RESUMEN
La familia, la más universal de las instituciones sociales, ha poseído y posee múltiples funciones, pues sus formas históricas y culturales son y han sido diversas. La resignificación de la familia es una constante. En la actualidad, la tradicional noción de familia adquiere nuevos elementos, dentro de nuevos contextos de modernización, desarrollo y globalización.
A través de una reflexión teórica, este artículo habla de una tendencia emergente, especialmente en sociedades occidentalizadas, hacia una transformación de las estructuras y relaciones familiares concebidas como tradicionales. Se ha heterogeneizado el tipo de familia que se constituye y las formas de relaciones conyugales y parentales, puesto que la tendencia de los individuos y las parejas, hoy más que nunca, van hacia una democratización y un sentido de individualización. Sin embargo, sus prácticas están llenas de exigencias, conflictos, resistencias, contrariedades, así como también de libertades, lo que ha traído grandes tensiones al interior de las familias.
El presente artículo se sitúa en el marco de investigación desarrollada por el Centro de Estudios para el Desarrollo de la Mujer (Cedem) proyecto Fondecyt 1030150 denominado Modernización y Vida Privada. Estudios de Formas Familiares Emergentes de Santiago. Este proyecto tuvo como finalidad indagar en la vida privada de las familias de Santiago en los estratos sociales alto, medio y bajo.
ABSTRACT
The family, which is the most universal social institution, has always had multiple functions, due to its diverse historical and cultural forms. Resignifying the family is a constant. Today, given the new contexts of modernization, development and globalization, the traditional notion of family acquires new elements.
Based on a theoretical reflection, this article refers to the emerging tendency of the traditionally conceived families, especially the ones from Westernized civilizations, to move towards a transformation of structures and of family relationships. Nowadays, the types of families that are being constituted, including parental and marital relationships, have been heterogenized, given the fact that today, more than ever, individuals and couples are moving towards a democratization and towards a sense of individualization. However, their practices are full of demands, conflicts, resistances, oppositions, as well as liberties, all of which have caused great tension within families.
The present article is situated within the framework of research carried out by Centro de Estudios para el Desarrollo de la Mujer (Cedem) Fondecyt project 1030150 called Modernization and Private Life. A case of Family Emerging from in Santiago. The aim of this project was to investigate the private life of families from Santiago, from all three social classes: high, medium and low.
1. INTRODUCCIÓN
La resignificación de la familia y de sus relaciones al interior de estas, es una constante a través de la historia, debido a que esta es a la base una construcción social. Actualmente la familia está en un momento de transición complejo entre lo concebido como valores tradicionales de familia y una tendencia emergente más moderna de ser y hacer familia. A partir de los años setenta en Chile se comienza a observar el inicio de cambios familiares, que ha ido paulatinamente en aumento en cuanto a cambios en su estructura, en ideologías y prácticas familiares. La tendencia emergente del concepto de familia se ha ido re-significando en las últimas décadas, debido entre otras razones, a los efectos de la modernización y de la globalización, que han introducido nuevos referentes culturales con mayores grados de libertad de expresión y elección. Se evidencian más familias e individuos autónomos y autorreflexivos en sus estilos de vida.
Este documento articula diversas propuestas teórico-conceptuales realizadas en torno a las transformaciones y tensiones asociadas a la actual construcción de familia, de pareja y de parentalidad en occidente, de esta manera ir develando hacia dónde va la familia, teniendo el propósito de estudiar el ámbito privado, información sustantiva sobre la vida cotidiana familiar y sobre la realidad social actual. Un aporte teórico reflexivo sobre la familia emergente, siendo esta una de las instituciones que realiza intermediaciones más relevantes entre el individuo y la sociedad.
2. TRANSFORMACIONES Y TENSIONES EN LA CONSTRUCCIÓN DE FAMILIA
La familia a través de la historia y las culturas ha tomado diversas formas. Se destacan tres importantes fases en el desarrollo de la familia europea en los últimos siglos. Un contexto que permite situarnos en las grandes transformaciones familiares que han ocurrido.
