Artículo Cuaderno de Trabajo Social, n.° 20, 2023

De dulce y agraz: transformaciones y resignificaciones de la precariedad de las madres migrantes en Chile

Autor(es)

Lucía Castillo Lobos

Secciones

Sobre los autores

RESUMEN

La literatura disponible ha tratado ampliamente respecto de los proyectos migratorios de mujeres y madres marcados por la vulnerabilidad y el desarraigo como denominador común de estas experiencias. Si bien este articulo comparte estos hallazgos, su objetivo es relevar, a partir de los supuestos teóricos del empoderamiento femenino de Nancy Fraser, las transformaciones que ejercen las madres migrantes en Chile de los adversos espacios de subsistencia que habitan, en acciones que constituyen expresiones del incipiente empoderamiento de un grupo subordinado de mujeres respecto del rol de madre y mujer que cría en un país extraño. A través de una metodología cualitativa basada en el interaccionismo simbólico, se realizaron treintainueve entrevistas semiestructuradas a madres migrantes venezolanas, peruanas y haitianas, las cuales fueron sometidas a análisis temático y teorizadas de acuerdo con los objetivos definidos. Como resultado se obtuvieron tres categorías de análisis, a saber: la resiliencia, el empoderamiento y la emancipación de las madres entrevistadas en relación con la crianza de sus hijos e hijas. A modo de conclusiones, si bien de manera transversal las madres entrevistadas erigen a la crianza de sus hijos e hijas en migración como una experiencia dolorosa, estas madres despliegan estrategias de resistencia, donde a través de la resiliencia, logran obtener los impulsos para bregar hacia la vida mejor, y transitar, desde una experiencia difícil hacia una experiencia que representa una oportunidad para desarrollar su autonomía económica y cultural, como mujeres y madres responsables de sus hijos e hijas, dibujando en ellas una suerte de libertad.

ABSTRACT

The available literature has dealt extensively with respect to the migratory projects of women and mothers marked by vulnerability and uprooting as a common denominator of these experiences. Although this article shares these findings, its objective is to relieve, based on the theoretical assumptions of Nancy Fraser’s female empowerment, the transformations that migrant mothers in Chile exert of the adverse subsistence spaces they inhabit, in actions that constitute expressions of the incipient empowerment of a subordinate group of women regarding the role of mother and woman who raises in a strange country. Through a qualitative methodology based on symbolic interactionism, thirty-nine semi-structured interviews were conducted with Venezuelan, Peruvian and Haitian migrant mothers, which were subjected to thematic analysis and theorized according to the defined objectives. As a result, three categories of analysis were obtained, namely: resilience, empowerment and emancipation of the mothers interviewed in relation to the upbringing of their sons and daughters. By way of conclusions, although in a transversal way the mothers interviewed erect the upbringing of their sons and daughters in migration as a painful experience, these mothers deploy resistance strategies, where through resilience, they manage to obtain the impulses to struggle towards life better, and move from a difficult experience to an experience that represents an opportunity to develop their economic and cultural autonomy, as women and mothers responsible for their sons and daughters, drawing in them a kind of freedom.

INTRODUCCIÓN

Chile, luego de la recuperación de la democracia en la década de 1990, se ha convertido en escenario de un importante proceso migratorio producto de su estabilidad económica y política, que ha transformado al país en destino de población migrante de Latinoamérica y del Caribe (Rivera, 2020, p. 5). Esta estabilidad se ha traducido en expectativas de la población migrante de alcanzar en Chile el nivel de vida en el país que no han “no han encontrado en su país de origen” (Olea, 2013, p. 129) y que les permita la satisfacción de sus necesidades básicas y también de sus expectativas familiares. Mención especial recibe también la reunificación familiar como causal que motiva actualmente a los grupos migrantes a asentarse en Chile y que expanden los alcances del concepto de migración más allá de las implicancias económicas del proceso vinculadas con la teoría clásica y el push and pull, a otras variables socioculturales (Arango, 2004; Lacomba, 2001).

Es así como desde la primera década del 2000, Chile presenta un crecimiento constante y persistente de la población inmigrante; sin embargo, su peso demográfico continúa siendo bajo respecto de otros países de la región o de la OCDE. Luego, a partir de la década de 2010, el país experimenta un crecimiento exponencial de la inmigración transformando a Chile donde más creció la migración hacia el país en la región, en el período 2010-2015, con una tasa del 4,9% anual, seguido de México con un 4,2% y Brasil con un 3,8% (Cepal/OIT, 2017), crecimiento que se exacerbó a partir de la segunda mitad de la década como fruto de la crisis venezolana y haitiana (Cepal/OIT, 2017, p. 15).

Producto de este fenómeno, se estima que al 31 de diciembre de 2020, en Chile residen un total de 1.462.103 de personas extranjeras, las que se distribuyen en las siguientes regiones con las tres primeras mayorías de población migrante: Región Metropolitana (61,9%), Antofagasta (7,0%), Tarapacá (5,9%) y Valparaíso (6,6%) (INE, 2021b). En relación con los países de origen, al mismo año, la comunidad venezolana alcanza un 30,7% del total de personas extranjeras residentes, instalándose como la de mayor presencia. En segundo lugar se ubica la comunidad peruana con un 16,3%, y en tercer lugar la comunidad haitiana con un 12,5% del total de personas extranjeras residentes en Chile (INE, 2021b).

En cuanto a las nacionalidades, la comunidad de personas extranjeras de Venezuela es el principal en la Región Metropolitana con un 34,2%. En segundo y tercer lugar se ubica Perú con un 19,8%, y Haití, con un 12,5% respectivamente y en concordancia con la distribución de migración según país de origen a nivel país (INE, 2021b). Para el mismo año, las comunas de la Región Metropolitana con mayor cantidad de población migrante corresponden a la comuna de Santiago con un 15,1%, en un segundo lugar la comuna de Independencia con un 3,9% y en tercer lugar la comuna de Estación Central con un 3,7% (INE, 2021a).

