Autor
Cristóbal Dauvin Herrera.1
Denise Oyarzun Gómez.2
Resumen
En Chile la protección social dirigida a personas en situación de pobreza y extrema pobreza se ha desarrollado a través de programas de acompañamiento psicosocial como el programa Puente y familias. Los programas se ejecutan con un apoyo familiar. Frecuentemente es un Trabajador Social quien establece un vínculo entre la institucionalidad pública y las familias, potenciando su capital humano y social. El objetivo de esta investigación es caracterizar el rol socioeducativo del apoyo familiar en los programas de acompañamiento psicosocial con familias en extrema pobreza en Chile. Para ello se realizó un estudio de caso con la técnica de recopilación documental de leyes y manuales referidos a los programas de acompañamiento. Los resultados muestran que el apoyo familiar centra la intervención social en cuatro características: su rol socioeducativo, el vínculo de apoyo, las conversaciones sistémicas y el autoconocimiento de las familias. Se concluye que el apoyo familiar utiliza modelos de intervención innovadores y pertinentes a la situación de cada familia, y que además desarrolla una serie de competencias transversales en su quehacer profesional.
Abstract
In Chile social protection aimed at people living in poverty and extreme poverty it has developed through psychosocial support programs like the Bridge and Families. The programs are run with a Family Support which is often a social worker who establishes a link between public institutions and families by enhancing their human and social capital. The objective of this research is to characterize the socio role of Family Support Programs Psychosocial Accompaniment with families in extreme poverty in Chile. To do a case study with the technique of documentary collection laws and manuals referred to was made Companion Programs. The results show that the Family Support social intervention focuses on four characteristics as its social and educational role, the link support, conversations and self systemic families. It is concluded that the Family Support uses models of innovative and relevant to the situation of each family intervention and also develops a series of transversal skills in their professional work.
INTRODUCCIÓN
En Chile la protección social se organiza como una red articulada de programas sociales y políticas sectoriales que combinan componentes contributivos y no contributivos diseñados para ofrecer protección estatal de por vida para los diferentes grupos de la población. Integra políticas de asistencia social para la población más pobre y vulnerable, así como también políticas destinadas a universalizar el acceso y fomentar la demanda de servicios sociales de salud, educación, vivienda y empleo (Robles, 2013a).
Estas políticas sociales surgen en el siglo XXI y se desarrollan en el contexto de una ciudadanía más consciente y demandante de sus derechos (Hardy, 2011; Larrañaga, 2010). El cambio de concepción en la política pública se caracteriza por la reducción sistemática de los índices de pobreza y la transición del perfil sociodemográfico de la población, configurando nuevos grupos susceptibles de la acción del Estado.
La pobreza tradicional da paso a una moderna, con mayores niveles de escolaridad, mejores indicadores de salud, acceso a mejores condiciones de habitabilidad y servicios sociales básicos, pero con bajos ingresos y empleos precarios derivados de los mercados laborales volátiles, poco desarrollados y cambiantes (Hardy, 2011; MIDEPLAN, 2009). En este escenario, marcado por la mayor visibilidad de nuevos grupos vulnerables, las políticas sociales se tornan medidas anticipatorias y correctivas para el fortalecimiento del capital humano y social, la seguridad laboral y la asistencia social (Cecchini y Martínez, 2011; MIDEPLAN, 2009).
En el año 2002 en Chile se crea el primer programa de acompañamiento psicosocial latinoamericano, denominado Puente, entre la familia y sus derechos. Esta política social se orienta a intervenir la extrema pobreza por medio de modelos de intervención innovadores y pertinentes a la realidad nacional (Cecchini y Martínez, 2011; Larrañaga, 2010; MIDEPLAN, 2009; Palma y Urzúa, 2005). La principal característica de esta política es la conexión entre las familias y un interventor social, denominado apoyo familiar. El profesional es un vínculo con la institucionalidad pública, potenciando el desarrollo de capital humano, social y la autonomía progresiva frente a las condiciones estructurales de pobreza (MIDEPLAN, 2002; Palma y Urzúa, 2005).
El Ministerio de Planificación (MIDEPLAN, 2009) define a los programas de acompañamiento psicosocial como una intervención socioeducativa que, por medio de la consejería e intermediación, motiva y apoya a la familia en la reorganización de sus recursos y prioridades en relación con instituciones y redes de apoyo, facilitando la transición hacia procesos de integración social.