En el siglo XVI, la familia era una institución no emotiva, autoritaria y de corta duración (por muerte temprana). La familia no conformaba el centro principal de vinculación emocional; no había libertad en la elección de la pareja; esta no buscaba intimidad emocional; el sexo no era fuente de placer sino el medio para engendrar hijos; el erotismo y el amor romántico eran considerados una enfermedad por moralistas y teólogos (fuera de círculos aristocráticos). Esta familia también establecía fuertes vínculos con la comunidad y los parientes.
En el siglo XVII y comienzos del XVIII, la familia se nuclearizó al independizarse más de sus parientes y de la comunidad. También se fortaleció el amor conyugal y parental, con un importante aumento de la autoridad del padre. Esta modalidad familiar que emergió en los estratos altos es de suma importancia al generar actitudes que desde entonces se han hecho universales.
En la tercera fase, siglo XIX, se fue desarrollando el sistema familiar común de occidente de nuestros días. Una familia vinculada por estrechos lazos emocionales, que disfruta de intimidad en el hogar y se preocupa por la crianza de los hijos. Con vínculos matrimoniales por elección personal y guiados por la atracción sexual o amor romántico. Esta familia también se fue orientando al consumo en vez de la reproducción, debido a la proliferación de lugares de trabajo lejos del hogar. Y de esta manera se consolidó un modelo ideal de familia nuclear construida por la diferenciación sexual (Giddens, 1997).
Actualmente diversas investigaciones de países occidentalizados exponen sobre las grandes transformaciones familiares marcadas por los nuevos contextos de modernización, desarrollo y globalización, que van hacia una democratización de las relaciones y hacia un sentido de individualización. Lo que ha traído además, grandes tensiones al interior de las familias e individuos, puesto que este proceso de construcción también conlleva exigencias, conflictos, resistencias y contrariedades (Coontz, 2006; Beck y Beck-Gernsheim, 2001, 2012; Wainerman, 2005; Esteinou, 2008; Jelin, 2010; Castelain- Meunier, 2002, 2003; Giddens, 1998, 2000; García et al. 2006; Godoy, 2001).
Con el cambio en las costumbres; el cuestionamiento de la dominación entre hombres y mujeres; el respeto por la subjetividad en los miembros de la familia; la búsqueda de autonomía e identidad; el hecho de que la familia hoy este centrada en el niño (y no en el padre como anteriormente); así como el hecho de que la niñez haya penetrado al universo de la paternidad, son cambios que hablan de la familia como en un período de transición que va dejando un modelo único para tender hacia una policulturalidad. Transición que genera cambios simbólicos e ideológicos en las funciones parentales y relaciones de pareja. Una dinámica que empuja hacia relaciones más igualitarias entre los miembros de la familia y a su vez suscita reacciones defensivas, generando tensiones y contradicciones dentro del universo familiar (Castelain-Meunier, 2002, 2003).
Los múltiples debates, a escala global, sobre temas relacionados con la familia y la sexualidad (igualdad sexual, regulación de la sexualidad, crisis de la familia, entre otros), nos muestran una tendencia a una transformación cultural. Sin embargo, este debate también evidencia la existencia de fuertes tensiones y resistencias a los cambios.
En este contexto, la familia es un espacio para los conflictos y las tensiones entre lo tradicional y lo moderno, donde se entrevé una nostalgia por el refugio perdido de la familia y donde los sectores conservadores, vaticinan su crisis y piden un retorno a la tradición (Giddens, 2000)7. Se sostiene que al existir una disolución de los vínculos tradicionales de familia, que conlleva para el individuo la liberación de controles anteriores y obligaciones, se descubre la tensión de la anulación de aquellas condiciones que dieron «amparo y seguridad a la sociedad premoderna» (Beck y Beck-Gernsheim, 2001, p. 73).
