RESUMEN
El artículo sistematiza una experiencia de intervención basada en el método integrado de Trabajo Social que tuvo como fin la revitalización del Histórico Barrio El Colorado de Iquique y que fue implementada por la Escuelita Popular Luchín, organización de voluntariado estudiantil de la Universidad Arturo Prat.
Se expone una propuesta que recoge las necesidades y particularidades de un territorio que evidencia condiciones de vulnerabilidad social y segregación residencial, con altos niveles de estigmatización. Este proceso, sustentado en el enfoque de educación popular, reconstruye los principales hitos del proyecto, orientados principalmente al rescate de la memoria histórica y la construcción de capital social. A través de metodologías participativas y creativas, se promueven el aprendizaje horizontal, el sentido de pertenencia, el refuerzo de los símbolos identitarios y la cohesión, todos ellos elementos sustantivos en la constitución de una comunidad empoderada, que trasciende las consecuencias avasalladoras de los procesos de reestructuración urbana en contextos neoliberales.
ABSTRACT
The article systematizes an intervention experience based on the integrated method of Social Work, which had as its purpose the revitalization of the Historic Barrio El Colorado in Iquique and which was implemented by Escuelita Popular Luchín, a student volunteer organization of Arturo Prat University.
A proposal is presented that includes the needs and pecularites of a territory that shows conditions of social vulnerability and residential segregation, with high levels of stigmatization. This process, supported by the popular education approach, reconstructs the main milestones of the project, aimed mainly at the rescue of the historical memory and the construction of social capital. Through participatory and creative methodologies, horizontal learning, a sense of belonging, the reinforcement of identity symbols and cohesion are promoted, all of them substantive elements in the constitution of an empowered community, which transcends the overwhelming consequences of the processes of urban restructuring in neoliberal contexts.
INTRODUCCIÓN
Iquique, capital de la Región de Tarapacá, es una ciudad-puerto ubicada en el norte grande de Chile que, desde la década de 1950, ha sido impactada por fenómenos económicos mediante el impulso de estrategias comerciales y políticas económicas extractivistas.
La Estrategia de Desarrollo Regional de Tarapacá 2011-2020, documento oficial del gobierno, establece como polos de desarrollo para la región la industria minera y el comercio, a través de la zona franca y el sector portuario. También reconoce el “sueño de ser una región turística”, incluyendo este sector como el tercer polo de su plan maestro.
Como consecuencia social de estas estrategias económicas neoliberales, la ciudad vive procesos de gentrificación y turistificación de los barrios antiguos y del sector costero.
Es en este escenario donde se articula El Colorado, un barrio popular ubicado al noreste de la ciudad, cuya importancia es destacada por historiadores regionales.
El Dr. Patricio Riveros Olguín, historiador, académico universitario y coloraíno2, señala:
la historia del Barrio El Colorado se remonta a finales del siglo XIX, específicamente en la playa El Colorado, en donde hoy se encuentran los restos del antiguo muelle de pescadores. En ese sector se habrían originado, según los datos históricos, rancheríos y caletas de pescadores; luego fue conocida como la caleta de pescadores del Colorado. Alrededor de este eje de asentamientos humanos se habrían edificado los cimientos del barrio. El transporte de aquella época lo ejercía el ferrocarril, esto deriva en que trabajadores, operarios y administrativos de la empresa comenzaran a vivir en sectores aledaños y por ellos se fue consolidando el barrio (Comunicación personal, 10 de enero de 2016).
Estos elementos han forjado una comunidad con una historia y un sentido de identidad propio, generadora de su propia cultura, tradiciones e historia, aspectos que han nutrido también a otros barrios. Han sido varias generaciones de familias de origen popular las que han encontrado allí un refugio y una particularidad que las une: ser del colora’o.
Otra dimensión importante en la historia del barrio ha sido su exposición sistemática a las expropiaciones. Estas comienzan con la instalación de las empresas de la industria pesquera en la Playa El Colorado durante los años 60. Posteriormente, el año 2017, fueron expropiados los terrenos de una manzana casi completa con el fin de construir vías vehiculares que unan la carretera directamente con el puerto, esto como parte de un gran proyecto llamado corredor bioceánico, condenando a este barrio a sacrificarse por el progreso de la ciudad.
Pero no solo la morfología del territorio ha sufrido transformaciones, las dinámicas sociales presentes en el mismo también se han visto afectadas. Un dato no menos relevante es el que proporciona el Sistema Integrado de Información Social con Desagregación Territorial (SIIT-T) del Ministerio de Desarrollo Social. En junio del 2020 se informa que unidades vecinales del sector norte se ubican entre las que registran mayores porcentajes de vulnerabilidad social, destacándose el tramo 0% a 40%: Carol Urzúa (62,2%), Cerro la Cruz (60,2%) y Jorge Inostroza (58,3%). Es evidente que la ciudad ha desarrollado guetos en que la pobreza multidimensional se concentra y se cruza con otras problemáticas, en este caso con la percepción de inseguridad pública, el consumo y tráfico de drogas y la sensación de abandono por parte del Estado, fenómenos que alteraron el cotidiano y contribuyeron a generar un importante estigma sobre la población.