Los programas de acompañamiento psicosocial, por 14 años, han sido el eje de la política social contra la pobreza en Chile. Durante estos años, los gobiernos han ido modificado los marcos teóricos que sustentan su intervención, pero la estrategia formulada el año 2002 se mantiene inalterable. Al año 2015, el programa ha intervenido al 10,8% de la población nacional y exportado su experiencia a otros países de América Latina, África y Asia (Calero, 2013; Cecchini y Martínez, 2011; Hardy, 2011; Larrañaga, Contreras y Cabezas, 2014; MDS, 2015; MIDEPLAN, 2009; Palma y Urzúa, 2005). Así, el objetivo de esta investigación es caracterizar el rol socioeducativo del apoyo familiar en los programas de acompañamiento psicosocial con familias en extrema pobreza en Chile.
PROGRAMAS DE ACOMPAÑAMIENTO PSICOSOCIAL
En Chile, el marco de la protección social para familias en situación de pobreza se inicia en el año 2000. En materia social, la Encuesta de Caracterización Socioeconómica (CASEN) alertaba sobre el estancamiento en la reducción de la pobreza, característica de la década anterior, enfatizando el aumento de la indigencia en el bienio que alcanzaba a un 5,6% de la población (Palma, 2005; Palma y Urzúa, 2005; Robles, 2013b).
En el gobierno del expresidente Ricardo Lagos Escobar, desde el Ministerio de Planificación (Ministerio de Desarrollo Social a partir del año 2011 por la Ley N° 20.530), en conjunto con instituciones públicas y privadas, se diseña la estrategia de intervención integral a favor de familias en extrema pobreza. Su diagnóstico señalaba que nuevos patrones sociodemográficos habían generado un núcleo de pobreza dura no permeable a los programas sociales convencionales. Además, la focalización de la oferta pública no era lo suficientemente exitosa al interior de la pobreza. Los beneficios sociales se entregaban sobre la base de la demanda, quedando sin acceso los indigentes (MIDEPLAN, 2002, 2009; Palma y Urzúa, 2005; Robles, 2013b).
Las intervenciones basadas en transferencias monetarias no eran suficientes para intervenir las causas asociadas a la generación, mantención y reproducción de la pobreza. Era preciso implementar estrategias que abordaran otros aspectos, que impactaran simultáneamente los distintos ámbitos de la vida familiar. Además, se orienta a organizar las políticas y programas sobre la base de la oferta emanada desde el Estado (Palma y Urzúa, 2005).
La estrategia propuesta se configuró en torno a la familia como nueva unidad de intervención, reconociendo en ella un espacio privilegiado para generar procesos de desarrollo y promoción vinculados a la superación de la pobreza. Como satisfactor principal se estableció la vinculación de las familias con un interventor social, quien debía ser un conector con las redes locales e institucionales y además debía fomentar el desarrollo de procesos que permitieran mejorar el capital humano y social de la familia, potenciando su autonomía progresiva (MIDEPLAN, 2002).
La publicación de la estrategia de intervención integral a favor de familias en extrema pobreza es un hito en materia de protección social en Chile, proponiéndose como su primera aplicación el programa Puente (MIDEPLAN, 2002; Palma y Urzúa, 2005; Robles, 2013b). El programa Puente, entre la familia y sus derechos (nombre legal de la iniciativa) se comienza a implementar en enero de 2002 como experiencia piloto a cargo del Fondo de Solidaridad e Inversión Social (FOSIS) en cuatro regiones de Chile (57 comunas). Su objetivo era generar oportunidades y proveer los recursos que permitan a las familias en extrema pobreza recuperar o tener acceso a una capacidad personal y resolutiva eficaz en su entorno personal, familiar, comunitario e institucional (Larrañaga y Contreras, 2010; MIDEPLAN, 2009).
El programa Puente es el componente principal del Sistema de Protección Social Chile Solidario, y es definido como su puerta de entrada. En conjunto con sus otros elementos, bono de protección, subsidios monetarios garantizados y acceso a oferta preferente, se combinan elementos de la asistencia y promoción social desde una perspectiva innovadora (Larrañaga y Contreras, 2010; MIDEPLAN, 2009; Palma y Urzúa, 2005; Robles, 2013b). En mayo de 2002, el presidente de la República anuncia su creación y extensión a todo el territorio nacional. Dos años más tarde se transforma en política de Estado a través de la promulgación de la Ley N°19.949 del 17 de mayo de 2004, aprobada por unanimidad en el Congreso Nacional (Congreso Nacional, 2009a; Larrañaga y Contreras, 2010; Palma y Urzúa, 2005).