Dentro de sus características cabe mencionar el origen centro y latinoamericano de la población migrante, su integración laboral segmentada en trabajos más precarios propios de los sectores más vulnerables socialmente, y finalmente la tendencia a la feminización de algunas comunidades migrantes10 (Vásquez-de Kartzow y Castillo, 2012, pp. 359-363; Tijoux, 2012, pp. 17-41; Imilan, Márquez y Stefoni, 2015, pp. 17-32; Stefoni y Stang, 2017). Esta tendencia a la feminización y la reunificación familiar implica migración de infantes y aumento del número de nacimientos en el país1112, en tanto el aumento de la natalidad en Chile estaría sustentada en el incremento del número de partos en mujeres extranjeras, de preferencia en mujeres haitianas seguidas de mujeres peruanas 13(Reyes, 2021, pp. 90-101; INE, 2021d).

Desde ese lugar, adquiere protagonismo el estudio de las problemáticas sociales que intersectan el asentamiento de las madres migrantes y sus hijos e hijas en situación de migración, en tanto establecen una relación14que surge desde la capacidad biológica de reproducción de las madres (Ortner, 2006, pp. 12-21) pero que, además de involucrar la reproducción de individuos de manera física, constituye un hecho social para asegurar su permanencia en el mundo a través de la provisión de cuidado y bienestar (Hernández, 2016, pp. 46-55). Esta relación da forma a un lazo entre madre hijos e hijas de carácter imborrable, fuerte y duradero (Gonzálvez, 2015, pp. 17-37) que se expresa en una relación de completa fusión y pertenencia mutua entre la mujer madre y su hijo o hija (Zúñiga, 2018; Calquín, 2020). Es en este vínculo que las madres e hijos o hijas se disponen en una suerte de sustracción de cada uno, y a través de la fusión de ambos, forman un único todo en tanto lo uno forma parte de lo múltiple y a su vez del todo (Deleuze y Guattari, 2005).

Desde esta perspectiva, el análisis de los fenómenos sociales que involucran a madre e hijos e hijas migrantes y que tienen efecto en una sociedad chilena de destino que se constituye para ellos como un espacio social de la diferencia y de la no pertenencia social y cultural (Santamaria, 2002) y que ha sido descrita por algunos autores como una “maternidad difícil” (Martínez y García, 2011, pp. 535-545) producto de los avatares dibujados por la situación de riesgo influenciada por la precariedad económica en que tiene lugar el embarazo, parto y crianza inicial de sus hijos e hijas, y el estrés que influye en la salud física y mental de las madres migrantes y que son a su vez acrecentados en condiciones de precariedad, estrés materno, escasas redes de apoyo disponibles, y el desarraigo, cuyas tensiones son a su vez son transmitidas a sus hijos e hijas (Campiño y Duque, 2019, pp. 331-341; Vargas, 2016; Cabieses; Bernales y McIntyre, 2017).

Es así como algunas investigaciones ya han discutido ampliamente sobre la influencia de las condiciones de vida y vulnerabilidad asociadas al proceso migratorio y al lugar de destino de las madres migrantes, tales como; el acceso al trabajo, vivienda y salud, y que perfilan el agenciamiento de las madres migrantes para abordar la crianza y los estilos de vida desplegados en su cotidianidad (Galaz, 2016) y que, en Chile, a saber, gozan de un particular tinte de precariedad. De este modo, la capacidad de agencia de las madres migrantes es comprendida como una propia acción de cambio con el fin de superar los obstáculos que limitan su libertad en pro del desarrollo para un mayor bienestar, y que involucran, a su vez, el acceso de las mujeres y madres a mejores oportunidades económicas, de empleo, de servicios sociales y los relacionados con la salud, educación y vivienda, y que contribuyen a la independencia de las madres aumentando así su poder (Sen, 2012). En estas prácticas de libertad estarían presentes “los valores y prácticas sociales que influyen en las relaciones de género, el cuidado de los hijos y la planificación familiar” (Sen, 2012, pp. 233-249), las que al ser restringidas pudiesen incluso provocar a nivel familiar la “escasez de alimentos, falta de acceso a la atención sanitaria, falta de educación, cesantía y falta de seguridad social, así como discriminación racial, cultural y de género” (Sen, 2012, pp. 233-249).

Sin embargo, pese a que existe evidencia que indica que una mejora en la capacidad de agencia de la madre se relaciona con una mejora del bienestar familiar, en Chile esta se ve tensionada por la precariedad de las condiciones de asentamiento de la población migrante. Desde esta perspectiva, las restricciones que sufren las madres migrantes en Chile para asumir económicamente la crianza de sus hijos e hijas propician contradicciones en torno a este tema, por cuanto, desde lo empírico, en Chile se valida y perpetúa la vulnerabilidad de las madres migrantes a través de prácticas que con frecuencia tienden a replegarlas en un espacio de anulación, subordinación, y que comprometen su agencia y derechos de maternidad. A través de este mecanismo se perpetúa la pobreza multidimensional15 y por ingreso16 de la población migrante en Chile como producto de las frágiles condiciones de vida estructurales ofrecidas por el país.

Pues bien, al ahondar particularmente sobre las condiciones de asentamiento que dibujan la subsistencia de las madres migrantes y sus hijos e hijas en Chile, es objetivo de este artículo relevar a la integración laboral de las madres migrantes en Chile, como factor influyente de las condiciones en que tiene lugar la relación de provisión de cuidados y subsistencia existente entre ellos. Respecto de este punto, las cifras aportan mucho de agraz, en tanto indican que esta integración ocurre de preferencia en espacios caracterizados por la vulnerabilidad social. Es así como, según el último informe del Servicio Jesuita a Migrantes (SJM) (2020), la participación laboral de la población migrante en Chile es mayor en población migrante masculina que femenina; sin embargo las mujeres migrantes ocuparían un mayor porcentaje de trabajos informales17, precarizados18 y con menor acceso a seguridad social (SJM, 2020). Al mismo tiempo, las cifras indican que las mujeres migrantes ocupadas en trabajo informal alcanzarían un 25% versus el 22% de los hombres ocupados bajos las mismas condiciones (Ministerio de Desarrollo Social y Familia, 2021).