Por otro lado, la disolución de vínculos tradicionales ha desencadenado relaciones más democráticas con la pareja e hijos. En este contexto, se viven relaciones de mayor igualdad, respeto, comunicación y confianza (Giddens, 1998; 2000). Sin embargo, esto no ha sido fácil, puesto que involucra un cambio cultural profundo. Para Beck y Beck-Gernsheim (2001), el drama central de nuestros tiempos es la lucha de los géneros, lucha que recae en la familia, en la configuración de pareja e hijos, provocando grandes tensiones al interior de las familias.
Chile no está ajeno a estos cambios, ya a partir de los años setenta, en Chile la familia empieza a experimentar transformaciones en su estructura y en sus modos familiares, hasta encontrarnos hoy con una notable disminución de la llamada familia tradicional guiada por los ideales de familia industrial8 y la familia nuclear biparental constituida por matrimonio religioso (especialmente acentuado entre 1950 y 1970).
A partir de la década de los años noventa proliferan diversas investigaciones en nuestro país que comienzan a evidenciar grandes transformaciones familiares a nivel de estructura9, ideologías y prácticas, que involucran cambios en lo tradicionalmente conocido así como grandes tensiones asociadas a estos cambios. Se evidenciaba aumento de más familias e individuos autónomos y autorreflexivos en sus estilos de vida y en sus modos de conformar familia, con roles en el hogar y con los hijos más compartidos por la pareja, presencia de un padre más cercano y una relación conyugal más afectiva y comunicativa (PNUD, 2002; Valdés y Araujo, 1999; Valdés 2005 y 2008; Grupo Iniciativa, 2000; Martínez y Palacios, 2002; Muñoz y Reyes, 1997; Gubbins et al., 2003; Hinzpeter y Lehmann, 1995; Olavarría 2001a, 2001b, 2008, 2009; Ramos, 1998; Covarrubia et al., 1988; Bravo, 2004; Lehmann, 1995 y 2003).
Hoy existen múltiples posibilidades de ser familia, puesto que los individuos y las parejas se convierten en los legisladores de su propia forma de vida. Apareciendo con un rol central el proceso de individualización del ser humano, el cual es liberado de sus roles de género internalizados (en el proyecto de construcción de sociedad industrial de familia nuclear) y donde se ven obligados a construir una existencia propia y muchas veces en detrimento de las relaciones familiares y/o amorosas. De esta manera, se afirma que una de las principales características del momento contemporáneo es el choque de intereses entre el amor, la familia y la libertad personal (Beck y Beck-Gernsheim, 2001; 2012).
La familia contemporánea está en un proceso de transformación dado desde una noción de sujeto más libre y autónomo, que busca acomodarse a una nueva realidad, donde la familia única y para toda la vida comienza a desaparecer. Sin embargo, como postulan Beck y Beck-Gernsheim, con el comienzo del aislamiento y la pérdida de sentido que hoy nos inunda, hace crecer la añoranza por la familia, la familia como patria y refugio.
3. TRANSFORMACIONES Y TENSIONES EN LA CONSTRUCCIÓN DE PAREJA
Antes del siglo XVIII, poco importaba la compatibilidad de sentimientos y el amor para la elección de pareja, pues la unión se establecía por razones económicas. En la transición hacia la sociedad moderna y con la formación de la familia burguesa los sentimientos entran al ámbito de pareja y la familia, conformándose un lugar de privacidad e intimidad. La familia nuclear construida por la diferenciación sexual (modelo ideal del siglo XIX), basado en una complementariedad de géneros definidos como opuestos, los ubica a ambos en relaciones desiguales que se fueron naturalizando en el transcurso de los años.
Hoy, nos encontramos con una nueva realidad, impulsada por la emancipación y la igualdad ante la ley de la mujer, que ha ido dejando atrás, el depender de la pareja para subsistir10 y la idea de complementariedad de géneros, generando por un lado, un caos totalmente normal y cotidiano del amor (Beck y Beck-Gernsheim, 2001).
Por otro lado, ha dado la posibilidad de una democratización radical en la esfera privada, creándose un nuevo modelo de relación afectiva, donde los ideales de amor romántico (codependiente y para siempre), tienden a desplazarse por los ideales de amor confluente, que involucra una relación de más igualdad, respeto y comunicación (Giddens, 1998; 2000).