Es en este espacio donde radica el especial interés de estudiantes de la carrera de Trabajo Social por establecer un vínculo que se inició con los niños y niñas del barrio. El año 2013 conforman la Escuelita Popular Luchín, una organización de voluntariado estudiantil ajena a las rígidas misiones de las instituciones que busca potenciar el desarrollo de herramientas para la vida, fijando como pilares de sus intervenciones el apoyo mutuo, la solidaridad, la conciencia de clase, el respeto por la diversidad, el sentido de identidad y el cuestionamiento a la heteronorma.
Desde su compromiso ético y político con las personas y su cuestionamiento crítico hacia las políticas neoliberales, comenzaron con un tímido acompañamiento pedagógico, sumando con el tiempo diversas actividades artísticas, culturales, recreativas y de autogestión que se realizan en los diferentes espacios públicos del barrio. En este proceso, las complejidades estructurales del territorio fueron haciéndose evidentes, siendo necesario ampliar el espectro de sujetos hacia las familias de los luchines (como se les denomina a los niños y niñas que participan en la escuelita) y la comunidad en general, principalmente con dirigentes sociales del sector ubicado al norte de Iquique, según el Plan de Desarrollo Comunal.
La permanencia de este grupo en el sector, con el tiempo, ha facilitado la consolidación de una relación profesional entre la escuelita y la comunidad, aportando desde los conocimientos adquiridos a las necesidades de las familias, homologando su experiencia de voluntariado con el marco de formación profesional.
La preocupación por nuevas expropiaciones, la recuperación de sus espacios públicos que se han vuelto de riesgo y la formación de capital social se han convertido en las nuevas rutas de intervención. Surge de esta manera un proyecto de revitalización del barrio que fue posible de implementar con el aporte de fondos de vinculación con el medio de la Universidad Arturo Prat, experiencia con matices técnicos, propios de la disciplina, que permitió dar continuidad y mayor impacto a la labor que ya se venía desarrollando.
Figura 1. Barrio El Colorado, año 2004.
Fuente: Google Earth.
Figura 2. Barrio El Colorado, año 2020. La imagen registra el resultado de las expropiaciones realizadas para la construcción de mejoras viales del sector portuario y zona franca.
Fuente: Google Earth.
1. ANTECEDENTES
Los procesos de renovación urbana en contextos neoliberales y la gentrificación de los espacios públicos son variables sustantivas para el análisis de las comunidades urbanas.
Lillo y Roselló (2004) logran resumir las características típicas que las diferentes definiciones otorgan al concepto de comunidad, resaltando su carácter polisémico. Respecto de las relaciones entre las personas que viven en una comunidad, estas son frecuentes y cara a cara.
Las comunidades son definidas como un grupo de integración media, es decir, más concreto que otros grupos como la denominación religiosa o la clase social y más amplia que los grupos primarios. En una comunidad se comparten necesidades y problemas, pero igualmente beneficios, intereses y objetivos comunes que existen por compartir un mismo contexto y por la existencia de organizaciones que permiten alcanzar algunos de esos objetivos mediante acciones colectivas.
Son elementos que las autoras destacan como características fundamentales de una comunidad la identidad y el sentido de pertenencia, las que contribuyen a desarrollar la solidaridad e intereses comunes. Estas se entrelazan con otros atributos significativos de los asentamientos humanos, tales como su carácter dinámico e histórico, así como la existencia de una cultura compartida, habilidades y recursos que son producto de la constante interrelación entre sus actores y se transmiten de generación en generación.
El territorio es un elemento importante al momento de profundizar en la teorización de la comunidad. En las comunidades urbanas, el territorio está íntimamente ligado con el barrio y sus espacios públicos.
El concepto de espacio público nace desde una concepción jurídica que separa la propiedad privada urbana de los espacios de propiedad pública. Estos pueden ser utilizados para la construcción de servicios y espacios libres, cuyo destino principal son los usos sociales. Así, aparecen como aspectos importantes para la calidad de vida, una proyección urbanística que asegure la movilidad por el espacio, el esparcimiento, la producción de actividades culturales y actividades comerciales.
El espacio público, desde una dimensión política, debería permitir instancias para la expresión cultural y colectiva, la heterogeneidad social, la socialización e integración sociocultural (Borja y Muxí, 2000). En barrios populares, está conformado por el área exterior que rodea las viviendas, al cual tienen acceso diariamente las personas que allí conviven. Es un espacio familiar, lleno de sentido para la comunidad, con valor simbólico para vecinos y vecinas; un lugar donde se reconocen las características particulares, normas y valores específicos de grupos sociales determinados.
