de expresión social se analiza a partir de la visión que realizan tres grandes exponentes de la sociología contemporánea: Max Weber, Pierre Bourdieu y Alain Touraine, quienes han generado una serie de discusiones sobre el surgimiento de los movimientos sociales y el rol que estos tienen o han tenido en el acontecer político local. Necesariamente nos conducen, en una primera instancia, a lo que señala la sociología electoral, que evalúa el comportamiento de los ciudadanos como el resultado de la interacción de todos los elementos configuradores del sistema político y, en especial, de ciertos actores que tienen hoy un marcado protagonismo: los jóvenes, y de cómo éstos tienen representatividad y participación en distintos movimientos sociales que no necesariamente poseen características tradicionales, pero que sí denotan prácticas de relación entre el sujeto y la estructura social.
Al votar, que es la ejecución práctica de la voluntad ciudadana, se manifiestan preferencias que hacen coincidentes la oferta y la demanda política, desde la producción del campo ideológico, campo de lo pensable políticamente o problemática legítima. Los agentes sociales están definidos por una competencia política específica (Bourdieu, 1998). En este sentido, los jóvenes manifiestan desencanto frente a dicha oferta política, pero en ningún caso no existe participación ni representatividad social, la que se manifiesta en expresiones propias de lo que es el surgimiento de movimientos sociales que tienen diferentes formas de expresión cultural, pero no necesariamente partidistas, esto desde la perspectiva de los cánones tradicionalistas imbuidos en una lógica obsoleta que asocia la participación e inclusión social juvenil con la voluntad manifiesta de participación electoral.
Del habitus juvenil a la abulia y el desencanto como estrategia de protesta y conflictividad social
Cómo entender el comportamiento de los jóvenes que se circunscriben a un habitus (en el que se une el sujeto y el objeto) que compagina la libre iniciativa de este grupo social con la influencia que constantemente hace el sistema social sobre ellos. Muchas veces, y ante ello los adultos, que también desarrollan el habitus de la experiencia y de la madurez, utilizan el miedo, entendido como una expresión manifiesta y simbólica de la autoridad, para legitimar un determinado status quo. Sin duda esto no es nuevo. Kurt Lenk ya hace referencia a lo planteado por Spinoza en el prólogo de su Tratado Teológico Político, que el temor legitima formas institucionales. Incluso es posible ir más lejos y plantear mecanismos de constricción que consuman la incesante reglamentación de todos los impulsos individuales, y la coacción interiorizada preste a aquellos la apariencia de la libertad, pues el orgullo de los sometidos les impide rememorar el origen de su mundo de creencias. Es la afirmación y aceptación de un aparente destino que se manifiesta como el resultado de una libre decisión de la voluntad. Es como si las instituciones sociales existentes generaran efectos sobre la conducta de los individuos. Marx, en la primera de sus tesis sobre Fehuerbach, sostiene un determinismo del medio. La realidad, lo sensible, es aprehendida sólo en la forma del objeto o de la intuición, pero no como actividad humana sensorial, como praxis; no de manera subjetiva (Lenk, 1982). Estamos en presencia de una diada que toma características dicotómicas que, según la perspectiva de Bourdieu, configura un constructivismo estructuralista. Un mecanismo de delegación de poder que, a través de mecanismos de transferencia, aparentemente les da a los jóvenes un mandato. Se trata de la construcción de un pensamiento en términos de delegación. Es una suerte de círculo original de la representación. El grupo representado, simbolizado, existe y hace existir a su vez a su representado como representante de un grupo. Desde esta perspectiva, los jóvenes se harían representantes de intereses ya adscritos por los adultos, que son los que en definitiva tienden al monopolio de la producción del campo (Bourdieu, 1990). Un fetichismo social que parece no deber a ellos mismos una existencia que los agentes sociales les han dado. Los mandantes adoran a su propia criatura (Bourdieu, 1987).
La representación se ha distorsionado en las últimas décadas, y la intención de dicha afirmación no es la de establecer responsables, aun cuando haya actores sociales que sean indicados como referentes cercanos, por ejemplo líderes políticos. También hay una crítica solapada a lo que es el rol del Estado, que establece políticas educacionales que no incentivan el desarrollo de una voluntad reflexiva. Max Weber, al respecto, considera la representación como una forma de relación social por la que la acción de un partícipe determinado se imputa a los demás. El comportamiento individual posee una dimensión irreductible y es una posición intermedia entre racionalismo y reduccionismo.