El desarrollo del acompañamiento psicosocial se traduce en la implementación del programa Puente, definido como un servicio continuo de orientación, consejería e intermediación a través de sistema de visitas periódicas. La intervención tiene una duración de 24 meses, durante los cuales un interventor social (apoyo familiar) se compromete a acompañar en su domicilio a las familias, utilizando una metodología que consiste en una secuencia progresiva de conversaciones (21 sesiones de trabajo) que busca abordar diversos aspectos de la vida familiar (Congreso Nacional, 2004; Daher y Jaramillo 2016).
La intervención comienza con la firma de un contrato familiar entre las partes, a través del cual el Estado se obliga a entregar los bienes y servicios a que tienen derecho las familias participantes y estas se obligan a cumplir con las tareas asignadas por sus apoyos familiares. Se organiza en torno al cumplimiento de 79 condiciones mínimas agrupadas en siete dimensiones (identificación, salud, dinámica familiar, educación, habitabilidad, trabajo e ingresos) (Larrañaga, Contreras y Cabezas, 2014; MIDEPLAN, 2009).
En el transcurso de la intervención, el apoyo familiar orienta y vincula a la familia con la estructura de oportunidades, posibilitando el logro de las condiciones mínimas de calidad de vida y fortaleciendo capacidades de autogestión y autonomía, incidiendo en la forma en que las personas tienden a vincularse con sus pares, su entorno y la red institucional disponible (FOSIS, 2009; Larrañaga y Contreras, 2010; Robles, 2013b).
El programa es ejecutado por las municipalidades y administrado y asistido técnicamente por FOSIS. El programa Puente se extendió entre 2002 y 2014, siendo el último año de ingreso de familias el año 2012. Durante ese período fueron atendidas 546.096 familias correspondientes al 8,6% de la población nacional (Larrañaga, Contreras y Cabezas, 2014).
A partir del año 2006, la consolidación de una red de apoyo a la integración social en todo el territorio nacional y la instauración de un instrumento de focalización social, denominado Ficha de Protección Social, permitió incorporar de manera paulatina a otros sectores no pobres, pero con vulnerabilidades específicas, al sistema Chile Solidario a través de programas de acompañamiento psicosocial especializados. La estrategia de intervención integral a favor de familias en extrema pobreza tuvo una nueva aplicación práctica en la implementación de programas como Vínculos, Calle y Abriendo caminos (Daher y Jaramillo 2016; Hardy, 2011; Larrañaga, Contreras y Cabezas, 2014; MIDEPLAN, 2009).
El año 2012, en el gobierno del expresidente Sebastián Piñera Echeñique, el Sistema Chile Solidario fue reemplazado por la promulgación de la Ley N° 20.595 que crea el Subsistema Seguridades y Oportunidades, dirigido a las familias vulnerables y de extrema pobreza del país (Congreso Nacional, 2012a; Larrañaga, Contreras y Cabezas, 2014).
La modificación se fundamenta en los resultados de la encuesta CASEN, que visualiza el aumento de la extrema pobreza en un 2% entre los años 2006 y 2009 (Kast, 2013; Larrañaga, Contreras y Cabezas, 2014) y en los resultados de las evaluaciones realizadas al Sistema Chile Solidario, que muestran que la intervención no lograba aumentar el nivel de ingreso y acceso al empleo de las familias atendidas (Galasso, 2006; Galasso y Carneiro, 2008; Larrañaga, Contreras y Ruiz Tagle, 2009; Perticara, 2007).
La nueva estrategia se basa en las recomendaciones del Consejo Asesor Presidencial Trabajo y Equidad, entregando mayor protagonismo al componente laboral. El supuesto empírico señala que el trabajo es el mayor determinante para la movilidad social y entrega una salida sostenible de la pobreza (Gobierno de Chile, 2008; Kast, 2013; Larrañaga, Contreras y Cabezas, 2014). Se estructura con base en tres componentes: acompañamientos, transferencias monetarias y servicios y prestaciones sociales (Arellano, 2013; MDS, 2015).
Su funcionamiento comienza el año 2013, con la puesta en marcha del componente de acompañamiento (una nueva aplicación práctica de la Estrategia de Intervención Integral a Favor de Familias en Extrema Pobreza), denominado en un primer momento Ingreso Ético Familiar, actualmente Programa Familias (Congreso Nacional, 2012a; Larrañaga, Contreras y Cabezas, 2014; MDS, 2015).