Debido a su tamaño y escala, los espacios públicos del barrio son lugares para encontrarse con los demás cara a cara y llevar a cabo acciones orientadas por el afecto, el compromiso y la recreación; de allí su importancia en la construcción de la dinámica comunitaria (Segovia y Dascal, 2000).
Al revisar conceptos como comunidad y espacios públicos, es posible observar que ambos coinciden en la importancia que tienen las relaciones sociales. Esta interrelación es fundamental para el desarrollo de las comunidades y sus habitantes. Es así como la Habitat International Coalition comienza a desarrollar la Carta Mundial por el Derecho a la Ciudad (2004), documento que busca democratizar el uso y goce de los espacios públicos como un derecho en la vida de toda persona, buscando garantizar a las comunidades prerrogativas para el desarrollo económico, social, cultural y ambiental. De hecho, se establece en el punto 2 del Artículo 1 como “un derecho interdependiente de todos los derechos humanos internacionalmente reconocidos, concebidos integralmente, e incluye, por tanto, todos los derechos civiles, políticos económicos, sociales, culturales, ambientales que ya están reglamentados en los tratados internacionales de derechos humanos”.
Lo anterior pareciera estar alejado de la realidad global y latinoamericana, específicamente en Chile, donde el paradigma neoliberal marca la pauta bajo la cual se va reproduciendo la sociedad y donde se enmarcan los modelos políticos de desarrollo socioeconómico. El Barrio El Colorado de Iquique es un ejemplo de cómo ocurren estos fenómenos a nivel latinoamericano y cómo afectan a las comunidades urbanas.
El aburguesamiento, elitización o, más específicamente, la gentrificación de los barrios, son conceptos hoy en día ampliamente estudiados. Este fenómeno está íntimamente ligado con los modelos de desarrollo socioeconómico y urbano de un territorio. En el caso particular de la Región de Tarapacá, en cuanto a sus planes de regeneración urbana, el Barrio El Colorado ni siquiera figura como zona de interés patrimonial, a pesar de la potente carga histórica que posee este barrio, de su playa memorable, su cultura, identidad y tradiciones.
Según David Harvey (2013), se evidencia en estos procesos la clara relación existente entre capitalismo y procesos de urbanización. La creación de nuevas geografías urbanas bajo el capitalismo supone inevitablemente el desplazamiento y desposesión como horrorosa imagen de la absorción de capital excedente mediante el desarrollo urbano.
Para Casgrain y Janoshka (2013), la ocurrencia del fenómeno de gentrificación está ligada a cuatro condiciones:
– La reinversión del capital en un espacio definido y un alza del valor del suelo de ese espacio.
– La llegada de agentes con mayor poder adquisitivo que las personas ya establecidas en ese espacio.
– El cambio en el paisaje o en las actividades controladas por los grupos que ingresan al territorio.
– El desplazamiento directo o indirecto de los grupos sociales de menor poder adquisitivo que los recién llegados.
Entonces, para que un territorio sea gentrificado no es requisito único la irrupción de un nuevo proyecto inmobiliario de tipo residencial; lo que sí se requiere es la inversión de capital fijo como, por ejemplo, una nueva carretera, como en el caso en cuestión.
En este mismo sentido, Blanco, Bosoer y Apaolaza (2014) señalan precisamente que las políticas de Estado que apuntan a la inversión de obras públicas y de regeneración o revitalización urbana, como nuevas condiciones de circulación o nuevas vías, obligan a la expulsión de las familias, viéndose estas obligadas a trasladarse hacia otros sectores en la periferia de la ciudad, alejados del centro, de sus lugares de trabajo y de su antiguo barrio, abandonando sus vínculos y redes. Estas innovaciones en el territorio tienen un efecto en las condiciones estructurales y en las dinámicas urbanas, por ejemplo, al incentivar el aumento del precio de los suelos o los cambios en el uso e intensificación de estos.
Al ser percibidas como una gran necesidad, las iniciativas de mejora vial poseen una importante carga simbólica, pues actúan como un disipador de procesos de renovación urbana. Lo anterior cobra sentido cuando los proyectos de accesibilidad urbana constituyen soluciones para el transporte en ciudades altamente pobladas y con alto flujo vehicular, el espacio intervenido en tanto es revalorado por la ciudadanía.
Así, entonces, es posible reconocer que existe una importante incidencia de la globalización en la conciliación de identidades comunitarias e individualistas, en tanto los procesos económicos refuerzan los proyectos individuales por sobre los colectivos, pues constituyen estrategias de supervivencia ante una integración desigual en la economía global, con altos costos que, en consecuencia, reproducen exclusión social y desintegración de la ciudadanía (Castells, 1999).
En el caso del territorio objeto de intervención, sus actores experimentan y perciben la violencia que produce la expropiación constante a la que han sido sometidos, a propósito de las exigencias del progreso. La destrucción de sus espacios y la expulsión de sus familias, las cuales se vieron obligadas a trasladarse en su mayoría a la comuna de Alto Hospicio, ha transformado totalmente sus dinámicas y fragmentado el tejido social, dejando todo su capital cultural hecho anécdotas que hoy forman parte de la memoria de los habitantes más antiguos.