Esta relación tiene como base la autonomía, que consiste en la realización del proyecto reflexivo del yo personal, condición para relacionarse con los demás en forma igualitaria. En estas nuevas circunstancias, el matrimonio y la familia sufren profundas transformaciones y comienzan a centrarse en la pareja (como núcleo de la familia). Sus bases son el amor, la atracción sexual y principalmente la comunicación íntima y emocional (Giddens, 1998; 2000 en Rioja, 2005). Es así, que en la actualidad la relación de pareja afín se basa en “afinidades espirituales, en una relación de dos personas de igual posición que se sienten próximas por su carácter y por sus ideales acerca de la vida” (Beck y Beck-Gernsheim, 2001, p. 91. En Rioja, 2005).
Hoy, el amor de pareja se ha tornado más importante que nunca y a la vez, más difícil que nunca, bajo los cambios experimentados en las últimas décadas (Beck y Beck-Gernsheim, 2001).
El amor se torna más importante que nunca debido a que la disolución de los vínculos tradicionales que dieron sentido y arraigo a la existencia produjo una pérdida de estabilidad interior y de patria interior, por lo que las personas más próximas se vuelven más importantes. Así, el amor y el matrimonio se fueron configurando como ancla de la identidad interior, como función compensatoria, con un modelo de amor duradero que da contenido y sentido a la vida. De esta manera el matrimonio se transforma en una institución “especializada en el desarrollo y estabilidad de la persona” entrelazando amor e identidad (Beck y Beck-Gernsheim, 2001, p. 78).
Los autores sostienen además, que hoy la importancia del amor va relacionada a un amor satisfactorio, donde las personas se casan por amor y se divorcian también por amor o por querer más amor. Es un amor idolatrado y decepcionado, que se puede observar en los ideales juveniles, donde la pareja estable y la fidelidad siguen en pie, pero sin las legitimaciones legales o la moral de la religión.
Sin embargo, como dicen los autores, el amor de pareja se vuelve más difícil que nunca, debido principalmente a la lógica de la individualización; a la relación entre los géneros y a la centralidad en el hijo.
En cuanto a la individualización, destacan que frente al desvanecimiento de las antiguas normas conductoras, lo que antes se hacía sin negociar, hoy se habla, se razona y se llega a acuerdos. Y justamente por ello, puede ser roto con mayor facilidad. Las posibilidades y obligaciones de una vida propia producen un exceso de posibilidades de elección y de decisión (muchas veces como sobrecarga para el individuo y más aún para la pareja donde hay dos individualidades). ”Cuanto más aumenta la complejidad en el campo de la decisión, tanto más crece el potencial de conflictos en el matrimonio” (Beck y Beck-Gernsheim, 2001, p. 80), conduciendo a la lucha por el espacio propio y la autenticidad. Muchas veces pese a la buena voluntad de ambos, la negociación no construye un universo en común sino que defienden sus dos universos por separado. De esta manera, libertad más libertad no significa amor, sino más bien lo pone en peligro o incluso puede acabar con él.
Este sentido de libertad y autenticidad lo expresa bien el siguiente mensaje dado a las parejas (desde la terapia Gestáltica, según Fritz Perls).
“Yo hago lo mío y tú haces lo tuyo.
No estoy en este mundo para llenar tus expectativas
y no estás en este mundo para llenar las mías.
Tú eres tú y yo soy yo
Y si por casualidad nos encontramos, es hermoso.
Si no, no hay nada que hacer” (Stevens, 1976, p. 196).
La relación de pareja se torna difícil debido también a la relación actual entre los géneros, que se encuentran en medio de una urgente tendencia hacia la igualdad.