La nueva aplicación práctica de la estrategia en el programa Familias combina el acompañamiento psicosocial (desarrollado e institucionalizado por más de 10 años en el país) con el sociolaboral (principal innovación introducida por el nuevo Subsistema Seguridades y Oportunidades). Los nuevos acompañamientos, si bien son intervenciones de distinta naturaleza, trabajan mancomunadamente en la consecución de sueños familiares, por medio de metas y acciones (Arellano, 2013; MDS, 2014; MDS, 2014b; MDS, 2015).
El acompañamiento psicosocial es una intervención que busca promover en las familias el desarrollo de sus habilidades y capacidades para alcanzar la inclusión social y desenvolvimiento autónomo en la estructura de oportunidades. Este objetivo se logra por medio de la intervención del apoyo familiar en el domicilio de las familias. El programa considera 19 sesiones con una frecuencia decreciente, durante 24 meses. Se trabaja en la elaboración y cumplimiento de un plan basado en sueños y metas familiares, pero el fin último de la intervención es la activación o refuerzo de recursos pertenecientes a los capitales humano, social, familiar, físico y financiero (Arellano, 2013; Larrañaga, Contreras y Cabezas, 2014; MDS, 2014; MDS, 2015).
El programa está dirigido a personas mayores de edad y en condiciones de trabajar que no se encuentren estudiando o, en caso de estarlo, cuyos estudios sean compatibles con la participación en el programa (Arellano, 2013; MDS, 2015). Se estructura con base en un proceso de acompañamiento y asesoría fuera del domicilio. Consiste en 16 sesiones con frecuencia decreciente, durante 24 meses, siendo el apoyo laboral promotor de la elaboración e implementación de un plan de inserción laboral definido sobre la base de metas individuales que contribuyan al logro de las metas familiares (MDS, 2014b; Larrañaga, Contreras y Cabezas, 2014; MDS, 2015).
Los programas de acompañamiento psicosocial y sociolaboral son ejecutados por las municipalidades, administrados y asistidos técnicamente por FOSIS. Según el Ministerio de Desarrollo Social (2015), desde el inicio de su ejecución el año 2013 y hasta el año 2015, el programa Familias atendió 137.155 familias en situación de pobreza, correspondientes al 2,2% de la población chilena.
PERFIL DEL APOYO FAMILIAR
La dimensión más significativa de la estrategia utilizada como base de los programas Puente y Familias radica en el servicio de acompañamiento psicosocial, cuyo énfasis está puesto en la relación entre el interventor social (apoyo familiar) y la familia (FOSIS, 2004; Larrañaga y Contreras, 2010; MIDEPLAN, 2009; Robles, 2013b).
El acompañamiento psicosocial basa su intervención en la necesidad de generar en las familias en situación de extrema pobreza la confianza para gatillar procesos de autosuperación, promoviendo el desarrollo de sus capacidades latentes. Para el fortalecimiento de estos aspectos subjetivos se requiere de un proceso de apoyo asistido de larga duración (FOSIS, 2004; MIDEPLAN, 2002).
En este proceso de apoyo asistido, son centrales el apoyo familiar y la relación construida con las familias, siendo la generación de confianza la puerta de entrada a un mundo de conversaciones y reflexiones que posibilita lograr la voluntad de cambio y hacer de las nuevas motivaciones un motor efectivo en el establecimiento de proyectos de desarrollo familiar (FOSIS, 2004).
La relación establecida entre el apoyo familiar y la familia, con el propósito de acompañar de manera integral un proceso de empoderamiento y de mejoramiento de calidad de vida, se denomina vínculo de apoyo psicosocial. Es entendido como una apertura emocional, racional, voluntaria y consiente, entre dos o más personas, en pos de vivir procesos de mutua construcción de cercanía, respeto y reciprocidad, para lograr la satisfacción de necesidades y expectativas de una de las partes, contando con el apoyo de la otra. De esta relación depende en gran medida la habilitación social de las familias y entrega mayor complejidad a la intervención (FOSIS, 2006).