2. ESTRATEGIA METODOLÓGICA
2.1. Marco metodológico de la intervención
El método integrado, como modelo de intervención en Trabajo Social, asume protagonismo en Latinoamérica durante los años setenta con la reconceptualización de esta disciplina. Su principal característica es la capacidad de incluir los tres modelos clásicos de intervención: familia, grupo y comunidad.
Durante este proceso, los trabajadores sociales reconsideran y cuestionan el aislamiento metodológico que, desde su perspectiva, aparta a las personas de su contexto y estructuras sociales, adjudicando a ellas la responsabilidad y génesis de sus problemas (Estrada, 2011).
La selección del método integrado, entonces, apunta al ordenamiento lógico y racional de una propuesta que responde a los procesos de diagnóstico, planificación, ejecución y evaluación, y que, además, reconoce a los sujetos y sus problemáticas en todos los niveles de abordaje.
La metodología que sustenta esta experiencia se relaciona principalmente con el enfoque de educación popular que, en este caso, surge con el fin de volver a un Trabajo Social emancipador y con conciencia de clase que parece perdido en la instrumentalización de los usuarios, mediante el cumplimiento de metas, el asistencialismo y la planificación normativa que la institucionalidad pública y privada impone a la disciplina. Por ello, en cuanto a la organización, el marco metodológico en que se encuadra este proceso constituye un método, pero también un fin en sí mismo.
La educación popular, como campo y herramienta de acción e intervención en contextos comunitarios y populares, ha estado ligada de manera histórica al Trabajo Social. Este enfoque permite establecer relaciones con la comunidad desde la horizontalidad, rompiendo así la brecha entre el educador como experto y dueño de la verdad y las comunidades como entes indefensos y sin capacidad de reflexión como relación jerárquica. En el contexto de la educación popular, el trabajador social y la comunidad son parte del proceso de generación de conocimiento, logrando, mediante procesos dialécticos, problematizar su realidad, sus procesos, expectativas, necesidades e intereses (Guevara, 2015).
2.2. Marco metodológico de la sistematización
Esta sistematización tiene como objetivo describir y analizar la experiencia de intervención realizada por la Escuelita Popular Luchín en el Barrio Histórico El Colorado de Iquique, con la finalidad de generar aprendizajes significativos para la práctica social. Es de tipo retrospectiva, en tanto se realiza al finalizar la intervención, debiendo necesariamente reconstruirse el proceso a partir de los registros generados durante la ejecución, de manera que su análisis crítico sirva como aporte a la mejora continua de prácticas en contextos similares (FAO, 2004). Por otra parte, tiene un enfoque histórico-hermenéutico que
desde una perspectiva comprensiva privilegia la significatividad y relevancia cultural de los sujetos y sus prácticas, así como también pretende comprender los significados, sentidos, acciones y discursos de los sujetos para entender las lógicas e interpretaciones de las relaciones sociales en las prácticas (Ruíz, 2001, p. 6).
La metodología seleccionada para su estructuración recoge la propuesta en “cinco tiempos” de Oscar Jara (2018):
- El punto de partida. El equipo que sistematiza está compuesto por estudiantes pertenecientes al grupo de voluntariado desde sus inicios y la docente directora del proyecto específico. En el proceso todos/as han participado del diseño, ejecución y evaluación de la experiencia.
- Plan de sistematización. Este trabajo en particular se ha definido desde la motivación puesta en reflexionar en profundidad sobre la experiencia de revitalización del barrio El Colorado y ponerla a disposición de otras organizaciones que tengan intereses u orientaciones similares.
- Recuperación del proceso vivido. Todos los antecedentes necesarios para su reconstrucción narrativa corresponden a registros audiovisuales, informes y producciones académicas como sustento teórico de explicación. Se estructura con base en las fases metodológicas tradicionales de intervención social, logrando así rescatarse los principales aspectos de la puesta en marcha de esta propuesta y sus resultados.
- Reflexiones de fondo. El proceso reflexivo apunta al análisis crítico en cuanto a aprendizajes, aportes de la intervención y dificultades, todos estos elementos relacionados con el contexto, los procesos y sus alcances metodológicos.
- Punto de llegada. El proceso finaliza con el informe donde confluyen aspectos teóricos, metodológicos y reflexivos.
3. RESULTADOS
3.1. Fase de inserción-inmersión, el vínculo con la comunidad
El encuentro y posterior vínculo que se construye entre la Escuelita Popular Luchín y el Barrio El Colorado tiene una data de aproximadamente siete años. Inicialmente, el espíritu crítico en torno a la observación de la realidad social y compromiso con la profesión se materializan a través de actividades recreativas y apoyo pedagógico hacia niños y niñas del territorio, luego se amplían sus expectativas hacia problemáticas más complejas que fueron reconocidas en los espacios universitarios de formación en la praxis comunitaria, cimentada en lineamientos de trabajo sobre las bases de la educación popular y el trabajo social crítico.