Por un lado, se han dado cambios en la sexualidad, los derechos y la educación, pero detrás de la fachada del ideal de pareja en igualdad de condiciones, hay contradicciones y ambivalencias. Por ejemplo, un punto importante se da en la contradicción entre el discurso y práctica de los hombres. Ellos han adquirido una retórica de la igualdad, pero son palabras no traducidas a actos, sobre todo en cuanto a las responsabilidades en hogar y los hijos. También valoran mucho la autonomía de decisión de ellas, pero esto cambia cuando esta independencia amenaza contra ellos, con exigencias e imposición de intereses en contra de su voluntad. Más bien, para los hombres la igualdad significa liberarse del yugo de ser proveedor único (implicando mucha autoexigencia y autoexplotación) y tener la posibilidad y el espacio para mostrar sentimientos y debilidades.
Para la mujer en cambio, igualdad significa más formación, más posibilidades en el mercado laboral y menos trabajo doméstico. La contradicción en ellas radica en el interés por una seguridad económica independiente y el interés por una vida en pareja armónica y la maternidad, donde el tira y afloja entre una vida propia y el estar para otros, demuestra la indecisión en el proceso de individualización femenina. Así con contradicciones, posibilidades y oposiciones, estamos en el comienzo de la liberación de las adjudicaciones estamentales del género, que afectan profundamente las relaciones de pareja.
Otro punto importante de considerar en torno a las dificultades que enfrentan las parejas va en relación con la centralidad que ha adquirido el hijo para la pareja, convirtiéndose como en un sustituto de la pareja. La autoexigencia de ser buenos padres ha implicado una centralidad que ha quitado espacio para cultivar la relación de pareja, quedando relegada a un segundo plano. «Con el cambio de significado del matrimonio y de la familia […] hacia un instrumento de socialización de los hijos […] los posibles conflictos en la relación de pareja ya están preprogramados». Bajo estas nuevas condiciones el lema de que los hijos unen pierde algo de validez (Nave-Herz 1987, en Beck y Beck-Gernsheim, 2001, p. 191).
De esta manera, el amor como esperanza y con un énfasis en ponerse huidizo marca las relaciones actuales, sin embargo sostienen los autores, lo que mantiene unida a la pareja y la familia no es tanto el fundamento económico o el amor, sino el miedo a la soledad “todo lo que se teme y augura más allá del matrimonio quizás constituya la base más estable de la relación” (Beck y Beck-Gernsheim, 2001, p. 57).
4. TRANSFORMACIONES Y TENSIONES EN LA CONSTRUCCIÓN DE PARENTALIDAD
En cuanto a la parentalidad, las actitudes hacia los hijos y su protección han cambiado radicalmente a través de la historia. Antiguamente, los niños eran valorados por su aporte económico a la unidad familiar, en la crianza no se dedicaba ninguna atención o cariño especial, hasta se les consideraba como seres incompletos y con pocas necesidades. En el siglo XIX, con la influencia de la religión y la tradición, estaba muy normada su educación, girando en torno al respeto, la obediencia y la represión. En la actualidad, dadas las transformaciones socioeconómicas de la familia; las expectativas individuales de desarrollo personal; la valoración de una educación óptima; el costo de una calidad de vida, entre otros elementos, han implicado el aumento del costo económico de un hijo, la prolongación de su permanencia en el hogar y un cambio ideológico en las funciones parentales (Beck y Beck-Gernsheim, 2001; Castelain-Meunier, 2002; 2003 en Rioja, 2005).
En un contexto donde los vínculos tradicionales se desvanecen y donde la sociedad técnica científica produce principalmente leyes funcionales, obligaciones y comunicaciones impersonales, es que el hijo, su educación y su cuidado, pueden crear nuevas referencias de sentido y de valores, incluso convertirse en el centro del sentido de la existencia privada, dando arraigo y contenido a la vida, pues hoy las parejas pasan y los hijos quedan en una constante. Así se convierten en la “última relación primaria irrevocable y no intercambiable que queda… es la última contra-soledad”. Pese a que el número de nacimientos disminuye, la importancia del hijo crece (Beck y Beck-Gernsheim, 2001, p. 62).