La relación debe construirse sin prejuicios, de manera gradual, desde un espacio conversacional que potencie la reflexión, los aprendizajes y un clima emocional de inclusión. La metodología de los programas de acompañamiento se basa en la conversación. Los instrumentos de intervención y material pedagógico están creados desde la secuencia lógica del avanzar por etapas y su propósito es facilitar la comunicación entre el apoyo familiar, la familia y sus integrantes (FOSIS, 2004).
El apoyo familiar define su rol desde la existencia de una familia en situación de extrema pobreza que desea ser intervenida en su subjetividad, por medio de una relación cercana y confidencial. De esta manera, el apoyo familiar debe actuar como representante del Estado en los domicilios de las familias, establecer una relación personalizada, orientar su práctica como un servicio profesional, cumplir con una función de apoyo y promoción de habilidades personales y familiares, construir una relación de confianza, con equidad de género y etaria (FOSIS, 2004).
El perfil del apoyo familiar se encuentra establecido en las leyes que fundamentan los programas Puente y Familias, así como sus respectivos reglamentos. Estos señalan que el cargo debe ser ocupado mediante concurso público por un profesional o técnico de las ciencias sociales, estableciéndose algunas excepciones de carácter geográfico y escasez de recursos humano (Congreso Nacional, 2004; Congreso Nacional, 2012).
La caracterización de los apoyos familiares establece que la edad promedio es de 34 años, siendo el 69,6% menor de 40 años. La mayoría son mujeres, representando el 88% del total. En términos profesionales, el 80% posee estudios superiores completos, siendo en su mayoría trabajadores sociales (75%), seguido por educadores y en menor medida psicólogos. La experiencia profesional señala que el 90% de los apoyos familiares tiene más de un año de experiencia en el programa (FOSIS, 2006; Huepe, 2011; Larrañaga, Contreras y Cabezas, 2014).
Las evaluaciones cualitativas del programa Puente fueron desarrolladas por universidades y ONG, respecto de la satisfacción de las familias con el programa (Alcalá Consultores, 2005) y en cuanto a aspectos subjetivos de la intervención (Asesorías para el Desarrollo, 2005; Centro de Medición UC, 2005; Facultad Ciencias Sociales, Universidad de Chile, 2005; Huepe, 2011; Sur Consultores, 2005). Los resultados muestran una elevada aprobación del programa por parte de las familias, siendo el apoyo familiar el componente mejor evaluado. Se rescata la promoción de cambios positivos en las dinámicas familiares, la vinculación con la institucionalidad, el empoderamiento y el manejo de información. Como debilidad se subraya la falta de mecanismos para la generación y acumulación de capital social comunitario.
MÉTODO
Este estudio se desarrolló por medio de una aproximación cualitativa que destaca como una forma de comprender el proceso investigativo y su relación entre problema y método. Explica la interdependencia entre las partes del proceso, construido a partir de los significados, la comprensión y el contexto (Flick, 2012).
El diseño se llevó a cabo a través de un estudio de caso. Para Borges (1995) este tipo de estudio es una herramienta óptima para describir la ocurrencia de un fenómeno dentro de un contexto determinado, complementando la falta de profundidad de estudios cuantitativos al tratar algunas realidades sociales. El estudio de caso permite aproximaciones a situaciones consideradas excepciones a la regla que, al ser relevadas, posibilitan el entendimiento en detalle del fenómeno (Ragin, 1987).
TÉCNICA DE PRODUCCIÓN DE DATOS
La producción de datos se llevó a cabo mediante la técnica de recopilación documental. Esta técnica tiene como finalidad recopilar datos e información a partir de fuentes documentales con el fin de ser utilizados para el análisis en profundidad (Hochman y Montero, 2005). El listado de estos documentos se presenta en la tabla 1.
Tabla 1. Recopilación documental
Año |
Tipo de documento |
Institución |
Nombre |
2012 |
Ley |
Congreso Nacional |
Ley 20.595 Crea el Ingreso Ético Familiar que establece bonos y transferencias condicionadas para las familias de pobreza extrema y crea subsidio al empleo de la mujer. |
2004 |
Ley |
Congreso Nacional |
Ley 19.949 establece un sistema de protección social para familias en situación de extrema pobreza denominado Chile Solidario. |
2009 |
Manual Operativo |
Fondo Solidaridad e Inversión Social |
Metodología de trabajo con familias, programa Puente, entre la familia y sus derechos. |
2014 |
Manual Operativo |
Ministerio de Desarrollo Social |
Manual de trabajo para el apoyo familiar del programa Familias, seguridades y oportunidades. |
Fuente: elaboración propia.