Lo socioeducativo coexiste con lo sociocultural en la necesidad del reencuentro, la reapropiación, la organización y la autogestión. Así, por ejemplo, se desarrollan actividades para trabajar el concepto de barrio histórico que culminan con la instalación de una gigantografía que reivindica el carácter histórico del barrio en uno de los lugares emblemáticos para la comunidad: el puente.
Para reactivar la asociatividad, se propone recuperar una sede social en abandono. Recaudar fondos y pagar deudas de servicios básicos que impedían su funcionamiento fue otro desafío de autogestión. En el espacio público, los pasacalles con los/as niños/as del barrio, carnavales por la infancia, entre otras actividades, comenzaron a formar parte de la vida de los coloraínos.
Capacidades técnicas, permanencia en el territorio, confianza, respeto y afectos han sido aspectos claves en la validación y continuidad de esta organización estudiantil.
3.2. Fase de diagnóstico participativo, identificando las necesidades del entorno.
Durante esta fase, se comienza a indagar en la realidad que vive el barrio, mientras que la formación académica permite corroborar con bases teóricas que aquello que ocurre en la comunidad corresponde a fenómenos subyacentes a políticas de Estado funcionales al neoliberalismo. Para ese momento, la escuelita, en particular los tíos (como son denominados quienes forman parte de la organización por vecinos y vecinas), ya son parte del barrio y cuentan con su reconocimiento, apoyo y confianza, necesarios para la construcción del diagnóstico comunitario mediante metodologías participativas y creativas.
Las herramientas propias de la educación popular permiten establecer relaciones no jerárquicas, lo que posibilita entrevistas desde la naturalidad y sinceridad que concede una relación cotidiana y cercana, así como también instancias para ahondar en temas relevantes para los miembros de la comunidad. Así, fue posible acceder, de manera planificada, a informantes claves, tales como dirigentes y vecinos emblemáticos del barrio. Pero también surgen encuentros espontáneos en la puerta de la casa, en el almacén, en las calles.
Los discursos se centran en la preocupación de los vecinos por las expropiaciones que ha sufrido el barrio, las que, según ellos mismos, han dejado un paisaje desolado, con lo que han surgido diferentes problemáticas como: sitios eriazos, asentamientos humanos precarios o “rucos”, consumo y venta de drogas, principalmente pasta base de cocaína; generando una sensación de inseguridad y el estigma de un barrio de alta peligrosidad.
En distintas instancias con los pobladores se pudo detectar la necesidad sentida de recuperar espacios públicos idóneos para el juego, ocio, esparcimiento y socialización de los niños, niñas y la comunidad en general. También ha sido posible reconocer los esfuerzos de los pobladores por contribuir a su entorno. Así, un grupo de vecinas se agrupan y organizan para instalar pequeñas áreas verdes en los sitios baldíos que quedaron tras la expropiación; un vecino riega la plaza y los escasos espacios de áreas verdes que esta posee y que él mismo ha generado para su comunidad; una vecina cuida y limpia la cancha, entre otras acciones con fines altruistas que dan cuenta de los atributos y capacidades de los sujetos de intervención.
Realizar un diagnóstico comunitario en el trabajo con niños y niñas de una comunidad exige necesariamente la simplificación y adaptación de algunas herramientas de investigación para su comprensión y participación. Para ello, se trabajó sobre un análisis FODA para intencionar el abordaje de los espacios públicos significativos en la vida cotidiana. La técnica se aplica a través de los dibujos y la discusión reflexiva de los mismos, de manera de reconocer con mayor frecuencia: la plaza, los juegos, la cancha y el nuevo consultorio de salud primaria, al que llaman la clínica.
También fue posible identificar aquellos elementos que para las niñas y niños tienen alguna connotación negativa, como la inseguridad y lejanía de la plaza o la cancha, la falta de áreas verdes y sombra, la cantidad de vehículos que transitan por el sector, microbasurales, sitios baldíos, el consumo de pasta base de cocaína. Se señala con tristeza que ya no hay casas donde compartir, refiriéndose a las casas de sus amigos, primos, tíos, gente cercana.
De esta manera, expresando ideas desde la creación artística, con lenguaje sencillo y cargado de emotividad, los vecinos y vecinas comunican la forma en que ha impactado en su vida el despojo de sus espacios públicos, la violencia con que se realizaron procesos de expropiación y expulsión de las familias del sector, la destrucción de su entorno barrial y la gentrificación del espacio, mediante el cambio en la dinámica del uso de los suelos con las consecuencias que esto tiene tanto para los expulsados, los no expulsados, el tejido social de la comunidad y el paisaje del barrio.