En la acción está incluido todo comportamiento humano al que el individuo actuante atribuye algún significado subjetivo y en la medida en que se lo atribuye. Pero en la acción toma en cuenta el comportamiento de los otros y, de tal modo, es orientado en su curso. O sea, tanto las probabilidades como las consecuencias, para bien o para mal, recaen sobre todos. Se ha ocultado la representación, en dicho sentido, por multitud de cuestiones de las cuales la más común es la toma de conciencia (Bendix, 1979). Es así como en nuestro país los jóvenes van asumiendo una postura que es la de justamente no hacerse parte del sistema o del campo social y político, no dejarse inculcar el dominio práctico de la lógica inmanente del campo político. Es un abierto rechazo a un habitus convencional, generado por profesionales, que autonomizan el campo de producción ideológica por la elevación del derecho de ingreso al campo y, en lo medular, por el fortalecimiento de las exigencias en materia de competencia general o, inclusive, específica, lo que permite explicar la creciente influencia de profesionales formados en instituciones de alta preparación. Por ejemplo, las universidades (Joignant, 1990). Al respecto, Touraine nos señala que hay transformaciones, en especial en el ámbito de la cultura, en torno a cómo se configura la naturaleza de estos nuevos protagonistas, los jóvenes, que rompen el esquema preconcebido del campo y se expresan libremente en la acción, como la puesta en marcha del atributo creativo del ser humano, el que se expresaría colectivamente en un trabajo. La acción social, para Touraine, no estaría entonces determinada por el ajuste lineal entre medios y fines, ambos podrían resultar incluso reinventados por el sujeto, ejerciendo su margen de libertad en un movimiento conflictivo perpetuo que produciría a la sociedad desde sí misma y no desde una especialización de roles ajustados a supuestos valores universales; así, el actor no sería el que obra con arreglo al lugar que ocupa en la organización social, sino aquel que modifica el ambiente material y, sobre todo, social en el cual está colocado al transformar los criterios de decisión, las relaciones de dominación o las orientaciones culturales (Touraine, 1969).
Los jóvenes están replanteando un esquema social que efectivamente cuestiona una forma de “hacerse parte de”, para vindicar el “sentirse parte de”, transformando las formas de participación política, que si bien se manifiestan en términos prácticos, como podría ser la participación electoral y política, también utiliza una objetivación de la lógica sectorial. Estas lógicas tienen peso en los procesos que producen y mantienen la percepción de las relaciones sociales sectoriales, como hechos con una realidad externa y coaccionante con respecto a quienes se identifican dentro de esta lógica (Dobry, 1988). La respuesta más mediática a esta situación aparente es que los jóvenes no se hacen parte del campo, pues no es la representación fidedigna de una democracia de calidad, entendiendo por tal no sólo el acto procedimental que permite cada cierto tiempo renovar autoridades; la democracia es el espacio que debe posibilitar que todos y cada uno de los integrantes de la sociedad participe, de acuerdo a sus respectivos intereses y motivaciones, en la construcción de un ethos común. Por esto, una democracia de calidad es aquella que valora, por una parte, el conjunto de experiencias de participación que en el mundo juvenil son variadas y numerosas; y por otra parte, ofrece certezas institucionales de que ciertos principios, como la igualdad y la libertad, tienen efectiva expresión en el ordenamiento político y en las leyes electorales (Junyent, 2002).