Este hallazgo que ha sido refrendado a partir de algunos testimonios aislados de madres migrantes, que han renunciado a su derecho de posnatal, por desconocimiento o necesidad, y que se han visto obligadas a trabajar a los pocos meses de nacidos sus hijos o hijas, tensionando así sus derechos de maternidad y comprometiendo también la agencia materna para la subsistencia de sus hijos e hijas. Estas experiencias son sinónimo de amargas evocaciones y desde ellos se desprende la vulneración de los derechos laborales que los que las madres migrantes han sido sujeto al ocupar los espacios correspondientes a la fuerza de trabajo más precarizada en las sociedades de destino (Vásquez-de Kartzow y Castillo, 2012; Tijoux, 2012; Imilan et al., 2015; Stefoni y Stang, 2017). Es así como estas madres en situación de migración acceden a un limitado abanico de posibilidades para disponer de recursos sociales y económicos para proveer de los elementos necesarios, tanto materiales como inmateriales, para su subsistencia propia y de sus hijos e hijas (Rivas, 2015, p. 52). Y, siguiendo a Bauman (2003) de esta forma se configuran para las madres migrantes precarios medios de subsistencia en tanto el trabajo se ha vuelto para ellas frágil y menos confiable.

No obstante, como contrapunto, existen testimonios respecto de la integración de las madres migrantes en Chile que entrelazan experiencias atiborradas de vulneración y discriminación, con otras buenas experiencias alejadas de maltrato y vulneración, y que han significado la posibilidad de transformar sus realidades y concretar los deseos y expectativas que han motivado su proyecto migratorio hacia Chile (Castillo, 2023). Estos relatos se condicen con experiencias relatadas en otras investigaciones de Stefoni y Bonhomme (2015) y Correa (2015) en donde los hallazgos entregados por mujeres peruanas migrantes en Chile intercalan malas y buenas experiencias laborales a lo largo de su biografía una vez llegadas a Chile, en donde destacan como un elemento positivo de la relación establecida con sus empleadores, la integración al grupo familiar para los que trabajan sustentadas en la confianza y la flexibilidad para el cuidado de sus hijos e hijas (Stefoni y Bonhomme, 2015; Correa, 2015; Bonhomme, 2015).

Es así como para algunas madres entrevistadas, la migración constituye sinónimo de esperanza para optar a nuevas oportunidades, pero que de manera paradojal involucra tensiones y situaciones que implican un particular esfuerzo y en sí, un problema, dada la imposibilidad de cumplir sus expectativas planteadas frente a la migración en un medio altamente exigente y demandante de esfuerzos para la integración y la sobrevivencia. Desde ese lugar, y siguiendo a Byung-Chul Han, la sociedad actual es una sociedad de alto rendimiento que se especializa en la fabricación de individuos depresivos y fracasados, los que al no dar la talla de las exigencias que se supone que los habitantes de la sociedad deban rendir para sobrevivir, desde el punto de vista social y físico, estos individuos caen en la situaciones de auto explotación, el auto tormento y autoextenuación, que al mismo tiempo es causa de su fracaso al conformar en sí mismo una suerte de círculo perverso (Han, 2018). Sin embargo, algunas madres migrantes, pese a la precariedad de sus espacios de subsistencia y las tensiones inherentes al proceso migratorio, resignifican estas experiencias como un tránsito para alcanzar las mejoras en su subsistencia, y así agenciar la crianza de sus hijos e hijas desde sus propias creencias y recursos, resistiendo de este modo a modelos y rancias prácticas de crianza infantil sustentadas en el machismo y la violencia (Castillo, 2023).

Para dilucidar estas tensiones y orientar la reflexión se formulan las siguientes preguntas de investigación: ¿cuáles son las resignificaciones que construyen las madres migrantes en torno a la precariedad vivenciada en Chile?, ¿cómo estas madres transforman las amargas experiencias de vulneración y discriminación en oportunidades para su propio empoderamiento?
Para responder a estas preguntas se plantea su análisis desde una perspectiva de género, dada la evidencia internacional que indica que en las mujeres migrantes son objeto de la devaluación de su agencia en las acciones vinculadas con la crianza de sus hijos (Ugarte, 2021) debido a la fuerte tendencia a la subordinación de su autonomía y desigualdades en el contexto de los flujos migratorios internacionales (Petit, 2003). Así, desde el marco interpretativo relativo al empoderamiento femenino de Nancy Fraser, para reivindicar la capacidad de agencia de la madres migrantes, es necesario abandonar la concepción de mujeres migrantes pacientes cuyo bienestar exige atención, sino que erigirlas como mujeres agentes cuyas acciones pueden transformar la sociedad desde su empoderamiento a nivel individual, al interior del hogar y sus familias, para la consecución del bienestar familiar y personal (Peralta y Fujimoto, 1998; PNUD, 2011).

Este empoderamiento de la mujer migrante radica en alentarlas a organizarse para reemplazar las formas tradicionales de organización social y, de este modo, dotarlas de agencia para movilizar recursos, desarrollar autoconfianza e independencia y determinar sus propias necesidades y prioridades, mejorando así su situación social y económica y por ende liberándolas de una ubicación social de sujeto de subordinación y opresión (Buvinic, 1995). De este modo, se espera que el empoderamiento alcanzado por estas mujeres transite luego a la esfera pública de sus vidas para interconectar con las experiencias opresivas vividas en común por otras mujeres y, desde ahí, adscribir a una posición respecto de esas experiencias y construir acciones políticas de resistencia articulados y organizados (Hill Collins, 2012).

A través de este análisis se espera tributar al objetivo de, por un lado, visibilizar la existencia de experiencias históricas comunes de un grupo oprimido de mujeres y las frágiles condiciones estructurales y económicas que merman su bienestar y el de sus hijos e hijas (PNUD, 2011; Fraser, 2012). Sin ánimo de validar las prácticas de discriminación y vulneración de los derechos de que las madres migrantes en Chile son objeto, se espera responder al objetivo de relevar la transformación que ejercen las madres migrantes de la adversidad vivenciada en Chile, en acciones que constituyen expresiones de empoderamiento femenino.