Al cuestionarse los roles parentales anteriores, las exigencias, tareas y deberes tienden a aumentar. Hoy, bajo el precepto de la mejor promoción posible de las capacidades del hijo, la promoción óptima, con padres y madres óptimos, las expectativas son altas. Muchas veces con exigencias excesivas sobre los padres y con expectativas exageradas sobre el hijo. Esta presión educativa (única en la historia), cuestiona los roles y hace que se deba poner en segundo plano las necesidades, derechos e intereses de ambos padres, con permanentes renuncias, especialmente para la madre todo por amor al hijo (Beck y Beck-Gernsheim, 2001).
Sostienen estos autores que debido también a las altas expectativas en torno a una parentalidad responsable, hoy los hijos deseados ya no son espontáneos sino planificados, y muchas veces una percepción de carga y obstáculo se incluye en el proceso de decisión de tener hijos. Con tantas expectativas de responsabilidad se aspira a un máximo de seguridad para los hijos con una lista de condiciones, como un trabajo estable, suficiente madurez, establecimientos educacionales adecuados, el deseo de una vida propia o la disyunción entre el trabajo o los hijos para algunas mujeres. De esta manera, hay muchos casos donde la responsabilidad prima sobre el deseo de tener un hijo o sea por amor al hijo también se renuncia a él.
Por otro lado, la tensión de roles parentales y la tendencia emergente de compartirlos, significa una verdadera revolución cultural, pero esto ha significado un cambio difícil de enfrentar para los hombres11. Aunque aparecen cambios en los modos de expresar su masculinidad que se alejan de los valores de la sociedad industrial e inducen una nueva relación con el cuerpo, la sensibilidad y el despertar de una conciencia paterna, tal situación no repercute en los modelos de repartición de roles, pues las mujeres siguen siendo consideradas a partir de la división entre esfera privada y pública, lo que mantiene su sobre-responsabilización en el contexto moral imperativo de la buena madre12.
Imperativo que bloquea el deseo de igualdad y nutre las tensiones frente a la creación de nuevos modelos parentales (Castelain-Meunier, 2002; 2003 en Rioja, 2005).
De esta manera, la autora sostiene que la legitimidad universal de la diferenciación sexuada de los roles parentales pierde potencia en el ámbito simbólico e institucional, pero perdura en las prácticas cotidianas de las familias. Así, uno de los puntos de tensión y contradicción es el lugar de las madres y de los padres, con un sobre-involucramiento de las madres frente al voluntarismo de los padres.
En este contexto de transformación que genera tensiones y contradicciones, los padres y las madres enfrentan dificultades para asumir sus papeles y por tanto, los hijos padecen sus efectos. Ellos reflejan en el hijo, la complejidad actual de la relación femenina-masculina, relación en pleno trastorno. Convirtiéndose el niño en una extensión identitaria del adulto (y no de la comunidad como antes). El hijo se transforma en un reflejo del desfase entre las aspiraciones y las prácticas, de hombres y mujeres, que están entre valores modernos y valores tradicionales (Castelain-Meunier, 2002 y 2003. En Rioja, 2005).
Hoy los niños tienen más oportunidades de promoción, desarrollo individual y aprendizajes más democráticos fuera de límites de clase y género, junto con una liberación de la represión, el miedo y la desatención. Sin embargo, el todo por amor al hijo, el hijo como experiencia de sentido, sumado a altas expectativas y exigencias de los roles parentales, junto con una presión educativa de excelencia, desencadenan sacrificios y renuncias de ambos padres hacia aspectos individuales y de pareja. Especialmente las madres que desean una independencia económica, que muchas veces se sienten divididas por la contradicción entre liberación y reivindicación de las viejas adjudicaciones, constituyéndose el hijo (más para ellas) en un obstáculo deseado como sostienen Beck y Beck-Gernsheim (2001). O más bien el hijo constituye “el blanco privilegiado de las incertidumbres contemporáneas” pues en él se proyectan angustias y expectativas de una sociedad que está en una búsqueda de su porvenir (Castelain- Meunier, 2003, p. 7).