Es el campo, desde la perspectiva de Bourdieu, lo que no está permitiendo que los jóvenes, o por lo menos un número importante y significativo de ellos, se sientan partícipes de la aparentes bondades que ofrece dicho campo. Incluso se utilizan juicios de valor para calificar este tipo de conductas, lo que sin duda se aleja de todo tipo de análisis racional y sociológico de la problemática. Por ejemplo, se sostiene que los jóvenes son “egoístas”. Ante ello, la sociología durante las últimas dos décadas utiliza modelos de decisión racional, especialmente aquellos que asumen el egoísmo como motivación. Se sostiene el principio del reclutamiento mediante grupos y redes (González, 1991), lo que viene a reafirmar lo señalado por Bourdieu y, en particular, por Touraine, aun cuando este critica al primero, que en forma plausible nos ayuda a entender que sí existen mecanismos de participación, pero no en base a la lógica de la estructura dada por el campo, sino más bien a la reproducción de la desigualdad social en el contexto de la modernidad y principalmente en lo que dice relación con los procesos de exclusión, que para el caso de los jóvenes en Chile no es un asunto estrictamente económico, sino más bien cultural y social. Los Jóvenes sí se expresan en prácticas simbólicas y estilos de vida, de hecho en forma muy constante y reiterativa, pero es la visión y la percepción de lo que los jóvenes son lo que produce la distorsión con sus formas de expresión que constantemente desarrollan una crítica a los grupos privilegiados (Olson, 1992), generándose roces entre los propios jóvenes. El miembro incentiva el bien colectivo, lo que hace que muchos pares, es decir jóvenes, cuestionen a otros jóvenes por su abulia o desinterés frente a temas relevantes.
La denominada revolución de los secundarios prácticamente obligó a muchos actores, incluidos los agentes tradicionales de la política, a sumarse a las movilizaciones estudiantiles. Estamos en presencia de un milagro social (Bourdieu, 1999). La experiencia juvenil es una reacción al neoliberalismo existente en el sistema educacional chileno, o por lo menos así comenzó en Chile, donde una educación de calidad es la consigna de la modernidad. De allí la necesidad de reflexionar sobre la idea de individuo, transformando con ello a la sociología en una sociología del sujeto, un actor primigenio que reorienta el fenómeno comprensivo del acto social. Desde una perspectiva Weberiana, es la dimensión irreductible que define el comportamiento individual (Weber, 1984). En la acción está incluido, sostiene Weber, todo comportamiento humano. Es una acción significativa, un continuo entre innovación y aceptación (Bendix, 1979). Y es eso efectivamente lo que ocurre: los jóvenes aceptan su desenvolvimiento en un campo social determinado, por ejemplo la educación, pero se revelan ante él. Es la lucha contra el sometimiento que sostiene Bourdieu, el nudo que se teje con ideas contenidas en un lenguaje que nos revela el conocimiento de la relación interior establecida por el sujeto con la sociedad (Touraine, 2002). Es una revelación del individuo que objetiva el movimiento social, lo que por una fictio juris típica de la magia social permite una simple collectio personarum plurium, existir como persona moral, como un agente social (Bourdieu, 1987). Un agente que se siente limitado por las características mismas del campo político, que sólo da la posibilidad de elegir entre prácticamente dos alternativas, genera el sistema binominal de elección. Dicha estructura política no promueve la adaptación de los movimientos políticos a las demandas del electorado, sino que, más bien, genera la exigencia a los electores de seleccionar una de las dos alternativas mayoritarias propuestas o simplemente renunciar a la expectativa de ser representado. Esto sin duda desincentiva la búsqueda juvenil de representación política, más aún si atendemos a la multiplicidad de expresiones y variedad cultural entre los jóvenes chilenos actualmente. Por ello es preciso avanzar hacia un sistema político de representación que permita una elección real, un vínculo más simétrico entre representantes y representados, y un equilibrio adecuado entre mayorías y minorías, pues el imperativo de resguardar los derechos de las minorías no puede ni debe ser confundido con un sistema en que la búsqueda de referentes políticos mayoritarios vulnere el principio democrático de la representatividad (Junyent, 2002), situación que efectivamente se da en nuestro país y que produce desencanto en la imposibilidad que genera el campo político.
Consideraciones finales: en torno al surgimiento de un nuevo movimiento social juvenil.