METODOLOGÍA

El diseño metodológico de esta investigación se fundamenta en el paradigma interpretativo, método cualitativo a través de un proceso interactivo de construcción de la realidad entre investigador y participantes (Valles, 2007). Para su abordaje se plantea además un enfoque desde el interaccionismo simbólico, con el fin de explicar el fenómeno como un momento en la acción social colectivamente estructurada, donde los sistemas simbólicos supraindividuales son los más importantes creadores de los objetos que tienen lugar en el espacio donde acontece la socialización (Alexander, 1992). De esta forma se espera aproximarse a la comprensión de la experiencia humana en donde “las personas responden a situaciones particulares justificando su conducta que sólo puede ser comprendida desde su contexto” (Polit y Hungler, 2000, pp. 3-22).

El grupo de estudio fue compuesto por madres de nacionalidad venezolana, peruana y haitiana que corresponden a las comunidades con las tres primeras mayorías migrantes al 31 de diciembre 2020 a nivel país. Además, se ha definido que las madres participantes residan en las comunas de Santiago, Independencia y Estación Central, debido a la alta concentración de población migrante en estas comunas de la Región Metropolitana (INE, 2021a). Como criterios de inclusión se ha definido, además de pertenecer a las nacionalidades mencionadas, el encontrarse en proceso de crianza de hijos e hijas menores de cuatro años, nacidos/as o no nacidos/as en Chile, usuarios y usuarias del nivel primario de educación preescolar y público de salud, y que hayan hecho manifiesta su intención de participar en la investigación a través de la firma de consentimiento informado. Cabe señalar que el diseño de esta investigación ha sido aprobado por el Comité de Ética Institucional de la Universidad de Santiago de Chile a través de los Informes Éticos 551/2020, 363/2021, 454/2021.

La inmersión al campo se llevó a cabo en cinco jardines infantiles de alta matrícula de población migrante pertenecientes a la Región Metropolitana, desde donde se identificó a los hijos e hijas de madres migrantes, nacidos/as o no nacidos/as en Chile, y pertenecientes a las comunidades migrantes definidos para este estudio. Luego, se estableció contacto telefónico y/o presencial con las madres para explicar el objetivo de la investigación e invitarlas a participar de esta investigación a través de la entrega de sus relatos.

Se aplicó como técnica de recolección de datos una entrevista semiestructurada focalizada, en cuyo desarrollo se introdujo una progresiva estructuración de la entrevista de manera de evitar la imposición del entrevistador por sobre los puntos de vista del entrevistado (Flick, 2007). Este tipo de entrevista se planteó como un instrumento abierto, flexible, dinámico y no estandarizado que permitió, a través del encuentro cara a cara entre el investigador y las informantes, comprender las experiencias y conductas de vida de las personas en el contexto de la crianza de los hijos e hijas de madres migrantes en Chile (Taylor y Bodgan, 1987). A este grupo de madres se les aplicó una entrevista semiestructurada con pauta, vía telemática, cada una de aproximadamente una hora de duración y efectuadas entre los meses de octubre 2021 y diciembre 2021. La saturación de la información se alcanzó al momento en que los relatos obtenidos no aportaron nuevos hallazgos de interés ni emergentes para esta investigación.

De este modo fue posible entrevistar a 39 madres migrantes, de las cuales 19 corresponden a madres de nacionalidad venezolana, 11 de nacionalidad peruana y 9 de nacionalidad haitiana, cuyas edades fluctuaron entre los 22 y 42 años de edad. La totalidad de las entrevistas fueron realizadas por la investigadora con apoyo de mediador intercultural no profesional para el caso de las entrevistas concertadas con algunas de las madres haitianas, de manera de obtener datos descriptivos en las propias palabras de las personas (Taylor y Bodgan, 1987).

Cada una de las 39 entrevistas realizadas fueron transcritas y analizadas manualmente mediante la técnica de análisis de contenido a partir de los relatos obtenidos (Taylor y Bodgan, 1987; Flick, 2007) y de la observación del lenguaje no verbal realizada durante la entrevista, a partir de las acciones observables, detallando el contexto y escenas importantes para las involucradas que proporcionan una descripción intima de la vida social (Taylor y Bodgan, 1987). Los relatos de las 39 madres migrantes entrevistadas se identifican con la inicial del término Entrevistada (E) y la inicial del país de origen de la madre seguido del número correlativo de la entrevista, ejemplo: EV1.

Los datos disponibles han sido revisados en función de su contenido y a su vez reducido a temas o unidades más compactas y recurrentes para su revisión y cotejo con los datos reales, y los definidos a priori para esta investigación a través de sus objetivos específicos. Los relatos se analizaron a través de la codificación temática de las distintas informantes, permitiendo la comparación de los datos obtenidos a partir del estudio de distintos casos (Flick, 2007). A través de esta codificación, los datos se vincularon con conceptos ya identificados o subyacentes para dar forma a categorías y subcategorías de análisis en un progresivo nivel de abstracción (Polit y Hungler, 2000). De este modo, siguiendo a Strauss (1990) se obtuvieron dos categorías de análisis que derivan de la pregunta de investigación, a saber: la resiliencia, el empoderamiento y la emancipación.

RESULTADOS

Las madres migrantes venezolanas, peruanas y haitianas entrevistadas, una vez asentadas en Chile, despliegan variadas estrategias para criar a sus hijos e hijas en un nuevo espacio social e institucional alejado de sus personales redes de apoyo social y marcados por la precariedad. De esta forma, se integran de manera social y estructural al sistema productivo, educacional y de salud (Habermas, 1981) a través de distintas formas perfiladas permanentemente por el fluctuante devenir de necesidades, oportunidades y restricciones que experimentan en Chile y que desencadenan variadas respuestas a estos estímulos. En este camino, las madres migrantes resisten e intentan mantener su autonomía a través del despliegue de variadas prácticas en las que se fusionan la reacción a la institucionalidad, a las políticas sociales chilenas y a las interacciones cotidianas en su nuevo mundo construido por ellas y sus hijos e hijas a su llegada al país. En este despliegue las madres migrantes toman decisiones fluctuantes, que facilitan el acomodarse a la sociedad chilena, la cual se encuentra marcada por una perspectiva unidireccional de la integración de la población migrante, que da por implícito que los migrantes son los únicos llamados a acatar para incorporarse a la sociedad de destino (Zapata, 2004).