5. CONCLUSIONES
Hemos descrito ciertos aspectos que nos indican el lugar que ocupa el emergente occidentalizado de familia, de pareja y de parentalidad en estos tiempos, con importantes modificaciones en las dinámicas relacionales tendientes hacia una mayor democratización, que ha traído sin duda, nuevas tensiones y contradicciones, al interior de los individuos, de la pareja y en la relación parental.
Hoy la familia es un espacio de conflictos entre lo tradicional y lo moderno, cuyo proceso va acompañado por negociaciones, acuerdos, tensiones, malestares, resignación y múltiples posibilidades.
La coexistencia de elementos tradicionales y modernos nos evidencia un proceso de transición o tendencia hacia una transformación cultural, donde la tradicional noción de familia va adquiriendo nuevos elementos y resignificaciones, evidenciándose que es la democratización de las relaciones, la lucha de los géneros y su acomodación, lo que guía actualmente esta transformación socio-cultural.
De esta manera, hoy nos encontramos en una sociedad que está experimentando procesos de fragmentación e integración, con cambios que están ocurriendo a escala global en torno a la familia. Estos cambios podríamos interpretarlos como una crisis o como un nuevo escenario social, donde las potencialidades y las identidades personales no encuentren tantas restricciones y límites para desarrollarse.
La heterogeneidad familiar actual, a nivel de estructuras, discursos y prácticas, que reflejan el desfase entre aspiraciones que están entre valores tradicionales, modernos y rupturistas, hace un llamado urgente por contar con un nuevo paradigma de familia. Donde se democratice los discursos morales de modelos ideales de familia. Donde la aceptación e integración predomine ante la exclusión y diferenciación. Donde los individuos y familias ya no tengan que adaptarse a lo que la sociedad espera de ellos, sino más bien, la sociedad adaptarse a estas nuevas familias e individuos.
Desarrollar así, el potencial del niño, de la niña, del hombre, de la mujer, del ser padre, del ser madre y del ser ciudadano. Importantes elementos de la vida cotidiana, pues en estos espacios se puede construir de una manera más integral la identidad personal, la identidad cultural y el sentido de pertenencia social.
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- El retorno al concepto tradicional de familia proviene de los preceptos vigentes en los años cincuenta, donde se le asignaban a la mujer roles de crianza y de trabajo doméstico y al padre de proveedor; donde el divorcio era complejo para las mujeres pues significaba un estigma y prosperaba la idea de un amor romántico codependiente.
- Entre la revolución industrial y poco después de mediados del siglo XX, se legitimó el modelo de familia llamado industrial. Esta se construyó a la par de la urbanización, la industrialización, la secularización y los sistemas de protección social del Estado; se tendió a nuclearizar la familia y se dividieron las funciones que corresponderían a lo masculino y a lo femenino, escindiendo así lo público y lo privado, otorgando a las mujeres un lugar central en la crianza y educación y a los hombres la responsabilidad de la provisión económica (Castelain, en Valdés, 2003).
- A modo de referencia, datos censales de 1992-2002, evidencian que en cuanto a estructura familiar, el modelo tradicional de referencia, de familia nuclear biparental con hijos basado en el matrimonio presentaba una disminución y aumentaron los hogares monoparentales, unipersonales, biparentales sin hijos y las convivencias. También aumentaron las nulidades-separaciones, los hijos nacidos fuera del matrimonio y los padres con tuición de hijos. Además, una importante disminución de las tasas de nupcialidad, de fecundidad y una reducción del tamaño de las familias (Gubbins et al., 2003). También se apreciaba un importante número de familias reconstituidas (CNF, 1994 en Rivera et al., 1996).
- En la actualidad, dicen los autores, las mujeres se ven obligadas, aunque a veces contradictoriamente, a la independencia y el auto sustento.
- Dado que la afirmación de sí mismo y su rol instituido de hombre, se ha centrado en su éxito profesional, en la figura de autoridad y en la figura separadora de la relación diádica madre-hijo.
- La mujer aún se concibe con referencia a su status de esposa y madre, alimentando y perpetuando la matrifocalidad de las funciones parentales.