La observación participante, los mapeos colaborativos, las entrevistas a informantes claves y el análisis documental sirvieron de fuente para triangular los hallazgos del FODA, destacándose percepciones coincidentes en relación con la precarización de sus espacios. Todos estos aspectos impactan en el sentido de pertenencia, puesto que si no hay sentido de pertenencia, ¿es posible hablar de desarrollo comunitario? ¿Cómo cohesionar el tejido social en ausencia de espacios para encontrarse, socializar, sentirse seguros, contar historias, jugar, realizar manifestaciones culturales tradicionales y emblemáticas para el barrio y la ciudad?
3.3. Fase de planificación de la propuesta de intervención.
Pese a todas las adversidades, es la memoria y un sentido de pertenencia lo que permanece intacto en los pobladores. Su historia les enorgullece, se reconocen como parte de un legado auténtico de la ciudad, conocen la importancia de su patrimonio cultural. Desde este escenario comienza a surgir la idea de promover la recuperación de los espacios públicos del barrio a través de aquello que ni el sistema neoliberal, ni la destrucción creativa ni la gentrificación pueden acabar: la memoria popular.
Como resultado del levantamiento de necesidades, surge el proyecto Historia e identidad popular, proyecto socio cultural de revitalización del barrio El Colorado, práctica social desde la aplicación del método integrado de Trabajo Social, financiado por la Facultad de Ciencias Jurídicas y Políticas de la Universidad Arturo Prat cuyo objetivo fue promover el uso de los espacios públicos de la comunidad mediante el rescate de la memoria y la identidad popular. El proyecto de intervención consideró tres actividades centrales: un taller de muralismo para niñas y niños del barrio, conversatorios de historia popular y una actividad de cierre, que consistió en una jornada familiar artístico cultural.
3.4. Fase de ejecución: la puesta en marcha de las iniciativas creadas
Facilitar instancias que enriquezcan la infancia por medio del arte y el juego, así como reforzar el sentido de identidad de los niños respecto de su barrio y promover su legado histórico, han sido una constante en la praxis de la Escuelita Popular Luchín, por lo que unir ambos elementos en la idea de pintar un mural sobre su barrio surge de manera casi espontánea en el grupo.
Para poder realizar la actividad fue necesario contar con la autorización de los vecinos del sector de la emblemática calle Ferrocarril. Para ello, se realizaron entrevistas en las que algunos de los miembros de la comunidad señalan resquemor y curiosidad respecto del resultado, ya que formará parte de su entorno cotidiano y cercano. Son los mismos luchines los encargados de convocar al resto de la población infantil del barrio para participar de los talleres. Se corre la voz, se pintan carteles y de esta manera se logra formar un grupo de trabajo estable de catorce niños y niñas de entre cuatro y doce años, superando la expectativa del grupo interviniente respecto de la participación de la comunidad en la actividad. Se trabaja en tres sesiones con el apoyo y guía de una artista visual, con la expectativa de lograr un mural que plasme elementos característicos e históricos de su barrio.
Durante la primera sesión se trabaja en la sede de la junta vecinal. Se realiza una exposición de pinturas creadas por otros niños de su edad con el fin de que el grupo se familiarice con el arte y que comiencen a conocer los diferentes útiles y técnicas. Posteriormente, se comienzan a socializar los elementos históricos característicos del barrio para plasmar en el papel las ideas que se utilizarían para el mural. Las otras dos sesiones se centraron en la creación del producto final. Destacan el registro visual de los ferrocarriles, la pesca artesanal y el matadero. Todas estas ideas nacen de las historias que los padres y abuelos les han contado.
Esta actividad, que en un comienzo está pensada para la población infanto-juvenil, logra impactar a la población adulta de la comunidad. Es durante estas jornadas que se observan las primeras reacciones de los vecinos, quienes aprueban este mural, lo que se manifiesta en el interés y compromiso que ponen en la actividad. Emerge la solidaridad popular, se acercan vecinos con botellas con agua helada, pan, herramientas para limpiar, una palabra de ánimo, sencillos gestos de aprecio y apoyo.
La memoria histórica es parte del patrimonio cultural de un barrio y en el caso específico del barrio El Colorado de Iquique, es un elemento que une y dignifica a sus habitantes. Los dignifica ya que la memoria constituye la base donde se sustenta aquel sentido de pertenencia que, con el tiempo, ha sido casi una estrategia de sobrevivencia; un refugio frente al estigma social que ha caído también de forma histórica sobre el barrio; un espacio para reconocer sus cualidades positivas, acogerse, encontrarse, resistir.
Como segundo eje de la planificación, se desarrollan tres conversatorios de historia popular, enfocados en temas como historias, costumbres y mitos, con el fin de promover el rescate de la memoria histórica y el sentido de identidad en la comunidad del barrio. Para la convocatoria a esta actividad se considera a las personas mayores como protagonistas, invitando a los vecinos mediante difusión puerta a puerta.
Fue posible reunir un grupo de quince personas, selecto y diverso: dirigentes, trabajadoras, historiadores, poetas, dueñas de casa, vecinas nonagenarias, obreros, excoloraínos y estudiantes.