ANÁLISIS DE LOS DATOS
Los datos se trataron por medio de un análisis documental de contenido con el apoyo de ATLAS ti v6, utilizando una lógica inductiva derivada de categorías. Para Atkinson y Coffey (2006), los documentos son actores, es decir objetos que desarrollan cosas, legitiman la autoridad y validan formas de poder. En este sentido, la relevancia del análisis de documentos radica en que los textos, sean documentos oficiales o discursos de autoridades, sirven para presentar una lógica de gestión, actuar en el terreno local, interpelar a los actores, moldear relaciones, prescribir acciones, estandarizar y categorizar a los sujetos.
RESULTADOS
Desde el análisis documental emergieron cuatro categorías, a saber: rol socioeducativo, vínculo de apoyo, conversaciones sistémicas y autoconocimiento. Estas categorías, en su conjunto, destacan la centralidad que ocupa el apoyo familiar en la definición de los programas de acompañamiento como estrategia de intervención a favor de familias en extrema pobreza.
Rol socioeducativo
Los programas de acompañamiento psicosocial corresponden a intervenciones socioeducativas de carácter estructurado que se encuentran orientadas a un grupo específico de la población en situación de extrema pobreza. Poseen una base legal que fundamenta su propósito y orientan su acción.
Créase el Subsistema de Protección y Promoción Social denominado “Seguridades y oportunidades”, en adelante “el Subsistema”, destinado a personas y familias vulnerables por encontrarse en situación de pobreza extrema (Artículo 1, Ley 20.595 Crea el Ingreso Ético Familiar que establece bonos y transferencias condicionadas para las familias de pobreza extrema y crea subsidio al empleo de la mujer).
“Chile Solidario” considera acciones y prestaciones para familias y personas en situación de extrema pobreza, que consisten en apoyo psicosocial […] (Artículo 2, Ley 19.949 establece un sistema de protección social para familias en situación de extrema pobreza denominado Chile Solidario).
El diseño de los programas de acompañamiento psicosocial se basa en una metodología lúdica y personalizada. Los programas Puente y Familias ofrecen una intervención didáctica como forma de aproximación al fenómeno de la de pobreza extrema y vulnerabilidad. El programa Puente, en el desarrollo de su estructura, basa su intervención en un tablero familiar, autoadhesivos y barajas de cartas.
El Apoyo Familiar invita a la familia a trabajar en la zona del tablero en que aparece la imagen de “la casa” y motiva la realización de lo siguiente: pedirá al representante que “presente” los integrantes de la familia, sus nombres, edades, actividades y otros aspectos que los caracterizan. Seleccionan personajes que mejor representen a los integrantes de la familia, los adhieren a la zona de la casa del tablero, en la ubicación y orden que deseen, y registran los aspectos conversados anteriormente (Extracto pp. 13, Metodología de Trabajo con Familias, Programa Puente, entre la familia y sus derechos).
El programa Familias interviene por medio de un portafolio denominado plan familiar, una especie de bitácora familiar y una baraja de cartas.
Entregar a la familia el material de trabajo llamado Plan Familiar diciéndole que fue creado pensando en su familia, para que registren lo que van aprendiendo y considerando importante en cada sesión (Manual Trabajo para el Apoyo Familiar del Programa Familias Seguridades y Oportunidades, pp. 27).
Los programas de acompañamiento psicosocial basan su metodología en la didáctica. La ejecución de las sesiones por parte del apoyo familiar no tiene como objetivo jugar con las familias. La utilización de material didáctico se ha definido como un medio para materializar conceptos de alta complejidad técnica y abstracción, promoviendo la comprensión y participación de las familias desde un espacio de confianza más cercano al contexto de intervención.
El rol socioeducativo del apoyo familiar como un agente institucional externo con formación profesional cumple colaborativamente al motivar y facilitar en las familias con las que interviene su autonomía progresiva e inclusión social.
Vínculo de apoyo
El rasgo distintivo de esta política de intervención psicosocial de combate contra la pobreza es la figura del apoyo familiar, sin embargo su éxito depende del vínculo de apoyo que este es capaz de establecer con las familias a su cargo. El vínculo de apoyo se establece entre el profesional y cada una de las familias a su cargo como el vehículo movilizador transversal a la intervención. Dependerán de este los niveles de profundidad que puedan alcanzarse en la intervención y la adherencia de la familia al programa.