Estamos en presencia del surgimiento de un nuevo movimiento social que tiene como grandes protagonistas a los jóvenes, estudiantes que han tomado conciencia de su rol en la modernidad, activos y dinámicos frente a una coyuntura educacional que recrea la desigualdad. Un habitus que reafirma el posicionamiento de los grupos de poder tradicionales que a su vez recrean las estructuras sociales tradicionales y que han sido, en definitiva, las motivaciones para generar el cuestionamiento y la crítica que realizan los jóvenes en nuestro país. Es la autonomización de un campo de producción ideológica que desde ya genera un amplio debate, que va desde los roles de los actores sociales a los tipos de compromisos que adoptan las diversas instituciones que participan de la dinámica social. Se impone una lógica específica de legitimidad que, fundada en el desconocimiento, conlleva la autocelebración. Es una práctica que evidencia una estrategia de dominación del campo político centrada en el alto protagonismo que tienen los profesionales, llegando a monopolizar la creación de estructuras políticas. Más que los miembros de las clases dominantes, que se conforman con asociaciones, con grupos de presión o con asociaciones partidistas, es una organización formada en centros tradicionales de alta preparación y que toma característica hasta de tipo clientelístico, desde la perspectiva Gramsciana, como referíamos anteriormente. Es la provocación de un replanteamiento de las estrategias políticas tradicionales y, en particular, un replanteamiento de todo el campo político, un cuestionamiento que tiene como eje estructural la representación y participación de los jóvenes, y de los estudiantes, en dicho campo, monopolizado por expertos y profesionales, generacionalmente adultos, que fijan y concentran los medios de producción políticos en torno a sus propias competencias e intereses específicos. Los jóvenes han cuestionado dicho protagonismo, pues se han expresado en cuanto a una estrategia de confrontación social creativa en el ámbito de la cultura, con distintas formas estéticas y de agrupación social que dan una perspectiva distinta a una sociedad que se niega a escucharlos, a aceptarlos, a apreciar la diversidad y, a partir de ello, reposicionar al sujeto frente a la complejidad social. Un sujeto que es actor y que se siente y se asume protagonista de transformaciones estructurales complejas. Un muy buen ejemplo de esto es cómo, luego de todas las protestas y movilizaciones estudiantiles, estos se convierten en agentes que ejercen un control regularizador y organizador sobre sus propias actividades, fiscalizando al gobierno y sus autoridades, advirtiendo sobre lo recomendable de los cambios necesarios a introducir en la educación para que esta se transforme en una herramienta que dé oportunidades a todos los jóvenes en nuestro país. Es un llamado de atención frente a esta mercantilización que experimenta el sistema educacional, que tiende a minimizar al sujeto frente a la sociedad. Es la búsqueda de una solución ética, que generalmente el sistema educacional no entrega, pero que sí proclaman sus más importantes actores: los jóvenes, quienes comprenden que el campo político tiene intereses específicos, intereses definidos por la lógica del juego político y no por los mandantes del sistema. De allí que los jóvenes, al no sentirse representados, no se hagan partícipes de dicho campo, lo que no necesariamente implica que no se hagan partícipes creativa e innovadoramente del sistema social. El espacio social también tiene sus dominantes y dominados, generando una correspondencia entre ambos: el campo político y el espacio social (Bourdieu, 1987). Los jóvenes son el segmento que más participa en diversos tipos de actividades, las que comúnmente no se toman en cuenta o no se reconocen a nivel social. Su participación en organizaciones sociales, públicas y privadas, fortalece y potencia el desarrollo de la democracia. Entonces, cuando se habla de la apatía de los jóvenes, se hace referencia a su nivel de participación en los procesos eleccionarios, estableciendo erróneamente el grado de participación que ellos tendrían al interior de la sociedad (Participa, 2003). Nuestro desafío es, por lo tanto, encantarlos y sumarlos también a los procesos políticos formales que legitimen su visión de la sociedad. Más participación, pero menos incredulidad frente al tema político y, más específicamente, a la oferta partidista. Estamos así en presencia del surgimiento de un movimiento social innovador, que decanta a través de diferentes formas y estrategias, y que destaca la acción individual y social, reconociendo la importancia del comportamiento dirigido hacia el otro y con referencia al grupo, con una representación política que tendencialize el monopolio del mismo en función de intereses específicos y representativos de los jóvenes y de los estudiantes.
Finalmente, cabe señalar que, si bien los jóvenes y los estudiantes son el objeto de estudio, la herramienta de análisis sociológico es la reflexión sobre el cambio y el rol que juegan como parte fundamental del Chile de mañana. Es el sentimiento de un furor legítimo contra la invasión neoliberal y el mito de la mundialización que tantos políticos e intelectuales proponen como inevitable (Bourdieau, 1990). Aquello nos coloca en alerta y nos invita a interpretar las nuevas formas de expresión y de movilización como las que han llevado a cabo los movimientos estudiantiles en nuestro país.
Referencias
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