Los hitos de esta actividad se centran en el rescate del discurso de los vecinos. La conversación gira en torno a la reminiscencia de su barrio antiguo, el de su infancia y juventud, antes de la instalación de la zona franca y la industria pesquera y mucho antes de que eliminaran calles y casas. Lamentan la manera en que se separaron amistades y familiares tras las expropiaciones y cómo ha cambiado la vida en su barrio. Señalan que la comunidad no tuvo opción alguna respecto de lo que se les imponía, sino vender sus casas al Estado de Chile. Así, relatan cómo en el pasado su barrio estuvo ligado a sus fuentes de trabajo: el ferrocarril, el matadero, la pesca, las tejedoras de redes. Justamente, la playa El Colorado es en la memoria de la comunidad un espacio público vital, el corazón del barrio. No solo se concibe como una fuente económica para las familias, sino que también como un espacio de esparcimiento y encuentro con la naturaleza para toda la comunidad.
En este contexto, sobran los relatos que dan testimonio de un espacio casi de ensueño. “Le decían Acapulco”, señala una vecina. La playa generaba todo tipo de beneficios para la comunidad y de la cual fueron despojados sin consideración alguna, cuando se instalaron en la zona, durante la década del setenta, las empresas de pesca industrial y de fabricación de harina de pescado. Desde estos recuerdos los vecinos también asocian sus espacios públicos con elementos característicos de su historia y cultura, como sus carnavales de verano, fiestas patronales y bailes religiosos, tradiciones que han sobrevivido al tiempo y a las circunstancias adversas que tienen lugar en la playa, las calles, la cancha, la sede de la junta de vecinos, el puente; espacios donde se han reproducido transgeneracionalmente expresiones culturales que han forjado la identidad de la comunidad.
El grupo, sin conocer sobre lenguaje técnico o teorías de urbanismo, en sus propias palabras expresa claramente que es el progreso y el avance económico lo que está haciendo desaparecer su barrio. Reconocen que hechos como la instalación de las empresas pesqueras, el centro comercial y la zona industrial de la zona franca, así como las constantes intervenciones del Estado mediante las expropiaciones de manzanas completas, no han beneficiado a la comunidad, aunque sí al resto de la ciudad. Esta realidad ha derivado en el empobrecimiento de los espacios públicos y del entorno de la comunidad del Colorado, y la fractura de su tejido social, que amenaza con terminar con la vida de barrio como los ellos la conocen.
La actividad de cierre pretendía favorecer una instancia en que toda la comunidad se reuniera en torno a un hito relevante que sellara la intervención: una jornada cultural. Se escoge como escenario principal una de las calles emblemáticas del barrio, señalada durante el diagnóstico participativo como uno de los lugares conflictivos debido al alto tráfico vehicular. Esta actividad tuvo especial significado pues fue testimonio de que los espacios pueden y deben ser usados de manera diferente, con el fin de entregarles otro valor y, una vez visibilizado eso, generar recursos para mejorarlos.
3.5. Fase de evaluación de los resultados de la intervención
La evaluación de la intervención se sustenta principalmente en un enfoque iluminativo, modelo subjetivista-formativo, que se centra en la descripción e interpretación de los procesos más que en la medición de productos. Mediante este modelo, es posible observar que la intervención realizada logra visibilizar a la población infanto-juvenil de la comunidad. Niños y niñas del barrio tienen un alto nivel de participación en todas las fases e iniciativas del proyecto, se apropian de veredas y calles, y son quienes instan a los adultos en la tarea de recuperar y proteger sus espacios públicos. Con el pasar del tiempo, los vecinos cuidan y limpian el espacio de la obra colectiva a más de un año de su ejecución.
Asimismo, se crean instancias de encuentro que promueven la interacción social y, al mismo tiempo, se logra convertir los espacios públicos del barrio en áreas propicias para el desarrollo de la cultura y el pensamiento crítico. La comunidad logra reconstruir su antiguo barrio en la remembranza y, con ello, demuestra una profunda reflexión respecto de su situación y conciencia de la realidad.
Evaluar una intervención comunitaria es un proceso que, en contextos institucionales tradicionales, se basa en medir resultados concretos a corto plazo que respondan a su vez a planificaciones lineales o normativas. Esta medida, generalmente, se relaciona con la identificación de ciertos productos que, en este caso, podrían determinarse por medio de indicadores de resultado, tales como: el mural pintado, la cantidad de asistentes a cada actividad, una cantidad determinada de conversatorios realizados. Sin embargo, este tipo de evaluación no logra abarcar en profundidad la forma en las que las comunidades viven y procesan una intervención.
3.6. Principales aprendizajes de la experiencia
Ejercer el Trabajo Social desde metodologías no tradicionales, como la educación popular, otorga al grupo que interviene la oportunidad de ser parte de la comunidad y observar desde una posición privilegiada los impactos que se producen. Se rescata como un aprendizaje significativo la relevancia de los procesos de inserción, pues facilitan desde la construcción de vínculos sólidos, relaciones de confianza y colaboración que propician la elaboración de diagnósticos complejos y situados que articulan de manera efectiva la teoría y la práctica, y sustentan intervenciones sistemáticas transformadoras, todo esto cuestionando las relaciones instrumentalizadas y la formación parcelada en trabajo social.