[…] generar un vínculo positivo entre la familia y el apoyo familiar, a través de la entrega de los elementos e insumos que permitan iniciar un proceso de acompañamiento familiar de manera informada, motivada y confiada, facilitando la participación y compromisos don el desarrollo de las actividades propuestas (Manual trabajo para el apoyo familiar del programa familias seguridades y oportunidades, pp. 27).
Para la generación del vínculo la estructura de ambos programas utiliza una metodología basada en la corresponsabilidad de compromisos de acción.
Se trata de un trabajo compartido, expresado en la suscripción de contratos parciales, en el que se definen claramente los aportes que hace cada parte –se desarrollan y revisan las tareas que progresivamente aumentan su complejidad– y se materializan de mecanismos de control y supervisión entre el AF y la familia (Metodología de trabajo con familias, programa Puente, entre la familia y sus derechos, pp. 27).
El diseño de ambos programas de acompañamiento se estructura en etapas que apuntan a la autonomía progresiva familiar, de esta manera las sesiones son establecidas con una frecuencia decreciente. Se reconoce en ella una etapa intensiva inicial en que la generación del vínculo es fundamental y una etapa de cierre. Una desvinculación asertiva se vuelve esencial para no generar efectos contraproducentes.
Las primeras 4 sesiones de esta fase, permiten al Apoyo Familiar identificar las singularidades y características principales del grupo familiar con el que va a trabajar, de manera que dicho conocimiento le permita realizar la intervención de manera personalizada. Por su parte, la familia puede evaluar la oferta de “apoyo” que se le hace, revisar su situación y sus prioridades y poner a prueba la “relación” en la medida que la oferta cumple con las expectativas que se abren: visitas periódicas, conversación sobre los temas de la familia, aporte de información significativa y coherente a las metas familiares, entre las principales (Metodología de trabajo con familias, programa Puente, entre la familia y sus derechos, pp. 02).
Junto a esto, se inicia un proceso de cierre positivo de la experiencia, fortaleciendo su percepción de recursos y su capacidad de control y autonomía para alcanzar una mejor situación de vida (Manual Trabajo para el Apoyo Familiar del Programa Familias Seguridades y Oportunidades, pp. 105).
Conversaciones sistémicas
La comunicación es la principal herramienta que el apoyo familiar posee para intervenir a familias en situación de pobreza extrema. Es a través de la conversación que el profesional se va integrando de manera progresiva al espacio más íntimo de la familia.
En esta sesión el Apoyo Familiar debe promover una conversación abierta sobre la familia, para que emerjan lo más espontáneamente posible, las situaciones que puedan estar afectando a algunos de los integrantes, especialmente cuando se trata de niños internos en sistemas de protección o miembros de la familia privados de libertad. Las razones que explican situaciones de ese tipo, justamente son materias que se abordan durante la intervención, en particular cuando se trabaja junto a la familia, la dimensión “dinámica familiar” (Metodología de trabajo con familias, programa Puente, entre la familia y sus derechos, pp. 15).
La intervención de los programas de acompañamiento psicosocial se encuentra basada en una estructura conversacional acumulativa y sistémica. Las familias y el apoyo familiar, a través de la co-construcción de espacios conversacionales en la intimidad y confidencialidad del domicilio, generan espacios de intervención aptos para el desarrollo de los objetivos de los programas.
El espacio conversacional, en los programas de acompañamiento psicosocial, no se establece con una temporalidad lineal, sino que se genera como espacio recursivo en que el apoyo familiar o la familia pueden volver en cualquier momento de la intervención.
Es necesario recalcar y recordar, que la conversación en torno a los recursos familiares, puede ser retomada en todo momento de la intervención, especialmente en los momentos en que se suscriben contratos parciales y se revisa su cumplimiento, pues las cláusulas que se acuerdan deben considerar los “aportes, materiales y no materiales” que las familias ponen a disposición del cumplimiento de lo convenido (Metodología de trabajo con familias, programa Puente, entre la familia y sus derechos, pp. 24).
Autoconocimiento
La inserción profesional del apoyo familiar con familias en situación de pobreza tensiona la dinámica familiar, interviene y gatilla procesos de autoconocimiento por parte de la familia y de sus integrantes.