En el contexto de la difícil experiencia de migrar y de criar sus hijos en un lugar extraño y alejadas de sus redes de apoyo, algunas de las madres migrantes entrevistadas relatan haber encontrado el consuelo y el reencuentro con la esperanza de conseguir la ansiada vida mejor haciendo frente al medio adverso, a través de la construcción de una permanente resiliencia cimentada en su capacidad para afrontar situaciones de estrés y salir de ellas robustecidas y encontrar el camino del crecimiento propio, del enriquecimiento cultural y el de mejorar su capacidad de integración, encontrando una valoración positiva en cada una de las experiencias que vivencian, afrontándolas y aprendiendo de ellas (Achotegui, 2012).

La resiliencia

De las madres entrevistadas se extraen relatos de resiliencia frente a la discriminación, los que están presentes en los discursos de todas las madres migrantes haitianas entrevistadas, y ausentes de los relatos de las madres venezolanas y peruanas participantes. Estos relatos ratifican la degradación, ofensa, humillación y discriminación de las que son objeto por parte de una sociedad empeñada en devaluarlas, relegarlas y condenarlas a quedar siempre por debajo de la nota de corte de los miembros rescatables de la sociedad (Bauman, 2016). Frente a estas afrentas, las madres haitianas migrantes responsabilizan el castigo ante estas malas acciones, justificando estas prácticas discriminatorias, en la falta de educación de los perpetradores y, por tanto, desestimándolas. De esta forma las madres recobran la esperanza en la vida mejor y hacen frente al sufrimiento que conlleva la discriminación de la que son objeto a través el sacrificio y el reiterado agradecimiento a las oportunidades entregadas por Chile para ellas y sus familias. Frente a las adversidades de sus experiencias migratorias, las madres haitianas entrevistadas relevan a los episodios de discriminación de la que han sido objeto, como manifestación de adversidad en sus proyectos migratorios.

[…] Lo más importante que tengo aquí es mi hija, un trabajo, mi marido. El está trabajando así que me da lo mismo lo que diga la gente en la calle, me da lo mismo. Cuando me están discriminando, digo ¡ay, me da lo mismo!, son personas locas, porque cómo van a discriminar a una persona. Yo no lo estoy robando a nadie, estoy haciendo una vida acá, y no le hago daño a nadie (EH2).

[…] Le dije a mi marido que no quiero quedarme acá en Chile y que quiero irme a mi país porque aquí en Chile hay mucha discriminación y mi marido me decía: “en todos los países hay esas personas, tienes que aceptarlo porque así es la vida”, y dije, ya bueno (EH2).

Pese a las dificultades que implica para las madres migrantes practicar la crianza de sus hijos e hijas en Chile, algunas de ellas han entregado testimonios de conformidad ante la experiencia. Siguiendo a Zapata (2004) la comodidad del migrante se traduce en “sentir descanso físico y psíquico, sin esfuerzo ni molestia excesivos, confortable, holgado, a gusto”; es decir, sentirse bien consigo mismo y con la sociedad, sin sentimientos de culpa ni de rencor, de enemistad o de frustración. Para el caso de las madres migrantes en Chile, este sentimiento de resignación se imbrica a partir de las subjetividades de las madres migrantes, a través de las cuales ellas comprueban que los esfuerzos desplegados para migrar y establecerse en un país extraño y en el criar a sus hijos e hijas, ha surtido importantes beneficios para su mutuo bienestar, dando espacio a nuevas expectativas y a la posibilidad de elección frente a estas, delimitando así una suerte de autonomía (Zapata, 2004).

Es así como los relatos entregados por las madres migrantes de manera transversal califican como una buena experiencia el criar a sus hijos e hijas en Chile pese a todas las adversidades implícitas en esta experiencia vinculadas con las carencias, desarraigo, discriminación, soledad, entre otras. Este sentimiento de gratificación estaría sustentado en la ampliación de las posibilidades de las madres migrantes de satisfacer de manera material las necesidades básicas para la vida de sus hijos e hijas, debido a las mejoras económicas, laborales y de disponibilidad de productos y servicios existentes en Chile y que superan las disponibilidades de sus países de origen. En palabras de las entrevistadas, si bien la experiencia de criar a un hijo e hija en un lugar extraño constituye una experiencia difícil y llena de bemoles, la conformidad de estas madres se asienta en la oportunidad de proveer materialmente de los bienes y servicios para satisfacer concretamente las necesidades básicas de sus hijos e hijas vinculadas con la alimentación, salud, educación, vestuario, etc., y pese a que sus experiencias de vida en Chile no están exentas de carencias, de igual manera se traducen en experiencias favorables en tanto permiten su subsistencia.

Desde ese lugar, las prácticas de crianza de los hijos e hijas de madres migrantes permiten la satisfacción y el regocijo de que como proveedoras logran satisfacer las necesidades de sus hijos e hijas, relevando el rol de una madre migrante como proveedora material en una relación en que la subsistencia se prioriza como sostén de la relación con sus hijos e hijas además del vínculo emocional y biológico.

[…] Es una etapa dura, pero a la vez es gratificante y bonito estar en un país que no es el nuestro, que nos brinda apoyo, que nos da todas las herramientas para nosotros poder vivir y darles una educación a nuestros hijos, que no se nos niega la educación para los niños. Aquí en Chile nos han recibido estupendamente y nos han abierto los brazos y las manos, para tener a nuestros hijos, en darle lo que necesitan y darles educación (EV18).