Por otra parte, resulta imprescindible movilizar las fuerzas de las bases, integrando a todos sus actores en sintonía con una propuesta de objetivos colectivos que representen sus necesidades sentidas. El saber popular se convierte en el patrimonio intangible, dimensión que trasciende a las personas que habitan los territorios. Este puede ser transferido a partir de iniciativas relacionadas con la democratización de la cultura, valorando la producción cultural comunitaria como un medio que promueve el encuentro, la participación en los espacios públicos, procesos críticos y reflexivos sobre los temas contingentes que en el diario vivir no se tocan.
Una fortaleza de esta experiencia ha sido la promoción de intercambios intergeneracionales desde lo lúdico, lo artístico y lo dialógico, herramientas que demandan competencias transdiciplinares y versatilidad en los facilitadores. No obstante, también se pueden identificar barreras relacionadas con las limitaciones para la superación de las profundas secuelas que la segregación y la gentrificación han provocado en el tejido social.
4. CONCLUSIONES
Esta sistematización da cuenta de un proceso reflexivo sobre el devenir y los resultados de una intervención social, buscando contribuir a la mejora continua, tanto en los espacios de formación universitaria en Trabajo Social como en cuanto a la perspectiva de futuras intervenciones a nivel comunitario.
Contextualizar esta experiencia desde las bases del método integrado nos invita a reconsiderar las discusiones que surgen con la reconceptualización de la disciplina, tal como se señaló anteriormente, según el planteamiento de Estrada (2011). Estas se relacionan con el cuestionamiento de la formación de pregrado, en tanto aparece fragmentada en áreas de subespecialización, apareciendo limitaciones para la intervención social, que la reducen a un particular escenario de la realidad social. En este sentido, los problemas sociales pueden abordarse a partir de los niveles de caso, grupo o comunidad, de manera simultánea, o bien desde la combinación de estos, aportando una mirada sistémica respecto de la realidad de los actores intervenidos que no puede separarse de su contexto.
Recogemos aquí un aspecto relevante, por cuanto la posibilidad de transitar por cada una de las dimensiones de los actores sociales, sujetos de esta intervención, disminuye los sesgos sobre la importancia de alguna por sobre otra, o de considerarla más política que otra.
En cuanto a la estrategia desarrollada por fases, como se menciona anteriormente, es posible otorgar especial importancia a la etapa de inserción. La complejidad y dinamismo de los fenómenos sociales hace necesario considerar intervenciones de largo plazo que permitan a los grupos intervinientes profundizar en los lazos y relaciones de confianza que se establecen con la comunidad. De esta forma, el conocer y comprender la realidad adquiere un mayor nivel de profundidad, permite identificar alternativas de solución más efectivas y sitúa a los sujetos como los verdaderos protagonistas en los procesos de transformación social.
La participación de la comunidad en cada una de las etapas implica un reconocimiento de las capacidades instaladas y del saber popular, además de posicionar el aporte técnico del profesional, horizontalidad sobre la cual se construyen oportunidades más potentes para los cambios sustentables.
Por otra parte, utilizar metodologías no tradicionales y lúdicas en la ejecución de actividades socioculturales incidió favorablemente en la consecución de los resultados de esta intervención, es así como, considerar el capital cultural de la comunidad, su memoria histórica y su sentido de identidad, despierta el interés y la participación en la puesta en marcha de cada iniciativa. Niños, niñas y jóvenes, a partir de la expresión artística de los símbolos de su barrio, desarrollan su capacidad creativa, valoración de la estética y establecen un clima de respeto y sana convivencia. Asimismo, los conversatorios de historia popular, las experiencias vividas y compartidas, han sido un medio con el que la comunidad ha logrado construir de manera dialéctica su propia realidad y generar procesos reflexivos que permitan cuestionarla y, en un futuro, cambiarla.
La invitación que hace el enfoque de educación popular es a superar la intervención tradicional, desde un marco rígido y lineal, lo que requiere promover competencias en los profesionales para que puedan actuar con sentido crítico, autonomía y creatividad.
Para finalizar, en cuanto a las tensiones de la política pública, sus sustentos y cómo impacta en la sociedad, debemos replantearnos y valorar lo esencial. En este sentido, el progreso no puede menospreciar a los más desposeídos, sino que debe incorporarlos y empoderarlos para facilitar el acceso a mejores condiciones de vida. Reconstruir el tejido social, favoreciendo la transmisión de la herencia social y potenciando la cohesión de los sujetos en territorios desplazados por medidas que favorecen el crecimiento económico de los grupos dominantes, es una condición ineludible para lograr la participación sustantiva y el desarrollo de capital social, que nos lleve a convivir en comunidades en contextos de integración social y no segregadores.
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