En esta sesión se conversa y trabaja, sobre los recursos que disponen como familia, que pueden reconocerse como capital humano y social. Se trata de aquellos bienes materiales, relaciones significativas, habilidades, conocimientos, conductas y destrezas, que se han ido acumulando a lo largo de la vida, y que le permiten a los seres humanos desarrollarse y progresar. Esta sesión busca apoyar a la familia para que reconozca y valore los recursos que posee, como base para su desarrollo e integración social (Metodología de trabajo con familias, programa Puente, entre la familia y sus derechos, pp. 21).
El apoyo familiar induce procesos de autoconfrontación social de la familia, iniciando un trabajo de intervención desde el descubrimiento de sus propias características, logros y recursos psicosociales que pueden presentarse en estado de latencia, en desarrollo inicial o desarrollado.
Esta sesión permite a los integrantes de la familia reconocerse como unidad provista de recursos a partir de la identificación de logros que han alcanzado en su historia familiar, del reconocimiento de sus recursos familiares y la proyección futura de ellos (Manual trabajo para el apoyo familiar del programa Familias Seguridades y Oportunidades, pp. 35).
De esta manera, el apoyo familiar se transforma en un catalizador de procesos de autodescubrimiento por parte de la familia. Apoyando el reconocimiento de elementos subjetivos, más allá de aspectos materiales, como base para la intervención de aspectos cualitativos de la pobreza y su potencial transformador de realidades sociales. El apoyo familiar, en este sentido, contribuye a que las familias verbalicen su situación de manera que puedan comprender y definir sus problemas y las posibles alternativas de solución.
A partir de esta sesión se inicia un trabajo de asesoría familiar para que los participantes, inspirados en sus sueños, vayan construyendo un proyecto factible de realizar a partir de la definición consensuada de metas y acciones concretas que les permitan cumplir dichas metas trazadas de forma organizada (Manual de trabajo para el apoyo familiar, programa Familias, seguridades y oportunidades, pp. 68).
Discusión y conclusiones
En Chile las políticas sociales orientadas a la extrema pobreza, por medio de modelos de intervención innovadores, introdujeron en el año 2002 la figura del apoyo familiar como un interventor social. El rol del Estado se vuelve activo por medio de este profesional, frecuentemente un Trabajador Social que se moviliza por todo el territorio nacional en busca de ciudadanos excluidos, invitándolos a integrarse a una red articulada de protección social.
La práctica profesional de apoyo familiar se centra en programas diseñados como una serie de etapas sucesivas que a través de las cuales las familias deben ir avanzando (FOSIS, 2006; FOSIS, 2004). La estructura metodológica de ambos programas de acompañamiento se encuentra asentada en marcos teóricos contemporáneos que guían el actuar del profesional desde paradigmas de intervención. Ambos programas poseen aproximaciones cualitativas de la condición de pobreza, siendo su aplicación más práctica la inserción de un interventor social en el trabajo directo con aspectos psicosociales de las familias en extrema pobreza del país (MDS, 2014; MIDEPLAN, 2002; Palma y Urzúa, 2005).
El rol socioeducativo del apoyo familiar se articula en esta investigación en cuatro categorías, a saber: rol socioeducativo, vínculo de apoyo, conversaciones sistémicas y autoconocimiento. Estas categorías, en su conjunto, destacan la centralidad que ocupa el apoyo familiar en los programas de acompañamiento como un componente de la política social chilena.
La caracterización del rol socioeducativo del apoyo familiar en los programas de acompañamiento psicosocial muestra que estos profesionales adquieren y desarrollan destrezas y habilidades transversales que van más allá de su formación disciplinar. La intervención demanda el dominio de distintas competencias para acopiar, registrar, procesar y administrar información sobre los recursos disponibles en la red local, alcanzando a aquellas más administrativas.
Otras competencias están vinculadas al trabajo con personas y se relacionan con la generación de vínculos de apoyo. Dentro de estas se encuentran conocimientos relativos a la contención psicoemocional, el desarrollo de la empatía, las habilidades de negociación, técnicas de mediación y consejería, y el discernimiento ético para el adecuado enfrentamiento de situaciones complejas al interior de la familia.
En definitiva, la construcción de vínculos de apoyo con base en relaciones de confianza entre el apoyo familiar y la familia genera la construcción de procesos de cambio de actitud y compromisos para la acción en el marco de su plan de intervención. La adopción de un vínculo positivo permite desencadenar un proceso de construcción o fortalecimiento de cada persona y familia como sujetos de derecho capaces de ejercer la ciudadanía, satisfaciendo sus expectativas de calidad de vida como fruto de la participación e integración social.
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