[…] Para mí es duro, porque no tengo apoyo, soy sola pero otra cosa me compensa es que el niño está bien, está feliz, está contento y eso me hace sentir satisfecha porque estoy haciendo bien las cosas. Si, a pesar de todo, estoy en buenas condiciones pues, nunca le ha faltado nada a él. Nunca se ha quedado sin comer, nunca le ha faltado un pañal, nada (EV17).

[…] Pero para nosotros es importante siempre es que los chicos no puedan dejar de comer, tienen que comer y un lugar donde estar (EP1).

[…] Sí mucho mejor, siempre tengo comida, no falta, porque siempre trabajas y si no trabajas puedes hacer algo. Acá en Chile tienes la oportunidad de ir a la feria y vender algo, hacer un emprendimiento o vender algo por internet (EH7).

[…] Para mi ser mamá es una cosa muy bien porque ser mamá aquí en Chile es mejor que en mi país, porque hay más probabilidades de ayudar a un niño. Como le dije, puedo tener un hijo en mi país, pero sin trabajo, eso es muy difícil cuando uno tiene un niño y no tiene trabajo. En cambio, aquí tengo trabajo, gano buena plata para cuidarla, para comprar lo que necesita mi hija (EH2).

El empoderamiento

Para varias de las madres entrevistadas, esta posibilidad de criar a sus hijos e hijas en Chile, pese a las dificultades, constituye una oportunidad de empoderamiento para incrementar la capacidad de gestionar y agenciar la crianza de sus hijos e hijas. Para las madres entrevistadas este empoderamiento se traduce en la posibilidad de abordar totalmente la crianza de sus hijos e hijas en ausencia de redes de apoyo del padre de sus hijos e hijas, familiares o las construidas en Chile a través de redes de amigos o connacionales. Para otras madres migrantes, este empoderamiento significa la posibilidad de trabajar en forma remunerada y aportar al sustento de sus familias en Chile y de manera transnacional, ocupando el mismo lugar de proveedoras que sus parejas, situación que reconocen como inusitada en sus vidas si no hubiesen migrado desde sus países de origen, lo que las hace sentirse orgullosas de su aporte a la economía familiar pese a la precariedad o informalidad de sus empleos.

[…] Ella dice que es diferente que en Haití, que ahora ella es muy independiente porque trabaja, dice antes no lo hacía, que tiene su autonomía, que tiene hijos y que esta esperanza nunca se lo hubiera pasado por la mente antes cuando vivía en Haití (EH5).

[…] Me siento bien porque existe una diferencia con mi país porque Chile me da la oportunidad de trabajar y ser independiente, porque en mi país es muy difícil trabajar. Es verdad que cuando uno trabaja tiene que pagar, pero puedo encontrar una vida mejor y puede funcionar. Con lo que tengo yo puedo ayudar a mi hijo en lo que necesite (EH9).

[…] Sólo mi marido estaba trabajando. No quería dejar solo a mi marido con todo. Yo tenía que buscar, por eso comencé a vender cosas en la calle, son cosas pequeñas, pero yo vendo para ayudar y juntar dinero con mi marido para cumplir con las necesidades de mi hijo (EH7).

Para otras madres la posibilidad de optar a un trabajo remunerado les ha permitido empoderarse para recuperar su agencia para el sostén y crianza de sus hijos e hijas en Chile, y en algunos de los casos, emanciparse y abandonar ciclos de violencia intrafamiliar propiciados por sus parejas. Este hallazgo es refrendado por historias de vida aportados en una investigación de Correa (2015) en que mujeres migrantes peruanas en Chile refieren como elemento diferenciador de la vida entre Chile y Perú la posibilidad de trabajar de forma remunerada en Chile, dado en que en Perú “el esposo no más trabaja” (Correa, 2015, pp. 225-240).

[…] Y casi después de un año me puse a trabajar, pero si el papá de mis hijos no me dejaba. Trabajaba hasta los feriados, yo ganaba plata, sacaba 600-700 mil pesos, hasta que le dije que se fuera, yo puedo sola. Siento que es para mejor que él ya no esté en mi vida. Pese a todo, yo estoy mejor, aprendí a conducir, a independizarme (EP9).

[…] De que se puede, no porque una sea migrante uno tiene que aguantar humillaciones o a un hombre, uno puede, cuesta, pero después uno dice, pucha valió la pena, uno se siente bien con uno misma, cuando se siente libre, soy libre y ahora hago lo que a mí me gusta. Por ejemplo, salir, yo puedo reír salir donde yo quiero con mis hijos, no aguantar humillaciones, uno se organiza y si se puede salir adelante. Yo creo que con la ayuda de dios si se puede salir adelante con sus hijos (EP9).

La emancipación

Para otras madres entrevistadas, la posibilidad de acceder a un trabajo remunerado en Chile significa para ellas la posibilidad sentirse como mujeres independientes capaces de decidir sobre su propia vida (Márquez y Correa, 2015) y desde ese lugar poner en práctica la resiliencia alcanzada al criar a sus hijos e hijas en condiciones adversas y alejadas de sus redes de apoyo familiares y, además, ejercer completa autonomía respecto de las decisiones en torno a la crianza de sus hijos e hijas. Estos hitos son altamente valorados por las madres como un logro personal que las hace incrementar su auto valoración personal como mujeres y madres, pero que, sin embargo, también se tensionan con la autopercepción de la vulnerabilidad de las condiciones en que estas madres intentan integrarse al país.

Bueno, como mamá migrante, me he empoderado como mujer, yo digo que la resiliencia que tengo hoy, a pesar de todas las cosas que me pasan, no la hubiese tenido en Venezuela, no hubiera decidido emigrar. Yo creo que si no hubiese emigrado no sería la mujer que soy hoy, y eso me empodera, me empodera como mujer, me empodera a no quedarme estabilizada, a saber, actuar y eso es lo bueno que yo he sacado de ser migrante, de no decaer, de buscar siempre la forma de salir adelante y que todo lo puedo, eso es lo único que yo le puedo decir (EV1).

Al final uno cuando es mamá piensa más en ellos que en uno, entonces esta situación vivirla con mi hijo sí que no, uno con un hijo se vuelve más fuerte, pero a la vez más vulnerable (EV5).

A diferencia de los relatos analizados anteriormente, otras madres entrevistadas expusieron su deseo de entregar una impronta diferente y personal a la crianza de sus hijos e hijas en Chile. Si bien estas madres viven en una suerte de tercer espacio, perfilado por la fractura de ambas culturas y por la forma en que ambas se entrelazan a través los nuevos arraigos y que dan forma a nuevas maneras de integración a la sociedad de destino (Stefoni y Bonhomme, 2015). De este modo muchas de las madres aprovechan esta nueva posibilidad para configurar prácticas de crianza de sus hijos e hijas alejadas de las formas y valores con las que ellas fueron criadas, de manera de que sus hijos e hijas tengan posibilidades de vivenciar experiencias diferentes a las maternas. Estos hallazgos se condicen con los testimonios recogidos en un estudio realizado con madres migrantes mexicanas en Estados Unidos, en que las madres esperaban que sus hijos tuvieran una experiencia completamente diferente a las de ellas cuando crecían (Fuster, 2012).

Desde ese lugar las madres tratan de desmarcarse de un patrón cultural definido, tanto por la sociedad de origen como la de destino, incorporando su propia forma de criar a sus hijos e hijas dando espacio a una nueva forma de criar en la que ellas mismas se permiten mayor libertad en cuanto requieren adaptar estas prácticas de crianza a sus posibilidades en relación con su subsistencia económica y de redes de apoyo. Por otro lado, muchas de las madres entrevistadas valoran la crianza de sus hijos e hijas alejadas de sus países de origen como una posibilidad de emancipación de prácticas de crianza con las que las mismas madres fueron criadas. Desde ese lugar, si bien las madres entrevistadas reconocen la relevancia de inculcar valores, hábitos y pautas de comportamiento a sus hijos e hijas, valoran la posibilidad de criar sin necesidad de reproducir aquellas prácticas que resultaron dolorosas en la infancia de las propias madres y que desean que sus hijos no vivencien.

Estas prácticas que las madres desean evitar en la crianza de sus hijos e hijas se vinculan con el machismo, violencia física y crianza estricta de la que fueron objeto en sus infancias como estrategia de educación y corrección, aportando en la crianza de sus hijos elementos que tienen mayor relación con la comprensión y la flexibilidad. De este modo las madres migrantes entrevistadas tratan de compensar los errores percibidos en la crianza de sus propias madres, y el vivir en una nueva sociedad de destino les ha permitido a estas madres migrantes intentar un nuevo comienzo en libertad. Estos hallazgos se refrendan en una investigación realizada con madres migrantes mexicanas en Estados Unidos en que estas madres intentan configurar prácticas de crianza de sus hijos e hijas diferentes al ser más comprensivas y menos duras que sus madres (Fuster, 2012).

Estos resultados están presentes en los relatos de las madres venezolanas y peruanas participantes, no así de las madres haitianas entrevistadas.

Sí, yo le doy gracias a Dios porque yo estoy aquí, no solamente por el sistema político, sino porque Venezuela tiene una crianza muy machista, ¿me entiende? La mujer… todo lo hago yo, yo le hago todo, el esposo es sólo ver la televisión y la vida y no es así. Todo cambió y yo creo que he tenido la oportunidad de que estando aquí esa crianza sea distinta, de que mi hijo tenga respeto por las mujeres, que también tenga que ayudar, que no se tiran las cosas, que tiene que recoger, que las cosas no se ensucian, que la comida es sagrada […] muchas personas que me dicen “¡ay!, si hubieras tenido a tu mamá se queda con tu hijo y tú sales a trabajar”. Si sería bueno, sería muy bueno, pero es repetir los mismos patrones. […] No repetir los patrones, eso es lo que me causa a veces temor. No repetir los patrones, no retar de la forma en que me retaban a mí, aunque a mí nunca me pegaron, pero de ser más respetuosa a la hora de criar, ¿sí me está entendiendo? […] Para mí es esencial cambiar la crianza, el patrón, porque no quiero un hijo que sea, que no sirva como apoyo a su mujer a futuro, no quiero. No, no podría ver a mi hijo como uno vio, el hombre echándose viento y la mujer colapsada, no podría (EV1).

[…] No, tampoco voy a criar a lo antiguo porque a lo antiguo era puro golpe, cualquier cosa que hacían los niños les pegaban, pero hoy en día no estamos para eso. Yo voy aprendiendo en el sentido de que, no sé, me nace, no sé cómo explicarle (EP4).

CONCLUSIONES

La experiencia de criar en Chile como madre migrante constituye una vivencia compleja que involucra multiplicidad de dimensiones que se entrelazan para dar cuerpo a una experiencia única, en el que se entretejen heterogéneas prácticas culturales de las madres y de la sociedad de acogida dibujadas, además, por las precarias condiciones de asentamiento de las madres migrantes y que dan forma a una experiencia atiborrada de carencias expresadas en profundos sentires de las madres entrevistadas. Además de su complejidad, la experiencia de criar en Chile como madre migrante también se erige como un camino difícil de transitar, lleno de obstáculos en la cotidianidad de sus vidas, que las madres migrantes sortean con sus hijos e hijas con el fin de alcanzar la vida mejor, en donde, en ocasiones, reciben como respuesta la devaluación y discriminación.

Desde ese lugar la relación de las madres migrantes con sus hijos e hijas en Chile recibe la impronta de los avatares de un proceso migratorio que ha significado, para algunas de las madres migrantes, desestimar las expectativas frente a un proyecto migratorio, producto de las adversidades con las que se asientan en Chile. Sin embargo, frente a estas experiencias de dolor producto del desarraigo, la discriminación y de la precariedad de sus espacios de subsistencia, las madres migrantes entrevistadas despliegan estrategias de resistencia, donde a través de la resiliencia, logran obtener los impulsos para bregar hacia la vida mejor.

De este modo, los tres grupos de madres entrevistadas, de manera transversal, han transformado la experiencia de criar en Chile en una experiencia positiva, al valorar esta como una oportunidad que les ha permitido desarrollar su autonomía, y en tanto su agencia, a través de su integración al sistema laboral, aunque precario, y así cooperar a la economía familiar, alzándose, en algunos casos, como proveedoras al mismo nivel de sus parejas, y en otros, alcanzar su independencia económica que les ha permitido abandonar círculos de violencia intrafamiliar. Producto de esta emancipación las madres migrantes entrevistadas se aperturan también a practicar una nueva forma de criar, en que, en una suerte de marginación, crean un nuevo espacio de vida para entablar una nueva y personal forma de relación entre ellas y sus hijos e hijas en una sociedad chilena que les ofrece autonomía para agenciar la toma de decisiones para la crianza, al evitar la reproducción de patrones vinculados con el machismo y el castigo vivenciados por ellas en sus países de origen.

Es así como pese a las vicisitudes de cada uno de sus proyectos migratorios, estas madres migrantes han logrado transformar la frustración y la pena implícita en sus proyectos migratorios, en empoderamiento que alcanza a sus hijos e hijas, los que recibirán cuidados prodigados por una madre que, aunque social y precariamente integrada, es capaz de convertirse en proveedora y de este modo sustentar de forma material la crianza de sus hijos e hijas de forma autónoma, a diferencia de sus países de origen y dibujando en ellas una suerte de libertad.

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  1. Al 31 de diciembre de 2020, se estimó que del total de personas extranjeras residentes en Chile, 744.815 son hombres y 717.288, mujeres, mientras que el 48,0% de la población estimada se concentra entre 25 a 39 años (INE, 2021b).
  2. Según el Instituto Nacional de Estadisticas en 2018 hubo en Chile un total de 221.731 nacidos vivos; es decir, 2.545 bebés más en relación con 2017, cifra que rompe la tendencia hacia la baja en el número de nacimientos de los últimos cuatro años. De ellos, un 14% nació de madres extranjeras que indica un crecimiento respecto del año anterior cuando el porcentaje de hijos de madres extranjeras alcanzo el 9,3% (INE, 2021c).
  3. Al año 2020 alcanzan la cifra de 19.089 niños migrantes entre los 0 y 4 años de edad (INE, 2021b).
  4. En el año 2018, del total de madres extranjeras, las mujeres de origen haitiano fueron las que más nacimientos aportaron (21,1%), seguidas de las mujeres peruanas (14,7%). A su vez, las regiones del extremo norte, Tarapacá (33,7%), Antofagasta (28,5%), Arica y Parinacota (22,8%), más la Región Metropolitana (21,0%), concentraron el mayor porcentaje del total de nacimientos de hijos e hijas de mujeres extranjeras (INE, 2021c).
  5. La relación que establecen las madres migrantes con sus hijos e hijas será comprendida como aquel que tiene lugar a través de un parentesco de tipo sanguíneo avalado por costumbres y leyes que dan prioridad al parentesco biológico por sobre aquellos parentescos no biológicos o políticos (Muraco, 2006, pp. 131-132). Así, las madres migrantes en conjunto con sus hijos e hijas se erigen como una unidad que imbrica, en una relación no binaria, a las relaciones no jerarquizadas entre estos individuos que habitan cuerpos no etiquetados y que, por tanto, comprenden una relación no excluyente entre ambos (Zúñiga, 2018, pp. 209-254).
  6. La última encuesta Casen informa diferencias significativas entre hogares con jefe/a de hogar nacido/a en Chile versus los hogares con jefe/a de hogar nacido/a fuera de Chile en todos los indicadores de pobreza multidimensional, los que incluyen a las dimensiones de educación, salud, trabajo y seguridad social, vivienda y entorno, y redes y cohesión social. Según estos datos, en razón de las dimensiones de salud, vivienda, ingreso y educación, las familias migrantes internacionales, en promedio, viven en mayor pobreza multidimensional alcanzando un 23,4% en comparación con el 18,4% de las familias nacionales. (Ministerio de Desarrollo Social, 2018). Además, cabe señalar que el 5,1% de la población en situación de pobreza multidimensional en el país nació fuera de Chile (Ministerio de Desarrollo Social y Familia, 2020).
  7. Para el año 2020, según la encuesta Casen, en pandemia la población migrante en situación de pobreza en Chile por criterio de ingreso, aumentó de un 10,8% en el 2017 a un 17% en el 2020, mientras que en la población chilena aumentó de un 8,5% a un 10,4%, demostrando un crecimiento más acelerado de la pobreza en población migrante (Ministerio de Desarrollo Social y Familia, 2021). Para el caso de las familias migrantes, esta misma encuesta aportó datos que indican que el porcentaje de hogares migrantes en situación de pobreza por criterio de ingreso aumentó de un 4,3% en 2017 a un 7,3% en 2020 versus el aumento experimentado por las familias chilenas de un 2% en 2017 a 3,6% para los mismos años (Ministerio de Desarrollo Social y Familia, 2021).
  8. Para la OIT un trabajador es considerado informal si al ser asalariado o del servicio doméstico no cuenta con cotizaciones de salud ni previsión social, o si es un familiar no remunerado del hogar, trabajador por cuenta propia o empleador propietario de una empresa del sector informal (Tejada, 2022).
  9. Según Hoehn (2021), la precariedad de las relaciones laborales que establecen los migrantes en Chile estaría influida por la desprotección por parte de la legislación laboral y de la seguridad social. Según este autor, la precariedad de las relaciones laborales se expresaría a través de algunas dimensiones que involucran a: los salarios ubicados en el mínimo o bajo el mínimo del salario definido para un trabajo, la inestabilidad en la continuidad del trabajo (y por ende del salario), las condiciones laborales deficientes, la escasa o nula capacidad de los trabajadores para ejercer derechos sindicales y/o de negociar colectivamente y la informalidad de la relación laboral establecida con sus empleadores.